La natación y el atletismo son los deportes más fuertes de olimpismo, los más emblemáticos, los que más pruebas engloban y los que más medallas reparten: en París 2024, 37 y 48, respectivamente. Tradicionalmente, uno abre el programa de competencia y el otro le baja el telón, pero en esta cita olímpica, compartieron cuatro días de acción, en los que convocaron multitudes en dos de los más imponentes escenarios de los Juegos de la capital francesa, la increíble La Defense Arena y el colosal Stade de France.

Pasar una jornada en esos dos estadios, con las tribunas a pleno y con un clima que en Argentina solo se vive en una cancha de fútbol, eriza la piel. Los nadadores y los atletas son megaestrellas del deporte por estas latitudes y la gente se los hace sentir, con constantes ovaciones ensordecedoras que se hacen eco segundo a segundo en el aire.

La primera parada del sábado es Nanterre, cerca del Arco de la Defensa, al norte de París. Aquí se levanta La Defense Arena, un recinto techado multipropósito y habitualmente casa del Racing 92 del Top 14 del rugby francés, que modificó completamente su fisonomía para recibir las pruebas de natación (y algunas de waterpolo) de los Juegos. Gracias a una estructura modular multiuso, se dividió en dos el campo de juego de 28.632 metros cuadrado de superficie y allí se construyó una pileta olímpica. El rediseño temporal redujo su capacidad de 40 mil a 15 mil asientos.

Cada una de esas butacas están ya ocupadas cuando -después de un espectáculo de luces que se reflejan en el agua al ritmo de la música- se tiran al agua las competidoras del primer heat de los 50 metros libre femeninos, a las 11 de la mañana. No se puede esperar otro marco de gente, porque en las boleterías de afuera del estadio se podían ver carteles con la leyenda «No tickets».

En las gradas hay colgadas banderas de España, Italia, Irlanda, Alemania, Estados Unidos, Turquía y muchísimas de Francia, claro. La expectativa local es grande porque el increíble Léon Marchand, que ya ganó cuatro oros en estos Juegos, correrá el relevo 4×100 medley. Incluso se divisa perdida entre la multitud una camiseta argentina con el 10 de Lionel Messi, de algún hincha se animó a traer a pesar de la derrota picante ante Francia en los cuartos de final del torneo de fútbol.

Léon Marchand va este domingo por el quinto oro. Foto: REUTERS/Ueslei MarcelinoLéon Marchand va este domingo por el quinto oro. Foto: REUTERS/Ueslei Marcelino

Pasan las series de los 50 femeninos y llega el turno de las de los 1.500 masculinos, durante las que la euforia de la gente contrasta con la monotonía de lo que ocurre en la pileta: los competidores nadan 30 largos, lo que les lleva un cuarto de hora, minutos más, minutos menos.

Hay dos heats que encienden al público: el segundo, que el turco Kuzey Tuncelli se lleva con casi 20 segundos de ventaja sobre sus perseguidores, y el tercero, con dos franceses, David Aubry y Damien Joly, que consiguen el pase a la final en medio del griterío y los aplausos de sus fanáticos, sobre todos los que pintaron de azul, blanco y rojo uno de los codos del más alto de los cuatro niveles de gradas.

Nada se compara, igual, con lo que ocurre cuando sale a escena Marchand, en la serie que abre la clasificación del 4×100 masculino. El aire se agita, transmitiendo la vibración de miles de voces que celebran a su consagrado héroe y ahogan la voz del animador. Se mezclan aplausos, gritos, canciones, en todos los idiomas, porque aunque los dueños de casa son mayoría, todos los competidores tienen hinchada propia.

Francia gana el heat, hace el mejor tiempo de las dos tandas y se asegura un lugar en las finales de la noche. En la posta femenina, las locales no brillan tanto como sus compañeros, pero igual consiguen meterse en la pelea por las medallas. Y en el cierre de la sesión diurna, mientras las tribunas empiezan a vaciarse, los nadadores se van con los brazos en alto, saludando a la gente y ovacionados.

Katie Ledecky, en acción, antes de conseguir el noveno oro olímpico. Foto: REUTERS/Marko DjuricaKatie Ledecky, en acción, antes de conseguir el noveno oro olímpico. Foto: REUTERS/Marko Djurica

De Nanterre a Saint Denis, del agua a la tierra

Salir de La Defense Arena es mezclarse en una marea de personas que se mueve lentamente. Parecida, aunque mucho más pequeña, a la que se forma en las afueras del Stade de France horas antes del inicio de la jornada nocturna del tercer día de competencia del atletismo. Y si la sede de la natación hizo estremecer la piel, qué decir del enorme estadio situado en el municipio de Saint-Denis, que hace pocos días fue escenario del doloroso paso de Los Pumas 7’s por la cita olímpica.

Casi 80 mil personas se van acomodando en las tribunas mientras la cuenta regresiva llega a las 19.10, el momento indicado para que se ponga en marcha la prueba de jabalina del decatlón. Los animadores -un poco en inglés y un poco en francés- incitan a la gente a levantarse de sus asientos y bailar al ritmo de la música que dejará de sonar, solamente, cuando se disputen las pruebas de pista. No será necesaria para generar clima, bastará con el aliento de los espectadores.

Cuando arranca la acción, ya no se detiene hasta el final de la noche. No hay momento para aburrirse, siempre hay algo para disfrutar. Los decatletas lanzando sus jabalinas en una de las cabeceras; los lanzadores de balas luchando por el oro en la otra; y las finalistas del salto triple femenino que salen a escena un poco más tarde, pero contagian a todos cuando piden que acompañen la corrida previa al salto con aplausos.

Y con esas tres pruebas de fondo, empiezan a desfilar por la pista violeta los corredores del repechaje de los 1.500 metros y de las semis de los 100 femeninos, que sorprenden por la sorpresiva ausencia de la gran candidata Shelly Ann Fraser-Pryce por una serie de eventos desafortunados. Y más tarde esa infartante final de la posta 4×100 mixta, que se lleva Países Bajos con un último relevo impresionante de Femke Bol, quien bajo una lluvia copiosa remonta del cuarto al primer lugar en una vuelta . Y la emotiva definición del oro en el hectómetro, con la histórica victoria de Julien Alfred para darle a Santa Lucía su primera medalla olímpica.

Julien Alfred apenas cruzó la meta que la convirtió en leyenda. Foto: Xinhua/Lui Siu WaiJulien Alfred apenas cruzó la meta que la convirtió en leyenda. Foto: Xinhua/Lui Siu Wai

Durante toda la tarde-noche, al aliento es constante. Aunque hay momentos que provocan un «Ohhhh» abrumador y generalizado de las tribunas. Los cierres de esas dos finales, claro. Pero también la jabalina del alemán Niklas Kaul viajando 77,78 metros para establecer un nuevo récord de esa disciplina para el decatlón olímpico. O el estadounidense Ryan Crouser haciendo sonar la campana de la victoria, tras coronarse en el lanzamiento de bala por terceros Juegos Olímpicos consecutivos.

La lluvia ya no cae en el cierre de una jornada de emociones extremas en La Defense Arena y el Stade de France, con multitudes adorando y celebrando a los mejores nadadores y atletas del mundo. Superestrellas que despiertan tanta pasión en estas tierras como Messi y compañía en Argentina.



Fuente Clarin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *