El fútbol, como la política, ha experimentado en las últimas décadas un florecer de los -ismos individuales. El cruyffismo, el menottismo o el bilardismo de otros tiempos parieron numerosos vástagos como el guardiolismo, el kloppismo, el bielsismo y hasta el gallardismo, que tienen adherentes fervorosos y detractores irreductibles. Sin embargo, nadie ha escuchado hablar jamás del ancelottismo. Si de méritos se tratara, no faltarían motivos para fundar esa corriente. Pero Carlo Ancelotti, quien el sábado buscará su tercera Champions League con Real Madrid cuando enfrente a Borussia Dortmund en Wembley, no genera esas pasiones. Y quizás allí radique parte de su éxito.
El perfil de Linkedin del italiano resume sus 11 experiencias profesionales como entrenador y da cuenta de sus 16 temporadas como futbolista profesional en Parma, Roma y Milan, y de sus tres años como asistente de Arrigo Sacchi en el seleccionado italiano entre 1992 y 1995. También menciona su manejo de cuatro idiomas: italiano, español, inglés y francés. Nada dice sobre sus 28 títulos como DT, entre ellos 12 con Real Madrid, pero esa es la porción más repetida de su currículum.
El debate acerca de la precedencia del huevo o la gallina se ha trasladado a la carrera de Ancelotti: ¿ganó tanto porque estuvo a cargo de grandes equipos o formó grandes equipos y por eso ganó tanto? Es cierto que ha tenido a cargo a muchos de los mejores jugadores de las últimas décadas: Cristiano Ronaldo, Zlatan Ibrahimović, Zinedine Zidane, Ronaldinho, David Beckham, Robert Lewandowski, Frank Lampard, Alessandro Del Piero, Michael Ballack, Paolo Maldini, Karim Benzema y Clarence Seedorf son solo algunos. Pero otros técnicos también han contado con planteles de elite y han estrellado la calesita.
¿Qué distingue al italiano? Una primera respuesta la ensayó el año pasado Gaetano Parenti, uno de sus compañeros en Reggiolo Calcio, el club en el que Ancelotti jugó entre los 14 y los 16 años antes de incorporarse a las divisiones formativas de Parma. “Es un tipo normal que consiguió algo extraordinario. Es difícil hablar de él porque aparentemente no tiene nada singular o extraño. Ahí está la grandeza, en esa tranquilidad y simplicidad. Como entrenador y jugador hizo de la normalidad un dogma, un arte. Es difícil que alguien normal realice cosas maravillosas, pero Carlo lo hizo”, aseguró su excompañero.
Esa tranquilidad y esa simplicidad parecen haber forjado la llave maestra con la que este hombre, que nació en Reggiolo, un pueblo de menos de 10.000 habitantes en la provincia de Reggio Emilia, abrió el cerrojo de tantas superestrellas con las que convivió y que, en su abrumadora mayoría, han destacado sus cualidades profesionales y personales, algo nada sencillo en un universo en el que los egos abruman.
“El míster siempre me ha dado mucha confianza y eso nunca lo voy a olvidar. He aprendido mucho con él”, resaltó el francés Karim Benzema el día de su despedida de Real Madrid. “Es un gran tipo. Me llevo muy bien con él, lo pasamos muy bien juntos en el Real Madrid y estoy seguro de que va a ser increíble estando otra vez al mando”, sostuvo el galés Gareth Bale en junio de 2021, antes de regresar a la capital española después de su préstamo en Tottenham. En su última temporada vestido de blanco casi no jugó, pero eso no alteró su concepto sobre el DT que el 10 de junio cumplirá 65 años.
Sergio Ramos, un jugador que tuvo cortocircuitos con varios técnicos a lo largo de su carrera (entre ellos, José Mourinho y Luis Enrique), construyó un vínculo de hierro con el italiano durante su primer ciclo en Madrid, entre 2013 y 2015, que nunca se rompió. “Es un entrenador que ha sido futbolista, que maneja un vestuario a la perfección, que entiende desde el primer jugador hasta el último. Además de ser un buen entrenador, es una buena persona. Por eso se ha ganado al madridismo y a toda la plantilla”, explicó en diciembre de 2014.
El brasileño Kaká, que trabajó con él en Milan entre 2003 y 2009, lo definió como el DT que más lo hizo progresar en su carrera. “Tiene la capacidad de hacer funcionar a un jugador en su mejor nivel, eso es lo que más me gusta. Entiende al jugador y trabaja de manera personalizada con cada uno. Tiene la habilidad de manejar grandes grupos: mantuvo estabilidad y un buen ambiente con 30 jugadores durante siete años”, detalló en 2020.
En la misma línea, el inglés Paul Clement, quien fue su ayudante principal entre 2009 y 2017 en Chelsea, París Saint-Germain, Real Madrid y Bayern Múnich, consideró que Carletto era “brillante manejando personas”. “Y no solo a jugadores de renombre, sino también a los dueños de los que clubes en los que ha trabajado: Silvio Berlusconi en Milan, Roman Abramovich en Chelsea y Florentino Pérez en Real Madrid”.
