La Bombonera escupe fuego. Boca empuja, con el amor propio del final, con casi nada de lucidez. River aguanta, y se pregunta por qué no resolvió el duelo antes. Entonces, anticipa a todos Milton Giménez. Es gol. Se grita con bronca. Hasta que el VAR baja la espuma azul y oro y Nicolás Ramírez, la persiana al Superclásico. Festeja la banda roja. Y fluyen los silbidos, muy a pesar de la percusión de La Doce. Ningún hincha está “felí”, a decir de Juan Román Riquelme. Hacía un año que el equipo no perdía a orillas del Riachuelo. Justo contra su máximo rival. Detalles de un fútbol cíclico.
Lo ganó bien River. Fundamentalmente, por su prestación en el primer tiempo. No debió sufrir tanto, pero Miguel Borja mostró una gran displicencia. Todo lo bueno que hicieron Manuel Lanzini y Facundo Colidio, con enorme sacrificio, terminó opacado por el colombiano. Franco Armani y los centrales, especialmente Leandro González Pirez y Paulo Díaz, mostraron toda su firmeza en esos momentos calientes, cuando los elegidos tienen que responder. Con mayoría de suplentes, incluso aunque los cambios no hayan mejorado a su equipo, Marcelo Gallardo terminó celebrando.
Lo perdió bien Boca. Porque no hizo pie de entrada y aunque mostró otra actitud en el complemento, y resultó más agresivo sobre todo desde el ingreso de Exequiel Zeballos. Un zurdazo de Luis Advíncula en el travesaño, un mano a mano del Changuito que tapó Armani y ese gol que anulado por la mano de Giménez formaron parte de un pobre inventario de jugadas. El planteo de Diego Martínez no funcionó. Sobre todo, por los intérpretes que eligió para salir a la cancha. ¿Por qué eligió a Edinson Cavani, que estuvo inactivo durante 36 días, en lugar de arrancar con Giménez, su goleador? ¿Por qué Ignacio Miramón se desempeñó por la derecha, en un puesto que desconoce?
El secreto estuvo en el mediocampo. Sí, ahí mismo, en esa zona neurálgica que River dominó de principio a fin en el primer tiempo. Con un volante de contención (Nicolás Fonseca), uno mixto (Santiago Simón) y otro creativo (Lanzini), pero todos con la misma concentración para jugar, anticipar, recuperar y ser verticales. En ese momento, en el que conquistó el corazón de la cancha, el equipo millonario comenzó a ganar el partido.
El gol fue todo un síntoma de este concepto. De un rechazo deficitario llegó el anticipo de Lanzini a espaldas de Ignacio Miramón, la asistencia para Facundo Colidio, el remate cruzado del delantero, un rebote corto de Sergio Romero y la definición del propio “10”.
En ese 5-3-2 que presentó Gallardo en la Bombonera, los tres mediocampistas resultaron más decisivos que sus laterales. Lejos de lanzarse a la aventura del ataque, Fabricio Bustos y Enzo Díaz estuvieron más preocupados en contener a sus colegas xeneizes. Le costó mucho más al cordobés frenar a Lautaro Blanco que al linqueño controlar a Advíncula. Y hubo gran trabajo de Colidio y, especialmente, de Adam Bareiro, que aguantó a Cristian Lema y Marcos Rojo, se impuso en el juego físico y rebotó para sus compañeros, que siempre llegaron de frente con superioridad numérica.
Boca nunca se sintió cómodo a bordo de un 4-3-1-2 en el que no tuvo conexión porque perdió las divididas, porque estuvo muy impreciso Pol Fernández en la salida y Medina, suelto como una suerte de enganche, muy discontinuo. A excepción alguna proyección de Blanco o pinceladas de Kevin Zenón, no generó peligro en el área de Franco Armani. Es más, no pateó al arco en los primeros cuarenta y cinco minutos.
Los delanteros sufrieron por sus propias dificultades para generar peligro y por la falta de inspiración de sus compañeros. Cavani se mostró muy débil, no pudo articular el juego y casi siempre perdió con los centrales de River. Incluso Federico Gattoni, que arrancó con algunas dudas, terminó afirmándose. Miguel Merentiel participó muy poco. En este contexto, Boca facilitó el trabajo de la defensa de banda roja con los pelotazos de Romero, Lema y Rojo.
Recién en el desenlace de la etapa inicial, Boca pareció reaccionar con empuje y algo de amor propio. Sin embargo, dio la sensación de que River le perdonó la vida. Colidio no pudo aprovechar un flojo rechazo de Rojo porque llegó ante Romero para tapar con los brazos bien abiertos, apelando al estilo de un arquero de handball.
En el segundo tiempo, Boca arremetió en los primeros diez minutos, pero sin inquietar a Armani. Gallardo reemplazó a Bareiro y Simón cansados. Borja entró desconectado y a Nacho le costó encontrar su mejor su versión y se perdió en la intensidad del mediocampo.
Entró mejor Franco Mastantuono que Borja, dicho está. Y mientras River dilapidaba goles, Boca tenía esperanza. Giménez lamentó ese rebote en su mano. Lema terminó expulsado por protestar. Romero, enojado y casi a las trompadas con los hinchas de la platea baja. Los tres puntos se fueron para Núñez. Las sonrisas, también.