Se abre la puerta del avión y una bocanada de fuego entra sin pedir permiso. El calor es una patada directo al pecho que impide abruptamente el paso del aire. En Barranquilla se respira un aire caliente que de pronto despierta un sudor corporal indomable. La campera ya no sirve para nada y los pantalones cortos toman protagonismo.

De los 11 o 12 grados que hicieron el jueves en el Monumental a los casi 40 que pesan sobre esta ciudad del norte colombiano, a pasos del Mar Caribe. Ese cambio abrupto recibió a la Selección de Lionel Scaloni, que aterrizó cerca de las 20.30 de aquí en el vuelo chárter para cenar una hora y monedas más tarde en el Hotel Hilton Garden Inn, situado en el corazón de la zona comercial.

De haber aterrizado unas horas antes tal vez el trayecto del aeropuerto hacia el hotel hubiera sido algo tedioso producto de un piquete que los vecinos del barrio Las Trinitarias, Municipio de Soledad, lindero a Barranquilla, llevan adelante hace tres días por falta de luz en la zona. Cualquier similitud con algunos barrios de Buenos Aires no es pura coincidencia.

A esa altura, la zona pudo ser despejada y el micro albiceleste no tuvo inconvenientes para llegar hacia su búnker, en donde lo esperaban algunos hinchas, en su mayoría colombianos, pero todos con camisetas celeste y blanca.

Ante las ausencias de Lionel Messi, lesionado, y de Ángel Di María, retirado de la Selección, los fanáticos ponen el foco en otros protagonistas. Paulo Dybala es uno de los más buscados por los simpatizantes en todo el mundo. Aquí, en la puerta del hotel de la Argentina, Vanesa, una colombiana que le declara su amor a la Joya. Se vino con una foto suya, la camiseta de la Roma y un dibujo hecho de su puño que retrata un festejo de gol de Dybala junto a su padre, la figura más importante que Paulo recuerda mirando al cielo en cada gol. “Lo vi jugar un partido en Palermo contra juventus y desde ese momento lo sigo. Si este martes entra él voy a querer que haga un gol, dolerá un poco porque es a Colombia pero verlo feliz es incomparable”, cuenta.

Cerca, Jorge lamenta la ausencia de Leo: “Nos rompe el alma que no esté”. Pero ya tiene a otro ídolo en la Selección: “Después de Messi, el Dibu Martínez, es el más loco y pone a todos a llorar. Él le dio la Copa del Mundo a Messi”.

Santiago es argentino pero con su familia vive en Bogotá. Viajaron a Barranquilla para ver el partido. Él no se desvive por el ‘10’ y los delanteros; se muere por los defensores: “Con que esté Otamendi ya soy feliz y me encanta la agresividad del Cuti Romero y la técnica de Licha Martínez”. Su amigo, al lado, alienta Alejandro Garnacho”.

La efervescencia sin Messi no es la misma, claro, pero la Selección campeona de todo mueve pasiones igual. Algunos gotones caen del cielo entrada la noche. ¿Un alivio? La humedad que brota del hirviente asfalto confirma que aquí ni la lluvia trae alivio.



Fuente Clarin

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