César Fabián Delgado, mayormente conocido como el Chelito, presenció dos de los llantos más recordados de la historia contemporánea del fútbol argentino. Y los protagonistas de las angustias fueron dos rosarinos como él.
La primera escena le corresponde a Marcelo Bielsa, quien en un hotel de Perú se quebró horas después de que Argentina cayera por penales en la final de la Copa América 2004 contra Brasil. En la segunda, ya en 2005 y en Budapest, un juvenil Lionel Messi hundido en el piso del vestuario no pudo contener las lágrimas tras su debut con roja incluida en la Selección Mayor ante Hungría.
“Bielsa nos reunió a todos en el hotel de la concentración porque en el vestuario no había podido hablar. En esa final estábamos ganando 2-1 con un gol mío cuando faltaban 3 minutos, pero Adriano nos empató en la última. En los penales perdimos y quedamos destrozados. Me acuerdo de que Marcelo nos empezó a decir que el resultado era injusto, que merecíamos mejor suerte y se largó a llorar. Fue un momento durísimo. Yo estaba al lado de Javier Mascherano, que también se quebró”, le cuenta Delgado a Clarín a 20 años del episodio.
“Lo de Messi fue otra cosa. Estaba mal porque pensaba que no iba a jugar más, que estaba desperdiciando la oportunidad. Nos acercamos todos a darle cariño y a decirle lo obvio: que iba a tener mil partidos en la Selección”, suma el Chelito.
-¿Messi ya era distinto a los 18 años?
-Un fenómeno. Lo veíamos jugar y era una cosa de locos. En las prácticas se metía hasta abajo del arco. Era imposible de agarrar, llevaba la pelota muy pegada al pie, hacía goles de todos lados. Tuve la suerte de jugar un par de partidos con él y también me tocó enfrentarlo. Todavía guardo alguna camiseta suya de Barcelona que cambié cuando jugaba en Olympique Lyon. Y el otro día pasaron por la televisión un compacto de Argentina-Paraguay en Asunción y Leo entró por mí; yo no lo recordaba. Así que un partido fui titular y Leo el suplente. Jajaja.
Delgado creció en Las Flores, uno de los barrios más humildes de Rosario. Ahí, a pocos metros del Río Saladillo, empezó a mostrar su talento en el club Los Amigos. De todos modos, el Chelito jamás creyó que iba a ser futbolista profesional. “Nunca me sentí un destacado: era uno del montón. En todos los equipos había un par de chicos que jugaban bastante mejor que nosotros. Nuestros mismos padres lo decían. Por eso llegué a Rosario Central cuando tenía 17 años. Hasta ese entonces, nadie me había buscado”, reconoce Delgado.
La llegada del Chelito a Rosario Central fue un tanto fortuita. El padre de un compañero suyo en Alianza Sports, de la Liga Rosarina, le preguntó si no quería ir a probarse al Canalla. Fue y quedó. Pero recién debutaría en Primera a los 21 años. “El Negro Palma le recomendó a Jota Jota López, que era el entrenador, que nos llevara a la pretemporada a mí, a Talamonti, a Ferrari y a Lucho Figueroa. Ahí ya empecé a estar en el plantel de Primera, aunque me costó afianzarme”, explica.
En 2003, con Miguel Ángel Russo en el banco, explotó al hacer una memorable dupla con Luciano Figueroa. Lo compró Cruz Azul de México y sus destacadas actuaciones lo pusieron en el radar de Marcelo Bielsa. Con el Loco, ganó el Preolímpico 2004 y se colgó la medalla de oro en Atenas.
“La experiencia de los Juegos Olímpicos fue única. Estuvimos unos días en un hotel y después nos fuimos a vivir a la Villa Olímpica para compartir con los otros deportistas; recuerdo que una tarde fuimos a ver a los chicos del handball. Después, en lo deportivo, nos fue espectacular: salimos campeones de punta a punta; teníamos un equipazo”, asegura el delantero que anotó 2 goles en 6 partidos en Atenas.
-¿Bielsa fue uno de los entrenadores que más te marcó?
-Sí, un técnico impresionante. Aprendí mucho de él desde lo táctico: me hizo jugar de una manera que yo desconocía. En Central estaba acostumbrado a jugar libre y él me enseñó a jugar de extremo. En Ezeiza me hacía hacer muchos ejercicios y los repetía en la cancha sin darme cuenta. A eso él después me lo mostraba en videos y no lo podía creer. Me abrió la cabeza. El de Marcelo era un fútbol más de avanzada: había que estar bien físicamente, saber correr, colaborar. Todas cosas que se hicieron naturales algunos años después.
-¿Te animabas a joderlo con Newell’s?
-No, por ahí el Kily González le hacía una broma. Siempre cuento que un mediodía estábamos almorzando en Ezeiza y Marcelo estaba sentado en una mesa al lado de la nuestra; yo estaba con Lucho Figueroa. Había una televisión prendida y justo pasaron el compacto del 3-0 que le ganamos a Newell’s con goles nuestros. Nos miró y soltó una sonrisa.
Delgado jugó tan bien en Cruz Azul de México y en la Selección, que Olympique de Lyon no dudó en poner 10 millones de dólares en 2008 para que haga dupla de ataque con un tal Karim Benzema. Pero al Chelo le costó adaptarse a esta ciudad en la que la Selección que dirigió Javier Mascherano jugó ante Irak y Ucrania en los recientes Juegos Olímpicos de París 2024.
“En lo familiar se nos dificultó por el idioma y por la manera de ser del francés, que es muy estructurado. La ciudad es hermosa, pero a las 21 estaba todo cerrado. Nosotros, los latinos, somos más de la juntada, de hacer grupo. Después, en lo futbolístico, me tuve que poner fuerte desde lo físico porque me chocaban y no me podía mantener en pie. Además, la pelota volaba”, afirma el atacante que completó 101 partidos con 9 goles en Lyon.
En total, la familia Delgado vivió cerca de 4 años en suelo francés. “No volví nunca más y no creo que lo haga. A mi mujer, Mariana, no le gustaría demasiado la idea. Ella sufrió más porque era la que se quedaba en el departamento mientras yo jugaba. Me tengo que sacar el sombrero por la forma en que educó a nuestros hijos”, explica.
Ahora, César, papá de Dulcinea y de Santino, dedica sus horas en el predio de canchas de fútbol 5 que tiene en Rosario y hace sus primeras armas en la representación de futbolistas, mientras también se animó a ser comentarista televisivo durante París 2024. “No estuve preparado para el retiro y aún sigo extrañando el fútbol. Por eso me metí con lo de la canchitas y con la representación. También porque no quiero ser entrenador: no me veo hablando adelante de un grupo de 25 personas”, cerró el Chelito.