La vida de Ancelotti, por supuesto, no es un cuento de hadas. Por ello también tiene sus detractores. Las críticas periodísticas, tan habituales como el amanecer o la lluvia, lo han perseguido cada vez que los resultados no han sido óptimos. En muchos casos, se apunta a su veteranía y su falta de adaptación al fútbol moderno. Puertas adentro, también se ha encontrado con planteles con los que no consiguió la mejor sintonía.
Cuando fue despedido de Bayern Múnich, en septiembre de 2017, la prensa se hizo un festín con una supuesta conspiración de los pesos pesado del plantel para deshacerse del DT. Se señaló a Thomas Müller, Franck Ribéry y Arjen Robben como cabecillas del núcleo golpista e incluso se detalló que el neerlandés se había quejado ante la dirigencia del club y había asegurado que los entrenamientos del equipo infantil en el que jugaba su hijo de nueve años eran más intensos que los del plantel superior del Bayern. Sin embargo, ninguno hizo públicos sus cuestionamientos. De hecho, Robben los negó. «Estas publicaciones son mierda. Odio cuando ocurren cosas como esta, soy la última persona que tendría que ir a criticar a un entrenador, a un compañero o a cualquier otra persona”, sostuvo.
En Real Madrid, el club al que conduce por segunda vez desde junio de 2021, nunca se encontró con esas dificultades. Sería fácil pensar que el romance se basa únicamente en sus logros deportivos: una docena de títulos y una impresionante marca de 208 victorias en 290 partidos (además registra 50 empates y solo 32 derrotas) serían suficientes. Sin embargo, el fútbol moderno, ese al que supuestamente Ancelotti no se adapta, es casquivano, no conoce de lealtades eternas y a menudo se rige por una implacable ley escrita con tinta limón: el que pierde se va.
El 29 de diciembre de 2023, cuando todo indicaba que al final de la actual temporada partiría a Brasil para dirigir al seleccionado verdeamarelo, el italiano extendió su contrato con el Merengue hasta el 30 de junio de 2026. Un par de días después, aseguró que este sería el último banco en el que se sentaría. “Puede ser en 2026 o puedo seguir aquí después. Me gusta Madrid, quiero quedarme aquí”, explicó.
La dirigencia del club de la capital española hizo todo lo que estuvo a su alcance para lograr esa renovación. Y lo hizo pese a que el equipo venía de una temporada floja. Si bien en el primer segmento había ganado la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes, luego había sido holgadamente relegado por Barcelona en la Liga de España y había sido vapuleado por Manchester City en las semifinales de la Champions League. El título en la Copa del Rey había dejado sabor a poco.
Pero los resultados no fueron el factor determinante. La dirigencia valoró la armonía que el técnico había logrado con el plantel en los últimos años. Y también el gran trabajo que viene realizando en pos de la renovación de una dotación que ha visto partir a varias vacas sagradas y se fue reconfigurando a partir de la emergencia de figuras jóvenes.
Desde el inicio de su segundo ciclo, partieron Sergio Ramos, los brasileños Marcelo y Casemiro, el francés Raphaël Varane, el galés Gareth Bale, Isco y Marco Asensio, entre otros; el sábado se despedirá el alemán Toni Kroos y el futuro del capitán Nacho Fernández es incierto (su contrato expira el 30 de junio). Como contrapartida, en este tiempo tomaron el relevo los brasileños Vinícius y Rodrygo, el uruguayo Federico Valverde, los franceses Eduardo Camavinga y Aurélien Tchouaméni, el inglés Jude Bellingham, Brahim Díaz y el turco Arda Güler. Todo ello sin estruendos.
“Cada año, esta plantilla pierde piezas, pero lo que no tiene que perder es este ambiente”, señaló el entrenador la semana pasada, al hacer referencia al retiro de Kroos. “El compromiso de esta generación de futbolistas sigue con los que están. Los jóvenes deben manejar el ambiente limpio que esta generación ha sido capaz de crear en este tiempo”, añadió. En eso, él ha sido fundamental.
Importante, aunque menos visible, ha sido el trabajo de dos hombres que han servido como puente generacional con el fútbol moderno: Francesco Mauri (35 años), su asistente técnico, y, sobre todo, Davide Ancelotti (34), su hijo y primer asistente. Davide, que a los 22 años se graduó como licenciado en Ciencias del Deporte en la Universidad de Parma, trabaja con su padre desde hace 12 años y es el responsable de la preparación de los entrenamientos y, muchas veces, también de su ejecución.
“Mi padre ha sabido integrar a gente joven en el cuerpo técnico. Encontramos un buen equilibrio. Nosotros hemos modernizado la forma de hacer las cosas para que él se pueda centrar en la relación con los jugadores”, contó Davide, quien en los próximos meses podría iniciar su carrera como entrenador principal (según el diario L’Equipe, se postuló para ser el técnico del Reims francés y es el principal candidato para asumir ese cargo).
Respaldado por sus jóvenes escuderos, el veterano Carlo, quien se autopercibe italiano, pero también “muy alemán” (“No hablo mucho, prefiero escuchar”, justificó), irá a la caza el sábado de su quinta coronación en la Champions League (es el entrenador récord en esa competencia), su 13° título con Real Madrid y el 29° en su carrera como DT. Muchísimo. Aunque no lo diga su perfil de Linkedin.