Debió cambiar de planes la Selección Argentina en Maturín. Todo lo trabajado durante la semana quedó en segundo plano por el estado de un campo de juego inundado por una tormenta corta pero con un gran caudal de agua que se dio un par de horas antes del partido ante Venezuela, que terminó en un empate 1 a 1.
Tan mal estaba la cancha que Lionel Messi y el cuerpo técnico se quejaron de forma efusiva en la previa con el árbitro. Lejos de pensar en una suspensión, los organizadores atrasaron el inicio media hora y la Scaloneta, acostumbrada a sacar ventaja con la pelota al piso, tuvo que recalcular. Hizo lo que pudo, aunque se topó con las limitaciones de un césped anegado.
“La verdad es que no se podía jugar. Se hizo un partido feo y trabado. No se podía dar dos pases seguidos. Empatamos porque la cancha no ayudó para hacer lo que nosotros queríamos hacer”, dijo un Messi que no escondió su malestar antes y después del encuentro. Y agregó: “Tuvimos que hacer otro partido, el de luchar, el de la segunda pelota, el de ganar los duelos. En el segundo tiempo por la derecha algo mejor estuvo. Pero dimos un par de pases para atrás y la pelota se paraba y se nos complicaba. Hicimos el partido que teníamos que hacer por la cancha”.
Otro que se expresó en la misma línea fue Rodrigo De Paul: “Horrible. Era imposible jugar. Lamentablemente había que adecuarse a esto, no está bueno pero es lo que toca. Cada partido es diferente y en este caso realmente no se podía jugar, se hizo un partido mucho más disputado. Nosotros acatamos las órdenes y hacemos lo que nos dicen. Las mejores condiciones para nosotros es que haya un buen campo y un buen clima para que la pelota corra. No pedimos mucho”.
Nicolás Otamendi, el goleador argentino en la tarde venezolana, también habló de un “campo difícil, totalmente inundado”. Lionel Scaloni, por su cuenta, no anduvo con vueltas y blanqueó que la postura argentina era la de no jugar: “No quiero hablar mucho, pero el campo no reunía las condiciones para que se juegue, por lo menos hoy (por ayer). No fue un espectáculo al nivel de dos selecciones como estas”, disparó en conferencia de prensa.
“Así no se puede jugar”, repetían desde la delegación albiceleste minutos antes del inicio del partido. Fue menos de media hora de tormenta. Pero la gran cantidad de agua caída en ese escueto lapso bastó para generar enormes espejos de agua sobre el césped del Estadio Monumental de Maturín. Los problemas parecen perseguir a la Selección Argentina. Había logrado escapar a tiempo de Miami antes del impacto del huracán Milton, pero la fuerte lluvia en el estado de Monagas hizo demorar el arranque y atentó contra su juego.
Messi se quejó con el arbitro uruguayo Gustavo Tejera antes de meterse al vestuario luego de la entrada en calor. Después, parte del cuerpo técnico hizo pruebas con la pelota y constató que en gran parte del campo no rodaba y se quedaba clavada por el agua acumulada. De este modo, se determinó atrasar media hora el inicio del encuentro, que estaba estipulado para las 18 (hora argentina).
Desde la organización enviaron personal con grandes secadores en forma de rodillos para agilizar el drenaje. Como los rodillos no bastaban, comenzaron a pinchar con trinches para buscar que la tierra absorbiera más rápido. Nada fue suficiente. El primer tiempo fue más parecido a un partido de waterpolo que de fútbol. Las señas de Scaloni desde el banco hacia sus defensores indicaban que lanzaran el balón largo para no pasar por un mediocampo a anegado.
Messi la tocó poco y nada en esa primera parte en la que la Argentina logró pegar primero de pelota parada gracias a un tiro libre en el que Otamendi capitalizó un rebote corto del arquero. La segunda parte permitió al menos en el sector derecho del ataque visitante la sucesión de toques. De todos modos, no logró liquidarlo la Selección y sufrió la igualdad con el cabezazo letal de Salomón Rondón.
Está claro, la Scaloneta padeció la condición de la cancha en un viaje que estuvo mal barajado de entrada. Ahora quedará remontar el martes ante Bolivia, de local.