En una mano de truco, ese juego de naipes milenario y tan arraigado en la Argentina, hay un 0,0005 de probabilidad que le toque al mismo jugador el as de espadas y el as de bastos, las dos cartas mayores en la escala de valores. La Selección jugó con al menos uno de esos ininterrumpidamente durante los últimos 11 años. Este jueves, 91 partidos después, ni Lionel Messi -lesionado- ni Ángel Di María -protagonista de un muy emotivo reconocimiento en la previa- estuvieron dentro del campo de juego del estadio Monumental para el triunfo ante Chile, pero hubo algo mucho más importante que una individualidad: el equipo.
La Scaloneta es una marca registrada que sumó otro capítulo en el 3-0 por la séptima fecha de las Eliminatorias Sudamericanas. Está dentro de la nómina de patentes históricas del fútbol mundial. Es lógico, de todas formas, que la dimensión se tome cuando esta era esté llegando a su final. Ojalá no ocurra, pero el deporte es así de cíclico. Recién en ese momento extrañaremos estos días de palmas rojas de aplausos y gargantas afónicas de golazos.
De un tiempo cada vez más largo a esta parte, se sabe que la Selección Argentina es garantía. Su recuperación tras pérdida es envidiada y destacada por todo el mundo fútbol, su posesión es fluida, hace circular de lado a lado con paciencia y tratando de elegir la mejor manera de finalizar sus ataques.
Esa que quizás le faltó en el primer tiempo ante los trasandinos dirigidos por Ricardo Gareca, pero que le sobró después del gol de Alexis Mac Allister, cuando los hinchas empezaron a entonar el típico ‘olé, olé’ para acompañar como un coro el movimiento de los pases albicelestes.
Administra abundancia Scaloni, se ha dicho durante la reciente Copa América. Y eso se nota, precisamente, en las ausencias. Cuando mira hacia atrás el DT nacido en Pujato, que cumplió 78 encuentros (y ganó 56) en la fría noche de un Monumental con fisonomía atípica por el aforo reducido en las dos cabeceras bajas por la sanción de Conmebol, encuentra todas las variantes posibles.
Que una estructura de juego no se debilite ante la falta de tal o cual apellido es un mérito del cuerpo técnico, pero también de los jugadores. Porque arropan a los nuevos sin visión egocéntrica. Sin pensar que vendrán a ocupar su lugar, sino que, si los eligieron, es porque vinieron a hacerlos mejores.
La fiesta fue completa con el soberbio zurdazo de Julián Álvarez y el cuarto gol de Paulo Dybala con la camiseta de la Selección. El destino, como un guiño, quiso que sea usando el dorsal ’10’ justo ante la ausencia del astro rosarino, del as de espadas.
Hay espacio para todos en la Scaloneta. Incluso para seguir dando rodaje a Alejandro Garnacho o para hacer debutar a un Valentín Castellanos que nunca jugó en Primera División en la Argentina.
Si hasta Emiliano ‘Dibu’ Martínez, en un partido ya liquidado, se guarda esa atajada viral que agiganta su leyenda con 34 vallas invictas en el arco de la Selección. Todos tienen un objetivo personal, es innegable, pero encima está el colectivo.
Y así lo entienden los hinchas también, que se quedaron a acompañar a los maestros de ceremonia Rodrigo De Paul y Lautaro Martínez -dos de las figuras de la victoria ante Chile- con sus cantitos, mientras daban la vuelta olímpica con la Copa América, a la que se sumó ‘Fideo’ Di María para recibir una nueva ovación.
Lo resumió bien Cristian ‘Cuti’ Romero, una de las banderas de este equipo: «Este grupo es muy sólido. Seguimos con las ganas de llevar a la Selección a lo más alto. Les transmitimos el mensaje a los chicos que están viniendo. Por más que parece que ya ganamos todo, queremos ir por más. Nadie nos regaló nada. Se armó algo hermosos con el grupo y no lo queremos perder. Seguramente la gente se siente identificada con nosotros».
Se puede quedar sin los dos más importantes del mazo, Argentina. Pero ahí no termina esta historia, porque todavía hay 38 naipes más a la altura de seguir llenando vitrinas…