Es difícil explicar las sensaciones que dejó el partido de Boca ante Bayern Múnich. Más allá de la derrota -lógica y justa, por cierto- el conjunto argentino mereció un poco más en la calurosa y húmeda noche de Miami ante un Hard Rock Stadium que lució «full house». El equipo de Miguel Russo jugó un partidazo, sobre todo en el segundo tiempo y se bancó de tú a tú el duelo con el gigante alemán. Y por supuesto que no está eliminado del torneo, es cierto que depende de una victoria del equipo alemán y descontarle la diferencia de gol al Benfica para poder acceder a octavos. Pero quién le quita lo luchado, lo jugado y lo probado ante uno de los mejores equipos del mundo.

Se cansaron de repetir los jugadores de Boca, su entrenador y su presidente, Juan Román Riquelme, que llegaban al Mundial de Clubes a competir. Y Boca compite. Con sus armas, con lo que tiene, pero compite. Estuvo a pocos minutos de ganarle al Benfica y a otros pocos de sacarle un empate al poderoso Bayern Múnich. Y aunque en el bolso apenas tenga un punto, Boca es uno de los grandes vencedores de este torneo. Podrá coronarlo el próximo martes, en Nashville, cuando enfrente al Auckland City. O no, y se volverá a Buenos Aires con mucho más en la valija que ropa barata y algún teléfono de última generación a precio amigo.

Se valora tanto el esfuerzo del equipo de Russo porque enfrente quien se paró fue nada menos que el campeón de Alemania (ganó 12 de las últimas 13 ediciones de la Bundesliga), el que tiene a talentos como Harry Kane (la primera que le quedó en el área puso el 1-0) o Michael Olise (la única que le quedó fue para ganar el partido por 2-1). También al volante central Joshua Kimmich, dueño de la pelota y de todo el campo.

Y más, porque cuando Kevin Zenón tuvo el empate en el primer tiempo se dio de frente contra el muro del arco, Manuel Neuer, que además es un arquero jugador porque se para de líbero, recupera pelotas y las juega con precisión y criterio. Y todavía más, porque cuando el cuarto árbitro levanta el cartel para que se hagan los cambios los que entran son Jamal Musiala y Leroy Sané primero, y Thomas Muller un rato más tarde. Así no hay corazón que aguante, no hay defensa que pueda detener a los Panzer alemanes.

Pero el partido termina y la multitud de hinchas de Boca se queda largo rato cantando y revoleando las camisetas por encima de las cabezas: «Olé, olé, olé, soy bostero, es un sentimiento, no puedo parar». Cuándo en el último tiempo los hinchas de Boca se fueron tan contentos con su equipo después de una derrota. Cuánto cambió en el plantel y en la gente desde aquellas frustraciones frente a Lanús e Independiente en los playoffs del Torneo Apertura a este empate y derrota con Benfica y Bayern Múnich.

El gol de Merentiel para el 1-1 parcial en el segundo tiempo fue un poema. El pase al vacío de Alan Velasco, que finalmente logró entrar en el corazón del hincha de Boca y se fue ovacionado; el toque del uruguayo para tirar la pelota por un lado y pasar al defensor por el otro para después encarar a Neuer y definir a lo bestia fue un triunfo dentro de esos pequeños partidos que se juegan en cada partido. Al menos ese lo ganó Boca.

Claro que en el primer tiempo la pasó mal. Sufrió mucho por las bandas cuando Olise quedaba mano a mano con Lautaro Blanco y el lateral derecho Konrad Laimer entraba como una flecha por el medio. Y también es cierto que las estadísticas no dejan mentir: Bayern Múnich dominó en la posesión del balón, en duelo, en pases completados. En definitiva, en todos los aspectos del juego. Por eso ganó el partido, con mucha justicia.

Aunque si por un ratito al menos Boca pudo ponerlo en aprietos, hacerse sentir en el partido y hasta revertir una situación adversa en el marcador, fue como mojarle la oreja al gigante. Y ese momento del partido que tuvo su clímax con el gol de Merentiel es un recuerdo que los hinchas que viajaron hasta Miami atesorarán en sus memorias el resto de los días. Y encima, Boca todavía tiene una bala de plata para entrar a octavos. ¿Qué más se le puede pedir?



Fuente Clarin

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