Sufría Racing desde aquel gol de Kaio Jorge en el inicio del segundo tiempo. Los miles de fanáticos que viajaron a Asunción y los miles que se quedaron acá en la Argentina sentían que la gloria estaba ahí. Pero el tiempo no pasaba y el asedio de los brasileños hacía paralizar los corazones. Todo hasta que Roger Martínez corrió en soledad para quedar mano a mano con Cássio…
Todos los hinchas de Racing recordarán cuán largos se les hicieron esos pocos segundos que duró la corrida del colombiano. Evocarán por siempre qué sintieron, a qué o a quiénes se aferraron. Se hizo un mínimo silencio en la Nueva Olla y tambíen en el Cilindro con las pantallas gigantes. Corrió Roger, el extranjero nacido en el predio Tita. Fue una espera larga porque el delantero no estaba para jugar: arrastraba molestias en el tobillo que se notaron. Pero Costas lo metió para que le quede una. Y ahí estaba.
Entonces llegó Roger al área con la cabeza levantada y la idea fija: cruzar el remate. Tiene jerarquía el colombiano y no falló: definió fuerte justo al pie de apoyo del arquero, ahí donde Hernán Crespo decía que hay que apuntar. Al cabo, fue el 3-1 que desató la locura de los millones de académicos, todos ellos representados en Gustavo Costas, el entrenador que se abrazó a sus hijos, ambos colaboradores en el cuerpo técnico.
Roger se sacó la camiseta y se tiró al piso a llorar. Todos fueron a hacer una pila humana con él. Arriba, en las tribunas, todo era un abrazo porque Racing se sacó la mufa y gritó campeón en el plano internacional después de 36 años. Y sí, todos recordarán el momento de la corrida memorable de Roger Martínez.
«Estoy muy feliz por el momento, por estar haciendo la historia. Todos saben lo que es para mí este club. Quería volver estando bien. Y es una felicidad enorme terminar el juego con un gol mío», contó Roger. Y cerró: «Racing me abrió las puertas como si fuese mi familia. Volví y salí campeón. Y eso es lo más importante».