En una ceremonia inolvidable como la que se vivió este viernes en París, en la apertura oficial de los Juegos Olímpicos, no podía faltar la fiesta celeste y blanca. Los argentinos dijeron presente en la inauguración y le pusieron, como hacen cada vez que se juntan para representar al país en una competencia internacional, un color y un sabor especial como solo ellos saben hacer. Liderados por los abanderados Luciano De Cecco y Rocío Sánchez Moccia, disfrutaron del desfile en barco de las delegaciones, a pesar de la lluvia, y por un rato, el aire parisino se llenó de voces de «una banda quilombera» que hicieron oír bien fuerte el «Vamos, vamos, Argentina…».

La delegación albiceleste -una buena parte de ella, al menos- hizo la previa de la celebración en la Villa Olímpica. Todos los que están instalados en ese enorme complejo habitacional se calzaron la vestimenta diseñada especialmente para la ocasión -pantalón y campera azul, camisa blanca y zapatillas a tono- y se juntaron al frente al edificio que transformaron en su segunda casa para tomarse la foto de protocolo. Sonrientes, posaron para la cámara, y descargaron la ansiedad, la alegría y quizás algunos nervios con un «Olé, olé, olé… Cada día te quiero más. Sooooy argentinooo. Es un sentimiento, que no puedo parar».

Hubo charlas, abrazos y fotos, que cada uno guardará como un recuerdo único. Y cerca de las 17, partieron rumbo a la zona del Puente Austerlitz, el punto de partida del recorrido. Aunque no todos, en parte porque había una capacidad limitada en el barco que compartieron con Antigua y Barbuda, Arabia Saudita, Armenia y Aruba; pero además porque hubo quienes prefirieron no someterse al desgaste que suele conllevar este tipo de ceremonias.

Los integrantes del seleccionado de vóleibol -excepto De Cecco, claro- eligieron quedarse en la villa. «Vamos a descansar para mañana, que tenemos la primera batalla contra Estados Unidos. Lo vamos a mirar por televisión, acá con el matecito», contó Facundo Conte en su cuenta de Instagram.

A uno de los colectivos de la flota del transporte oficial de los Juegos, se subieron representantes de muchos de los deportes en los que competirá Argentina. Las Leonas, firmes acompañando a su capitana, Sánchez Moccia, y los Leones. Los Gladiadores, con Diego Simonet, Federico Pizarro y Federico Fernández a la cabeza. Todo el equipo de yachting, Lucía Falasca, Francisco Guaragna, Catalina Turienzo, Mateo Majdalani, Eugenia Bosco, Francisco Saubidet Birkner y Chiara Ferretti, que vino desde Marsella, donde se realizarán las competencias de ese deporte, porque no quería perderse la fiesta.

Saluden desde el barco. Foto: APSaluden desde el barco. Foto: AP

También Santiago Lorenzo, de tenis de mesa, con su entrenador Gastón Alto. Federico Gil, de tiro; José Torres, de BMX; y Matías Dell Olio y Mauro Iglesias, de skate. Lourdes Carlé y Tomás Etcheverry, acompañados por Guillermo Coria y Mercedes Paz. Y los nadadores Macarena Ceballos, Agostina Hein y Ulises Saravia.

Todos -y quizás alguno más que a la distancia y en la algarabía de la ceremonia, pasó desapercibido- se subieron alrededor de las 18 -una hora y media antes del arranque del evento- al barco, que los llevó luego a recorrer París desde las aguas del Sena. Algunos con pilotos transparentes, otros desafiando la lluvia, fueron recorriendo los seis kilómetros entre Austerlitz y el puerto Iéna, que une el Trocadero con la Torre Eiffel.

Luciano De Cecco y Rocío Sánchez Moccia, los abanderados argentinos. Foto: APLuciano De Cecco y Rocío Sánchez Moccia, los abanderados argentinos. Foto: AP

Al ritmo «Vamos, vamos, Argentina, vamos, vamos, a ganar», fueron contagiando la energía a cada grupo de espectadores que se cruzaban, instalados en las tribunas que se habían instalado al margen del río. Hasta a una de las voluntarias que los acompañó en la embarcación se la vio entonando «Que esta banda quilombera, no te deja, no te deja de alentar».

Esa fue la ceremonia que eligieron disfrutar los argentinos. Porque tras desembarcar en el Trocadero, todos los atletas regresaron a la Villa y no estuvieron presentes para el resto de la inauguración. Quizá para evitar mojarse con los chaparrones que no dejaron de caer en toda la tarde. O para no desvelarse demasiado, ya que este sábado, para muchos, arranca la competencia, para lo que se prepararon los últimos cuatro años. Aunque seguro dirán que valió la pena tomarse una «licencia» y vivir en primera persona la inédita e impresionante fiesta que abrió París 2024.



Fuente Clarin

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