Antes de subirse al ring, Imane Khelif fue señalada por su participación en los Juegos Olímpicos de París 2024. Pero, tras ganarle a la italiana Angela Carini en un combate que duró 46 segundos porque su contrincante abandonó, su género pasó a ser una cuestión de Estado para la primera ministra Giorgia Meloni -apoyada por el presidente Javier Milei en Argentina- y crecieron los cuestionamientos al Comité Olímpico Internacional por dejarla participar en la prueba de -66 kilos femenina.
«Todos los atletas que participan en el torneo respetan las reglas de elegibilidad e inscripción para la competición y cumplen con las normas médicas aplicables de acuerdo con las reglas 1.4 y 3.1 de la Unidad de Boxeo de París 2024″, habían informado desde el COI en la previa sobre la presencia de la argelina, que había sido olímpica ya en Tokio hace tres años, cuando perdió en los cuartos de final frente a la irlandesa Kellie Harrington, luego campeona.
Las redes sociales, entonces con ese comunicado y luego con lo ocurrido en el París Norte Arena del Centro de Exposiciones de Villepinte en el Seine-Saint-Denis, recordaron que la Asociación Internacional de Boxeo (IBA) -que no organiza el boxeo olímpico por falta de transparencia- la descalificó del Mundial de Nueva Delhi en 2023 porque tenía altos niveles de testosterona, un argumento que recuerda lo ocurrido con la bicampeona olímpica Caster Semenya.
Hace 15 años, después de ganar la prueba de 800 metros en el Mundial de Atletismo disputado en Berlín, la sudafricana pasó de la celebración al calvario de someterse a una serie de tests para comprobar que era mujer. Año tras año, incluso después de ganar el oro en Londres 2012 y Río 2016 en esa misma prueba, la atleta fue señalada, estigmatizada, analizada en laboratorios y prohibida, finalmente, tras negarse a tomar medicación por su hiperandrogenismo para seguir compitiendo.
Históricamente, las federaciones como World Athletics han tratado de implementar ciertas políticas de elegibilidad bajo las cuales han evaluado médicamente a los atletas y aconsejado los pasos médicos e incluso han realizado cirugías, algunas de ellas monstruosas, no por problemas de salud sino porque querían competir en deportes. «No es ético pedirle a una mujer atleta con niveles altos de testosterona que se producen de forma natural que los reduzca, porque es su testosterona natural», le había dicho a Clarín Payoshni Mitra, una de las defensoras de Semenya en su causa contra la Federación Internacional de Atletismo.
¿Cuál fue la postura del COI? En noviembre de 2015, la Comisión Médica y Científica convocó a médicos, científicos, abogados y fisiólogos en Lausana para redactar nuevas reglas, entre las que se impuso la condición de que se compruebe que los que antes eran considerados hombres y quieran competir con mujeres tengan un nivel de testosterona inferior a 10 nanogramos por mililitro de sangre en los 12 meses previo a la competencia, para lo cual debían someterse a tratamientos con estrógenos para frenar la hormona masculina. Y este jueves, a través de un extenso comunicado, volvió a dar explicaciones.
Pero como Semenya, Khelif no es un hombre ni tampoco es trans, de hecho, representa a un país que persigue a la comunidad LGBT+. Incluso, tras aquella exclusión del año pasado, se animó a hablar de un complot: «Hay gente que ha conspirado contra Argelia para que esta bandera no sea izada y que no obtenga la medalla de oro».
“Frecuentemente me hacían bullying por mi apariencia, pero me resistí y seguí luchando a pesar de todo. Participé en muchos torneos y no hubo problemas, pero cuando mis oportunidades de ganar la medalla de oro se volvieron altas, vinieron y lo evitaron; justificándose en que mis cualificaciones son mayores a las cualificaciones del resto de las mujeres”, señaló en los medios argelinos Koora y Algerian Ennahar TV.
Aquella vez también contó que su nivel de testosterona es alto desde que nació. Esta vez, en París, eligió el silencio y no dio declaraciones a la prensa. Según trascendió, sumado al hiperandrogenismo, Khelif padecería el síndrome de Swyer, «un sindrome no tan frecuente, en el que la persona puede presentar rasgos femeninos, pero tener un sexo cromosómico masculino«, según pudo saber este medio en un diálogo off the record con un médico genetista.
«No es muy común. En este sindrome tienen atrofia de los ovarios, en general. Se lo llama digenesia gonadal también. Si dice que tiene eso debería tener aspecto de mujer y un cariotipo masculino. En teoría, en el desarrollo, todos nacemos mujeres y después nos transformamos en hombres», agregó el especialista.
Quien volverá a competir el sábado, por los cuartos de final contra la húngara Anna Luca Hamori, tiene un amplio recorrido en el boxeo amateur. Comenzó a competir en los mundiales femeninos en 2018, cuando fue 17° en Nueva Delhi al perder en el primer round; volvió a ser eliminada en la primera ronda en el Mundial de Boxeo Femenino AIBA 2019 en Rusia. En 2022, en tanto, se convirtió en la primera boxeadora argelina en llegar a la final de un Campeonato Mundial de la IBA al derrotar a la neerlandesa Chelsey Heijnen y fue subcampeona.
En diciembre de ese año, en tanto, ganó un torneo internacional en Guadalajara, al vencer a la local Brianda Tamara Cruz, quien festejó cuando en 2023 fue descalificada del Mundial: «Cuando peleé con ella, lo sentí muy fuera de mi alcance, me lastimaban mucho sus golpes, creo que nunca en mis 13 años de boxeadora me había sentido así, ni con mis sparrings con hombres. Gracias a Dios, ese día baje bien del ring y qué bueno que por fin se dieron cuenta».
Declaraciones similares tuvo este jueves Carini en la agencia Ansa: «Siempre he luchado contra hombres, entreno con mi hermano, pero hoy he sentido demasiado dolor. No soy nadie para juzgar o tomar una decisión. Si esta mujer está aquí, por algo será«.