“En la vida hay que elegir”, proponía hace más de una década un slogan de campaña de un candidato hoy caído en desgracia. A los 30 años y pese a tener la mesa servida para seguir jugando en la elite del fútbol europeo, Paulo Dybala parece convencido de torcer el timón y seguir su carrera en Arabia Saudita, una liga insignificante hasta hace unos años y a la que en las últimas temporadas se sumaron el portugués Cristiano Ronaldo, el brasileño Neymar, el francés Karim Benzema, el senegalés Sadio Mané y el argelino Riyad Mahrez, entre otros. El destino del cordobés será Al-Qadsiah, un club recién ascendido a la primera división saudí, pero que cuenta con el respaldo de una de las corporaciones más poderosas del planeta.
La Batalla de Al-Qadisiyah fue un hito crucial en la conquista islámica de Irak: las tropas lideradas por Saad bin Abi Waqqas derrotaron a las fuerzas persas encabezadas por Rustam Farrokhzad en el año 636. En honor de aquel combate fue bautizado este club, fundado en 1967 a partir de la fusión de otras dos instituciones, Al-Shoula y Al-Wahda, y arraigado en Al Khobar, una ciudad residencial y turística en el este del país, sobre la costa del Golfo Pérsico y justo frente al Reino de Baréin, al que está unida por la Calzada del Rey Fahd, un puente terrestre de 25 kilómetros y cuatro carriles.
Al-Qadsiah fue uno de los ocho equipos que en la temporada 1976/77 disputaron la edición fundacional de la Premier League saudí, en la que compitió ininterrumpidamente hasta 1997. En la primera mitad de la década de 1990 consiguió los únicos tres títulos que componen su corto palmarés: la Copa del Príncipe Heredero en 1992, la Copa de la Federación Saudí en 1994 y la Recopa de Asia (su única corona internacional) también en 1994. Jamás pudo consagrarse en una liga que históricamente ha sido dominada por tres clubes que se repartieron 37 de los 48 títulos: Al-Hilal (19), Al-Ittihad (9) y Al-Nassr (9).
El siglo XXI no fue muy exitoso para los Caballeros del Este, que nunca pudieron reafianzarse en la categoría de oro del balompié saudí y sufrieron otros cinco descensos (el último en 2021). Pero hace poco más de un año una decisión administrativa torció radicalmente su destino: el 5 de junio de 2023, una semana después de que el equipo terminara 11° en el torneo de segunda división (a 23 puntos del cuarto puesto, el último que otorgaba un ascenso a la elite), el Ministerio de Deportes saudí anunció la privatización de ocho clubes.
Al Ittihad, Al Ahli, Al Nassr y Al Hilal, los cuatro más poderosos del país, pasaron a manos del Fondo Público de Inversión saudí (el 75% de su paquete accionario) y de fundaciones sin fines de lucro (el 25% restante). Otros cuatro se convirtieron en organismos de desarrollo cuya propiedad fue asignada a entes y empresas estatales. A Al-Qadsiah le tocó en suerte la Saudi Arabian Oil Company (Aramco), la corporación petrolera más importante del planeta.
Creada en 1933 y asentada en Dhahran (a solo un puñado de kilómetros de Al Khobar), Aramco edificó un imperio multimillonario a partir de la exploración, producción, transporte y venta de petróleo y gas. En mayo de 2022, en virtud del aumento de la cotización de los combustibles fósiles por el conflicto bélico entre Rusia, Ucrania y la OTAN, se convirtió en la empresa más valiosa del mundo con una cotización de mercado de 2,43 billones de dólares. Actualmente su valor es de 1,91 billones, por lo que ocupa el sexto lugar en ese ranking detrás de Microsoft (3,12 billones), Apple (2,91), Nvidia (2,31), Alphabet (2,17) y Amazon (1,92). De acuerdo con su último reporte de resultados, presentado la semana pasada, durante el primer semestre de 2024 registró ingresos netos por 56.300 millones de dólares.
En su primer año con el respaldo de este gigante, que también ha metido la cuchara en la Fórmula 1 (desde 2020 es socio global de la categoría y este año se convirtió en el patrocinador principal de la escudería Aston Martin), Al-Qadsiah se consagró campeón del certamen de la segunda división, con nueve unidades de ventaja sobre Al-Orobah, su escolta. En ese equipo brilló el exdelantero de Racing Luciano Vietto, quien anotó 17 tantos en 32 encuentros. En ese rubro solo lo superó su compañero de ataque, el senegalés Mbaye Diagne, quien hizo 26 en 32 partidos.
