Trece goles en 210 minutos de una serie fuera de serie. La semifinal entre Inter y Barcelona significó una nueva muestra de por qué el fútbol engancha hasta el menos futbolero. Como pasa en los Mundiales, los gritos de los goles retumbaron en las oficinas, circularon como regadera por los grupos de Whats App y multiplicaban los opinólogos de lo que tendría que hacer tal o cual dentro del campo de juego. Muchas veces se compara el fútbol de acá y de allá, de vez en cuando se animan a desafiar en redes sociales con que determinadas situaciones «no se consiguen» en el Viejo Continente, pero la única verdad es la realidad: los partidos de Champions cada vez son más espectaculares.
Hace unos años atrás, en 2017, la tapa del diario catalán ‘AS’ tituló ‘El mayor espectáculo del mundo’ cuando Lionel Messi le dio el triunfo a los 92 minutos al Barcelona sobre el Real Madrid en el Santiago Bernabéu. En esa portada, se ponderó mucho más lo que provocó en el mundo esa definición del astro argentino, que lo que verdaderamente había pasado en el desarrollo del juego.
¿Y por qué ocurre? La respuesta puede ser sencilla y compleja a la vez. En Sudamérica, el miedo a perder suele ser más preponderante que las ganas de ganar. Hay incontables muestras donde la especulación es la que domina por sobre planteos -tácticos y hasta psicológicos- donde los jugadores quedan ‘atados’ en su toma de decisiones.
En el Giuseppe Meazza quedó claro que ninguno tuvo temor por la eliminación. Ni en Montjuic para el encuentro de ida, ni en Milan para la revancha. Si hasta el desarrollo fue casi un calco en los 180 minutos regulares. Inter estuvo 2-0 arriba en ambos partidos, Barcelona lo pudo empatar, y la única diferencia se dio en los desenlaces: ambos visitantes se pusieron al frente y los locales lo igualaron. ¡Si hasta el Neroazzuro ganaba y quedó 2 vs 3 en un contragolpe después de un córner a favor en el que su arquero Sommer hizo la atajada del año!
Se piensa en el arco de enfrente más que en el propio. En estas instancias -habitualmente- no hay resultados ‘saca-técnicos’ y entonces es una invitación a tratar de ganar. En Inter, a diferencia del ejemplo reciente de Boca, la línea de cinco no fue de cuidado, fue de amenaza. Que el hombre de esta serie contra el Barcelona haya sido el lateral derecho neerlandés Denzel Dumfries -con dos goles y tres asistencias en los siete tantos de los italianos- es una clara muestra.
Hasta pasó con el Atlético de Madrid, dirigido por un técnico vinculado a lo ‘defensivo’ como Diego Pablo Simeone en ese cruce de octavos de final en el que el Real Madrid lo eliminó por penales en el estadio Metropolitano. Este torneo obliga al show, a ir al frente, a no quedarse esperando al destino dentro de un área, sino buscar permanentemente a la de enfrente.
Se podrá ponderar la materia prima en Sudamérica en general y en Argentina en particular, pero la Champions seguirá siendo el mejor torneo de clubes del mundo, el que todos -los de acá y los de allá- quieren jugar.