Emiliano Martínez se ganó un lugar importante en el corazón de todos los argentinos por su papel estelar en los títulos que ganó la Selección de Lionel Messi y compañía, incluido el Mundial de Qatar 2022. Pero, sobre todo, se transformó en el ídolo de muchos chicos que, de pronto, quieren ser arqueros para volar como el Dibu. Suele decir el defensor del arco del Aston Villa y de la Scaloneta que cada niño que lo saluda le recuerda a su infancia en su Mar del Plata natal.
Su personalidad pícara, que ahora de grande la valió críticas, principalmente en Europa, por algunas conductas y festejos de atajadas y campeonatos alocados, comenzó a forjarse bien de chico. En la ciudad costera, Emiliano combinaba su pasión naciente por el fútbol con otros juegos típicos de la edad. Ya le gustaba ser el centro de atención y siempre estaba predispuesto, por ejemplo, para participar de los actos en el colegio.
En uno de esos actos, Emi se disfrazó de Los Simuladores, esa mítica serie que fue furor en los años 2000 en Argentina y que trataba de un equipo de personas que resolvían problemas de manera ingeniosa, junto a otros compañeros de grado. Esta historia inédita de la infancia del Dibu se revela en el libro «Sueños de Selección» (editorial El Ateneo) de reciente publicación, escrito por los periodistas Adrián Michelena y Nahuel Lanzillotta. Además, se cuentan detalles de su vivencia en la escuela y de sus días de preadolescente.
«Su maestra de Sociales y Naturales estaba algo alterada porque, si bien él cumplía con las tareas, se hacía el pícaro y armaba picaditos en el patio del recreo. Por orden de la dirección, estaba terminantemente prohibido jugar al fútbol allí, pero Emi aun así confeccionaba pelotas con trapos o con bollos de papel. No podían pararlo. Era uno de los más altos de la fila, el penúltimo con más exactitud. El más lungo de todos era Franco Fenoy, su compinche, que lo segundeaba en todas. Por ejemplo, Emi iba a su casa a jugar a la Sega y este iba a la de Emi a jugar a la Nintendo 64. Fenoy no jugaba al fútbol con Emi, pero sí le seguía la corriente en varias. Incluso en quinto o sexto grado, Emi y Franco se vistieron con sobretodos y abrigos de sus padres y, junto a Pablo D’Elía y Agustín Compagnucci, otros compañeros, armaron una divertida coreografía para recrear a los personajes de la serie Los Simuladores en un acto del colegio religioso Sagrada Familia al que asistían», cuentan los autores en las páginas del libro, que además contiene historias inéditas de superación de los otros campeones del mundo en 2022.
¿Cómo fue que surgió la idea para que Dibu Martínez se vista de Simulador? El llamado de la maestra encontró una veloz respuesta en un grupo de alumnos. Estaban preparando el acto escolar del 20 de junio en Mar del Plata y la consigna era vestirse de Los Simuladores. Emiliano Martínez, junto a tres amigos, enseguida aceptaron el papel y se ocuparon de conseguir las vestimentas para la ocasión. Por supuesto que dinero para disfraces no había, por lo que se las ingeniaron para disfrazarse con sobretodos y abrigos de sus padres.
Emiliano usó ropa que, presumiblemente pertenecía a su papá Beto, un esforzado trabajador del puerto. En la foto que ilustra esta nota, se lo ve bailando (el tercero de izquierda a derecha) vestido con jeans azulados, sobretodo negro, corbata celeste metalizada y una sonrisa pícara. En la pose se percibe el incipiente carisma de un chico que estaba por cerrar una etapa de su vida en Mar del Plata.
Los otros chicos son Pablo D’Elía, Agustín Compagnucci y Franco Fenoy, compañeros del colegio religioso Sagrada Familia. «No sé si fue en quinto o sexto año, pero los Simuladores estaban de moda y a la maestra se le ocurrió que podíamos actuar de eso, para un día de la bandera. La última vez que lo vi a Emi en el colegio fue en séptimo grado. Estábamos los dos solos, en diciembre, rindiendo inglés, y pensar que hoy habla el idioma a la perfección”, dice Fenoy.
Años después, ese mismo nene corpulento que improvisaba picados en los recreos del colegio hasta con bollos de papel, ese mismo nene que bailaba en actos ante los ojos de toda la escuela, se paraba bajo los tres palos en una final, para terminar bailando ante los ojos del mundo. Con la misma certeza, el mismo guiño cómplice, y una pizca de actuación. El escenario era otro, pero el personaje seguía siendo el mismo.
Ese 18 de diciembre del 2022, el Dibu resolvió el problema de los penales y hoy los niños ya no actúan queriendo ser personajes de la ficción. Ni Santos ni Ravenna ni Medina ni Lampone. Los chicos juegan a ser el Dibu Martínez, el atrapasueños de toda una generación, ese mismo que ensayó un baile en cada momento de felicidad.