Este ciclo de la Selección Argentina bien podría ser explicado en una oda, esa poesía lírica que nació en la Grecia antigua y que permite explicar también los estadíos de un equipo que ha decidido marcar época y que este domingo elevó aún más su propia vara siendo campeón de la Copa América con la victoria sobre Colombia en el alargue. Porque la Scaloneta ha demostrado elegancia y una perfección casi absoluta; también ha tenido que hacer uso de sus movimientos rápidos y transiciones abruptas; y alguna vez una irregularidad que lo hizo pasar sofocones.

Pero no hay duda alguna que lo construido en estos cinco años desde el pozo más profundo al cual se podía caer se metió bien adentro de los hinchas, esos que están sus casas frente a la televisión soportando el frío y los que bancaron la desastrosa organización que los dejó horas bajo un insoportable calor, apretados contra las rejas de acceso del estadio Hard Rock de Miami.

Se ha repetido que lo que suele ser más difícil no es llegar, sino mantenerse. Más aún si te tocan vicisitudes como las que ha atravesado durante estos 77 partidos que tiene de vida la Scaloneta. Los que ya se saben y los constantes de este camino por la Copa América 2024, incluida una final de 120 minutos con tonos dramáticos.

Los campos de juego, la suspensión de Lionel Scaloni, la contractura y el tobillo de Lionel Messi, los penales contra Ecuador y una noche que pareció armada para Colombia, salvo por Abel Pintos entonando el Himno Argentino en la previa. Shakira en el entretiempo, Maluma cantando sus temas en las pantallas gigantes y la mayor proporción de hinchas en las tribunas. Podría haber sido El Campín de Bogotá, tranquilamente.

Pero acá también se plantó la Selección Argentina, la que renueva objetivos, la que no pierde el hambre, como bien graficó el arquero Emiliano Dibu Martínez en la conferencia de prensa 24 horas antes del partido decisivo en el mismo estadio donde después llegó la consagración.

Es el mismo que descolgó mil centros, el que había hecho la promesa en esa misma intervención ante los medios que iba a intentar mejorar esa faceta para neutralizar el juego aéreo de Colombia, una de las armas letales que había demostrado en este torneo. El mismo que se queda con la última pelota suelta y la abraza como el tesoro más preciado.

Tiene carácter la Scaloneta. En tiempos de psicología deportiva, no hay nada que se le pueda retrucar a un grupo que es totalmente ilógico. No se conforma con el cuarto título en cinco torneos, desde su entrenador al que alguna vez se lo catalogó como un pasante y alcanzó a Alfio Basile como el segundo máximo ganador de la historia albiceleste, en su primera experiencia como DT, a tres de Guillermo Stábile.

Ha empezado de la mejor manera la defensa de la Triple Corona. La que empezó en el estadio Maracaná, la que siguió en Wembley y terminó (o empezó) en Qatar. Se había mencionado el cierre de un ciclo en este partido ante Colombia. Porque más allá que hubo 21 jugadores que repitieron de la Copa América 2021 y el Mundial 2022, el recambio generacional es inevitable.

Por eso se abrazan Angel Di María con Lionel Messi, entre lágrimas, pero también Alejandro Garnacho y Valentín Carboni. Por eso se chocan para defender con el cuchillo entre los dientes esa pareja excelsa de centrales que es Lisandro Martínez y Cristian Cuti Romero. Todos se besan, todos saludan a sus familias.

Monopoliza esos saludos Lautaro Martínez. Al que la sequía de un año y medio le dio paso a una cosecha goleadora sin precedentes, con su quinto gol en el torneo para definir la final en el Hard Rock. El complemento con Julián Álvarez es casi poético, también.

Por ahí anda De Paul y su nuevo look también, con un regalo inmejorable de cumpleaños para su hijo Bautista. Sin correr, lo cual es una novedad. Puede tener errores en el manejo de la pelota. ¿Quién hace un partido perfecto, no? Pero jamás se le podrá achacar su entrega, es un Motorcito que contagia.

Y el final es para el padre de la criatura, elevado al Olimpo de los dioses. Quizás, entre sus dotes, también esté el de escribir, por lo que tranquilamente podría redactar una oda con el estilo que quiera. Porque ese mote que se le pegó cuando algún ocurrente dibujó un colectivo con todos arriba ya quedó en la historia. La Scaloneta es una forma de sentir los colores de la Selección. Los que él y su cuerpo técnico mamaron desde muy chico, y transmiten con una precisión quirúrgica.

Llegará otro tiempo fructífero, probablemente. Pero hoy, la Selección Argentina de fútbol, por competitividad, por legado, por estar seis años en la cima, ratificó una vez más que es la mejor de la historia.





Fuente Clarin

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