“Quiero ser leyenda”.
La propuesta es desafiante, pero Fernando Martínez la repite con un convencimiento que persuade a quien lo escucha. El único campeón mundial que en estos días tiene el boxeo argentino ha escalado peldaños con solidez desde que le arrebató el título supermosca de la Federación Internacional de Boxeo al filipino Jerwin Ancajas en febrero de 2022 y ahora transita con plena confianza el camino que lo llevará al reto más importante de su carrera: el 7 de julio se medirá en Tokio con el local Kazuto Ioka, monarca de la Asociación Mundial de Boxeo.
Japón es el principal polo de atracción para las categorías pequeñas y la idea de combatir allí comenzó a sobrevolar la cabeza de Martínez y de su equipo apenas consumó la segunda defensa de su título ante otro filipino, Jade Bornea, en junio de 2023 en Minneapolis. Las negociaciones resultaron más complejas y extensas de lo deseado e impacientaron al Puma, pero permitieron pactar un duelo contra un adversario de primerísima línea.
El país del sol naciente conserva recuerdos tan lejanos como gratificantes para el boxeo argentino, ya que allí se consagraron sus primeros tres campeones mundiales: Pascual Pérez en 1954, Horacio Accavallo en 1966 y Nicolino Locche en 1968. Desde entonces, no se han repetido alegrías de esa dimensión, sino más bien lo contrario: allí cedieron sus coronas Pedro Décima en 1991, Jorge Fernando Castro en 1995 y Omar Andrés Narváez en 2014.
Esos últimos reveses y la complejidad del desafío no hacen más que estimular al púgil nacido hace 32 años en La Boca, quien se inspira y procurará replicar aquellas primeras historias exitosas. “Quiero entrar en la inmortalidad como lo hicieron Nicolino Locche y Horacio Accavallo. Me llena de orgullo que Argentina pueda tener otra vez una oportunidad así y quiero volver con la gloria eterna. Eso no se paga con nada”, afirma.
A fines de abril, Martínez estuvo unos días en Tokio, adonde viajó para la presentación del combate. Quedó fascinado con la ciudad, con la importancia que se le da allí al boxeo y con el buen trato que recibió. “El viaje y todo el movimiento que hubo me despertaron algo. Aprendí mucho y esa chispa me encendió porque yo estaba entrenándome, pero relajado. Desde que volví, estoy más concentrado que nunca, haciendo todo a rajatabla: descanso lo que tengo que descansar, como lo que tengo que comer, me entreno al 100%”, detalla.
La preparación para este pleito que puede afianzarlo en la elite del pugilismo se dividió en tres etapas. El tramo de acondicionamiento físico lo hizo en el gimnasio que desde hace dos años montó su equipo en un amplio salón del Cuartel Central de los Bomberos Voluntarios de La Boca. El 1° de junio partió a Las Vegas para el segmento principal del trabajo de guanteo, una decisión no muy frecuente para un peleador argentino, que requirió una importante inversión económica y que está orientada a conseguir un salto de calidad con sparrings de nivel. Y 14 días antes de la pelea se trasladará a Tokio para adaptarse al cambio de horario.
Semejante inversión de tiempo, esfuerzo y dinero va en línea con la exigencia del desafío. Porque Kazuto Ioka es un prócer del boxeo japonés con motivos de sobra: fue el primer boxeador nacido en ese país que se consagró en cuatro divisiones (antes fue campeón mínimo, minimosca y mosca), ganó 22 de sus 25 combates por títulos mundiales (entre sus vencidos están el mendocino Juan Carlos Reveco -dos veces- y el cordobés Roberto Domingo Sosa) y solo perdió una vez en la última década. “Él tiene mucha experiencia y es un boxeador muy preciso, pero es vulnerable. Comete algunos errores y yo voy a trabajar sobre eso”, avisa su próximo rival.
-¿Qué tenés que hacer para aprovechar esas vulnerabilidades?
-Tengo que hacer una pelea muy inteligente, presionarlo y buscar mi distancia. Él siempre intenta mantener a sus rivales en la distancia que mejor maneja, que es la media. Tendré que cortar eso, ir al frente, ahogarlo y hacerle sentir la presión. Estoy bien preparado para tirar como en la primera pelea con Ancajas (NdeR: esa noche lanzó 1.046 golpes y conectó 427). Vamos con ese plan: a tirar. Va a ser un choque de campeones muy reñido, pero no creo que llegue a los 12 rounds.
En el trazado de ese plan trabaja desde hace semanas Rodrigo Calabrese, el hombre en quien Abel Martínez, el padre de Fernando, depositó su confianza. “Cuidalo bien porque va a ser campeón del mundo”, le pidió en 2014, una semana antes de morir. Calabrese conoce al Puma desde hace 18 años y lo entrena desde hace una década, pero no es solo su entrenador, sino una figura omnipresente en su carrera. En abril de 2021, esta dupla de hierro se vinculó con Chino Maidana Promotions, la empresa del excampeón mundial Marcos René Maidana, para dar forma a la amalgama ganadora.
