No debe ser la primera vez que se utiliza ni que se utilizará esta figura. Pero Sevilla no solo está dividida por las aguas rebeldes del Guadalquivir. La capital de la bella Andalucía, otra vez radiante después de las últimas tres semanas de lluvias tan insoportables como dañinas, vive partida en dos por culpa del fútbol. La ciudad es Betis y Sevilla. En realidad, para ser precisos, es Betis o Sevilla. Por estas horas, en la víspera del Gran Derbi de LaLiga de España, todo está teñido por los colores de los dos clubes más poderosos de la ciudad. El verde y el blanco y el rojo y el blanco. Es un atractivo más -y también un activo- que al menos dos veces al año le roba el protagonismo al Real Alcázar, la Catedral y la Giralda, los tres monumentos icónicos de un lugar turístico por excelencia y que desde hace años ya no tiene temporadas bajas.

Los de verde y blanco son los de Betis. Y son los anfitriones del duelo de este domingo desde las 16 de la Argentina en el estadio Benito Villamarín. En una mirada rápida, por fisonomía, el escenario del Gran Derbi hace recordar a la cancha de Racing. Sede de dos de los partidos de Brasil en la fase de grupos del Mundial 1982 -el 4-1 a Escocia y el 4-1 a Nueva Zelanda-, el Benito Villamarín impone el respeto de un noble gigante. Y ni que hablar cuando las gradas se llenan y rugen como sucederá este domingo, con apenas 500 asientos destinados para la hinchada rival. Para terminar de entender la locura vale un dato: este sábado hubo entrenamiento abierto y fueron 31.500 los fanáticos que se acercaron para darle el último aliento al equipo.

Este sentido de pertenencia, que trasciende los límites de la ciudad y de la provincia, se trata de uno de los principales orgullos del Consejo de Administración de Betis que, como la mayoría acá en España, es una SAD -sus principales accionistas son el ingeniero Ángel Haro García y el economista y emprendedor José Miguel López Catalán-. La marca Betis es un éxito gracias a sus hinchas. Y su gente, incondicional, se ilusiona con que ese amor impulse una campaña de Champions League.

En eso anda el equipo que dirige un viejo conocido como el chileno Manuel Pellegrini y que tiene como una de sus figuras al español Isco Alarcón, al brasileño Antony y al argentino Giovani Lo Celso -recién recuperado de una lesión-, que marcha sexto en la tabla de posiciones y hoy, luego de cinco victorias consecutivas, está en zona de Conference League y en un pulso con Villarreal por una plaza en la Europa League.

«Delante de nuestra gente, con 60.000 personas apoyándonos y con la cabeza puesta en mantenernos en la lucha por Europa las ganas de ganar siempre van a estar ahí», avisó Isco cuando un periodista le preguntó por el gen competitivo de su rival del domingo.

«Son tres puntos. Pero son los tres puntos que queremos ganar», sumó Joaquín, ya retirado, uno de los grandes prócers del pueblo bético en diálogo con Clarín.

Los de rojo y blanco son los de Sevilla. Y ellos, más allá de que protagonizan una campaña irregular -undécimo, a ocho puntos de su rival-, presumen su mejor presente y su inmejorable pasado reciente. Llegará al Gran Derbi en rodeo ajeno con la confianza de haber ganado el duelo de la primera rueda en el Ramón Sánchez Pizjuan y con una racha de 12 partidos sin perder contra Betis por LaLiga de España. Pero sobre todo con ese gen competitivo que le permitió ganar siete veces la Europa League y que se convirtió en jactancia a la hora de saldar discusiones contra la contra.

Sevilla es dirigido por Francisco Javier García Pimienta, un ex delantero que jugó en el Extremadura -aquel que se popularizó gracias al Show de Videomatch con Carlos Fernando Navarro Montoya, José Basualdo, Walter Silvani y Carlos Duré en sus filas-, pero que tiene el ADN de La Masía de Barcelona. Ya no quedan argentinos en el plantel, pero sí quedó su herencia. Es que este sábado también hubo entrenamiento abierto en el coqueto Sánchez Pizjuán, enclavado en el corazón del barrio El Nervión, y los más de 15 mil fanáticos que coparon las tribunas Gol Norte y Preferencia no paraban de alentar con un repertorio de cantitos que, en su mayoría, estaban inspirados en el cancionero del fútbol argentino.

«Es el partido que todos queremos jugar acá. Sobre todo los que nacimos en la ciudad. Acá todos tenemos un vecino, un amigo o un pariente que es del rival. Y venimos esperando el partido desde hace un par de semanas. El día después es el día más feliz de la vida y todo lo contrario para el que pierde. La guasa (burla) es terrible. Por eso se vive con esa pasión», le cuenta a este diario Antoñito, conocido como el Romario del Polígono, emblema histórico del Sevilla.

Betis o Sevilla. Sevilla o Betis. Una ciudad, como si fuera Rosario antes de un Central-Newell’s, está paralizada. Una mitad tendrá una sonrisa y otra mitad tendrá caras largas después de que la pelota deje de rodar en el Benito Villamarín. El fútbol, al compás de los tablaos, en estado puro.





Fuente Clarin

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