Como muy poquitas veces, Lionel Messi falló. Había llegado con lo justo y hasta quizá no estaba para jugar si no se hubiera tratado de un partido definitorio. Y se notó. Visiblemente disminuido, el capitán anduvo a media máquina en la noche de Houston. Así y todo anotó su poroto en el gol argentino de Licha Martínez con un buen pase vertical a Enzo Fernández en la jugada previa del córner que él mismo ejecutó y derivó en el cabezazo del 1-0. Pero no pudo aportar mucho más y para colmo tomó una mala decisión en su ejecución en la serie de penales al picar su remate, que dio en el travesaño. Las atajadas de Dibu Martínez le devolvieron la sonrisa a pesar de todo.
De todos modos, Leo siempre está. No importa cómo, no importa dónde, pero se las ingenia para ser siempre el centro de atención de la Selección Argentina, incluso cuando no se encuentra al cien por ciento. Ese córner que tantas veces intentó durante este torneo, cerrado y al primer palo, encontró la cabeza de Alexis Mac Allister para que la peine y después la de Lisandro Martínez.
Estuvo desconectado el ‘10’ del circuito futbolístico. Tocó apenas 27 pelotas, una más que el arquero Emiliano Martínez. Y eso fue porque a la Selección le costó, como hacía mucho tiempo no le pasaba, hacer circular la pelota. El estado del césped no ayudó, es cierto.
Desde la entrada en calor se lo vio con buen humor, quizás pensando en todo lo que tuvo que hacer para estar. Doble sesión de kinesiología diaria, paciencia para recuperar y esfuerzo fuera de hora para que el dolor en el aductor derecho mermara todo lo posible.
No se lo quería perder. El último partido a eliminación directa que no jugó con la camiseta de la Selección en un torneo ‘grande’ fue en el Mundial 2006, cuando quedó inmortalizado en un banco de suplentes desolado tras la eliminación por penales contra Alemania. A partir de ahí, Messi siempre estuvo. En las buenas y en las malas, poniendo el pecho sin preguntar, como dice esa canción de ‘La Vela Puerca’.
Ahí también estuvo su familia, apoyándolo, todos vestido con la camiseta azul, alentándolo desde lo alto de un palco. Sufriendo también en los penales y mucho más cuando falló él. Fue el primero de la Argentina. Nunca antes había picado un penal con la albiceleste (había hecho algunos así en Barcelona y Paris Saint-Germain).El travesaño se le interpuso.
Viejos fantasmas amagaron con envolverlo de nuevo. Pero no. Esta vez tuvo un guardián marplatense que lo rescató con sus guantes salvadores. Esta vez Messi no pudo brillar, aunque el final fue con alivio y boleto a semifinal. El martes será otra historia, Leo.