El entrenador responsable del ascenso fue el español Míchel González, quien reemplazó en octubre del año pasado al inglés Robbio Fowler y tiene contrato hasta junio de 2025. El extécnico de Getafe, Sevilla, Málaga y Rayo Vallecano, entre otros clubes, es el más visible, pero no el único hombre nacido en la península ibérica que trabaja en la institución de Al Khobar. Lo acompañan Juan Carlos Mandía (asistente principal), Adrián González (segundo asistente), Kike Sanz (preparador físico), Miguel Ángel García (preparador físico), José Manuel Ramón (entrenador de arqueros) y Álvaro Astolzi (fisioterapeura) en el cuerpo técnico.
La dotación española no termina allí. Carlos Antón es el director deportivo, Álvaro Rius es el jefe de equipo de scouting y en las divisiones formativas trabajan José Bargues, Carlos Hugo Bayón y Santiago Sánchez. “El modelo español gusta mucho en Arabia Saudita. Les llama mucho la atención la cantidad de jugadores jóvenes españoles que están en las grandes ligas europeas y quieren implantar aquí esa forma de trabajar para potenciar a la generación de futbolistas saudíes que competirán en los próximos Mundiales”, explicó Bargues en una entrevista publicada el año pasado en el diario As.
En la temporada del regreso a la Premier League saudí, Al-Qadsiah ya no contará con sus goleadores en la pasada campaña (Vietto quedó libre y Diagne pasó al NEOM SC de la segunda división), pero en las últimas semanas incorporó a varios futbolistas de renombre. Algunos de los que se sumaron fueron el excapitán de Real Madrid Nacho Fernández, el arquero del seleccionado belga Koen Casteels (tras nueve temporadas en el Wolfsburgo alemán), el uruguayo Nahitan Nandez (llegó desde Cagliari) y el gabonés Pierre-Emerick Aubameyang (la temporada pasada convirtió 29 goles y dio 11 asistencias para Olympique de Marsella).
Este martes, después de disputar los Juegos Olímpicos con el seleccionado dirigido por Javier Mascherano y de gozar de unos días de vacaciones, Ezequiel Fernández fue presentado en Al-Qadsiah, que debió desembolsar los 23 millones de dólares necesarios para ejecutar la cláusula de rescisión del mediocampista de Boca, quien firmó un contrato por cinco años. Es muy probable que en las próximas horas se sume a esta pequeña constelación el cordobés Dybala.
Un técnico argentino en Al Khobar
Hasta la llegada del español Míchel González, en la lista de entrenadores que pasaron por Al-Qadsiah figuran representantes de una pluralidad de países con mayoría de tunecinos (14), saudíes (8) y brasileños (4), además de un sinfín de europeos. Entre ellos había un argentino: Daniel Ermindo Lanata, llamado así en homenaje a Daniel y Ermindo Onega, símbolos de River en los años sesenta.
Nacido en Casilda y con un pasado como jugador que no trascendió de la liga de su ciudad, Lanata colgó los botines y comenzó una carrera como director técnico que lo llevó a recorrer América del Sur y que lo tiene instalado en Paraguay desde 1996. En ese país condujo a varios equipos, aunque fue su trabajo en Sportivo Luqueño, con el que disputó la Copa Libertadores en 2008, lo que le valió un llamado desde Medio Oriente.
“En Paraguay había un empresario de apellido Yoma, que era del Líbano. Armó una carpeta con varios candidatos, de la que salió mi nombre. Fue una linda experiencia. Breve, pero linda”, recuerda en diálogo con Clarín.
Es que el técnico argentino llegó al club en junio de 2009 y permaneció en territorio saudí apenas dos meses. El motivo de su salida no fue deportivo, sino que estuvo vinculado a la difícil convivencia con los popes de la institución. “Como me decía Luis Cubilla: ‘Lanata, no puede haber dos técnicos’. Ellos pensaban de una manera diferente a la mía, así que cada uno siguió su camino”, alcanza a resumir.
La fugaz aventura del santafesino le dejó como recuerdo “la tranqulidad y el respeto” que impera en Al Khobar. “Parece un pueblo grande, hay mucha calma y silencio. Los jugadores rezaban cinco veces por día y nos entrenábamos de noche porque el calor era terrible. Fui con mi cuerpo técnico y allá estaba jugando Darío Gigena, además de Gustavo Alfaro, que dirigía a otro equipo”, rememora Lanata.
Eso sí: el choque cultural en la tierra donde vivirán Ezequiel Fernández y Paulo Dybala puede ser muy fuerte. “Un día estábamos en Qatar, que está a dos horas en avión, y entramos a comer a un hotel muy lindo. En un momento me acerqué a servirme al buffet y alguien que atendía me agarró del brazo y me sacó. Me explicaron que en ese momento había una mujer y no podía tener contacto con ella. Era una pareja, se sentaron cerca de nuestra mesa y rodeados de biombos. Es muy difícil ver mujeres por la calle”, explica el DT, todavía asombrado a pesar de que ya pasaron 15 años.