“Pasamos las mil y una con Rodri y nunca aflojamos. Ahora se están alineando los planetas y estoy cumpliendo mis sueños”, cuenta el campeón, quien se sabe en el mejor momento de su carrera profesional, que comenzó en agosto de 2017, casi 15 años después del día en que pisó por primera vez el gimnasio del club Unidos de Pompeya. “Tengo que aprovechar este momento porque en unos años quizás no pueda estar en este nivel. Tengo la edad justa, no fui muy golpeado, las últimas peleas me dieron mucha experiencia, me hicieron crecer un montón. Cuando era chico, quería ser campeón del mundo. Ahora estoy en otra etapa. Sigo creciendo y no tengo techo”, sostiene.
En esta nueva etapa, el exintegrante del seleccionado argentino y representante olímpico en Río de Janeiro 2016 mira con atención a la elite de las 115 libras, en las que, además de él y Ioka, también reinan Juan Francisco Estrada (Consejo Mundial de Boxeo) y Kosei Tanaka (Organización Mundial de Boxeo). Ambos tienen actividad programada en las próximas semanas: el mexicano enfrentará al texano Jesse Rodríguez el 29 de junio en Phoenix y el japonés chocará con el mexicano Jonathan Rodríguez el 20 de julio en Tokio.
Martínez, quien ganó sus 16 peleas profesionales (9 antes del límite), no renuncia a su deseo de medirse con el nicaragüense Román Chocolatito González, excampeón en cuatro divisiones y considerado el mejor libra por libra del planeta entre 2016 y 2017, pero también apunta hacia los otros monarcas. De hecho, tiene claro que si sale victorioso de su próximo compromiso en la capital nipona, dejará la mesa tendida para otro duelo de unificación ante Tanaka, si el japonés vence luego a Jonathan Rodríguez. “Vamos por todos los campeones, uno por uno”, avisa.
El éxito deportivo que el Puma experimentó en los últimos dos años y medio le otorgó un respaldo económico que lo tranquiliza y también un reconocimiento que nunca esperó. Una muestra de ello fue el homenaje que Boca, el club de sus amores, le hizo en la Bombonera en abril de 2022, tras la obtención del título mundial. “Fue de locos, una sensación hermosa. La gente me gritaba, yo no podía creerlo, saludaba a todo el mundo y me decía: ‘¡Mirá dónde estoy!’. Seguramente mi viejo estuvo muy contento por verme ahí”, revela.
– ¿Cómo te llevás con este nivel de exposición pública?
– Todavía es muy raro. Todo pasó rapidísimo en estos años. Yo no era nadie y ahora me siento a comer en cualquier lado y viene gente a saludarme, a sacarse fotos, se emocionan. Siento que me admiran mucho y eso lo veo raro. Yo les digo: “Soy uno más como vos”. Disfruto el reconocimiento, es muy lindo, pero siempre soy humilde.
No solo las victorias y el reconocimiento han modificado radicalmente la cotidianidad del campeón supermosca de la FIB: el 26 de septiembre pasado nació Eluney, su segunda hija (la mayor se llama Alma) y la primera junto a su actual pareja, Micaela Torta Oliveri. Eso sucedió apenas un mes después de la muerte de uno de sus 11 hermanos. “La pérdida de mi hermano me mató. Estaba destrozado. Pero un mes después nació Elu y eso me alivió mucho el corazón”, cuenta.
Su tono cambia y su sonrisa se estira hasta las fronteras del rostro cuando habla de Eluney. La paternidad en este período de madurez lo llena y lo impulsa. “Ella duerme conmigo, jugamos todo el tiempo, cada vez que tengo que salir me agarra de la ropa para que no me vaya. Me da muchísima fuerza para levantarme e ir a entrenarme todos los días. Todo lo que hago lo hago por ella. Es mi felicidad y lo más maravilloso que tengo”, asegura.
La excursión a Las Vegas para los trabajos de sparring y el viaje posterior a Tokio para el combate con Ioka mantendrán a padre e hija separados durante más de un mes. El único campeón mundial argentino reconoce que no le resultará sencillo el distanciamiento, pero remarca que este es el tiempo que debe aprovechar al máximo para dar el salto definitivo en una carrera a la que, pese a sus 32 años, no le queda muchísimo: “El futuro está a la vuelta de la esquina. Yo las pasé todas y ahora sé que en dos o tres años puedo estar como el Chino Maidana. Él está muy bien económicamente y disfruta de su vida y de su familia. Eso es lo que quiero y voy por eso. Y también quiero que el apellido Martínez quede bien alto y no se olvide nunca”.