El VAR llegó al fútbol para traer justicia. Eso dicen y repiten hasta el hartazgo los que trajeron el VAR. Y sí. Puede ser. Pero también llegó para alimentar las polémicas. Y para dejar expuestos a tipos que con buena fe -porque también hay de los otros- intentan administrar un buen espectáculo en un partido de fútbol.
La cuestión es que ahora los árbitros, los villanos eternos de las películas que duran 90 minutos (y el descuento), no se pueden equivocar. Hay alguien que les avisa que pasó esto y aquello después de mirar una y otra vez una jugada en cámara lenta y súper lenta. Observan la secuencia cuadro por cuadro. Son rumiantes del fútbol. Y se siguen equivocando.
Son, en realidad, colegas. Deberían ayudarlos. Pero lo único que hacen es exponer al árbitro de campo que tomó la decisión en un milisegundo. Todo con 22 tipos gritándole de cerca, con otros 20 quejándose a rabiar desde los bancos de suplentes y con otros miles descargando frustraciones desde las tribunas y articulando teorías conspirativas que no le duran ni un round a la coherencia.
¿A qué viene todo esto? Sobran los ejemplos. El descuento de Benfica en el estreno de Boca en el Mundial de Clubes llegó por un penal que el árbitro no vio ni en figuritas. Era imposible observar -también inconcebible- cómo durmió Palacios y cómo Otamendi aprovechó la distracción para convertirse una especie de punching ball del tren inferior del chileno y ser víctima de una infracción que años atrás nadie habría siquiera reclamado. Pero existe el VAR. Y el mexicano César Arturo Ramos Palazuelos no tuvo otra que rendirse ante la evidencia.
Le pasó este miércoles a Facundo Tello en el partido que Real Madrid empató 1-1 con Al Hilal. El pito argentino quedó condicionado a cobrar penal por el manotazo que Mohammed Al-Qahtani le propinó a Fran García porque el uruguayo Leodán González lo llamó para marcarle la omisión desde la comodidad del VAR. El jugador del club saudita hizo un movimiento para cubrir la pelota que ¡salía del área grande! y tuvo la desgracia de pegarle al rival. El potrero, más allá del reglamento, pedía a gritos un «siga, siga». Pero sonó el intercomunicador y el juez argentino, después de ver la repetición en el monitor que está en la cancha, no tuvo otra que marcar la infracción.
¡LA INFRACCIÓN QUE TERMINÓ EN PENAL PARA REAL MADRID SOBRE EL FINAL!
Tello marcó falta de Al-Qahtani contra Fran García tras revisar la jugada en el VAR.
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— DSPORTS (@DSports) June 18, 2025
El problema es que un rato antes Tello había omitido cobrar foul en una jugada similar en el área del Merengue. Ahí, aunque suene antipático defender a un árbitro, la culpa no fue del pito argentino. La culpa fue de Leodán -parece el título de una novela de Mario Vargas Llosa- porque Leodán tuvo una doble vara.
Nadie se iba enterar si en Riad había gente enojada con la actuación del juez argentino. Pero qué hubiese pasado si Tello desoía la recomendación de su par que administra la tecnología a minutos del final del partido en Miami. Se le caía, como mínimo, un Chiringuito encima. Ni qué hablar de las tapas de los diarios deportivos de la capital española. Era el debut y despedida para el árbitro oriundo de Bahía Blanca en el Mundial de Clubes. Por suerte apareció Bono e hizo justicia al frenar el remate de Valverde,
90+1′ THIS IS INSANE! Penalty to @realmadrid, Valverde from the spot and Bono SAVES IT! We are still level in Miami! 😮
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¿Ayuda la tecnología? Claro. Todo lo que facilita la precisión es bienvenido. El tema, figurita repetida, es que al VAR lo manejan humanos y la tecnología termina siendo obsoleta. Porque el problema es más viejo que domador de dinosaurios -si es que existieron (NO)-: el humano se equivoca y el sentido común es el menos común de los sentidos -con perdón del doble lugar común-. Ya sea corriendo con un silbato en la boca -y ahora con una cámara en la oreja- o sentado frente a varias pantallas y un sinfín de repeticiones. Capaz es necesario entender que no tiene nada de malo equivocarse. Del error se aprende. De lo que no se aprende es de las injusticias.