Adrián Emmanuel Martínez, el goleador de Racing en la histórica consagración en la Copa Sudamericana, tiene 32 años. Es joven, claro. Sin embargo, ya está viviendo su segunda vida. En la primera trabajaba como recolector de residuos y luchaba para progresar hasta que, de un día para el otro, el mundo se le vino abajo. Primero, un accidente automovilístico que le dejó muy comprometida una mano, ya que se le cortaron varios vasos sanguíneos y perdió su empleo; después, un confuso episodio que lo llevó injustamente a quedar preso en la Unidad Penitenciaria N°21 de Campana.
“A mi hermano le pegaron cuatro tiros y la gente del barrio le prendió fuego la casa a los agresores. Por ese hecho a mi y a otros familiares nos metieron presos. Estuvimos seis meses encerrados hasta que resolvieron dejarme libre de culpa y cargo”, contó en una entrevista con Clarín en 2016.
Su segunda vida es la de futbolista. También tuvo que luchar, hacer mucho sacrificio y, al final, encontró recompensa. Semanas después de salir de la cárcel un amigo suyo le sugirió que se presentara a una prueba en Defensores Unidos de Zárate. “Hice goles en un par amistosos contra equipos de la Primera B Metropolitana y de la C y quedé, pero como el club no me iba a pagar un sueldo, sino sólo viáticos, mi amigo me daba una mano en lo económico”, contó.
Así empezó. Era el inicio de 2015. Pocos podían imaginar hace casi una década que este delantero, a quien todavía no lo habían apodado Maravilla por el campeón mundial de boxeo, iba a convertirse en uno de los más letales de Sudamérica.
Luego, a los 29 minutos del complemento fue reemplazado por Roger Martínez, el que liquidó la historia en la última jugada, y vio la consagración -exhausto- desde el banco de suplentes. “Una vez que llegamos a la final fui a contar mi historia a una iglesia y dije que que dios nos iba a bendecir, que íbamos a salir campeones. Muchos dicen que es mufa, pero la fe es así, decimos las cosas antes como si las viéramos”, indicó tras la consagración. “Estoy muy contento. Todavía no caemos. Es algo muy lindo lo que estamos viviendo, es una bendición levantar un título después de tantos años”, agregó en referencia a los 36 años que pasaron desde el anterior título internacional de la Academia, la Supercopa Sudamericana de 1988.
Tras su comienzo en Defensores Unidos, dio el salto a Atlanta, después vistió en Paraguay las camisetas de Sol de América, Libertad y Cerro Porteño, y también jugó para el Coritiba brasileño. Pero fue en Instituto de Córdoba, con un papel clave en el ascenso a Primera, donde cautivó a Gustavo Costas. Y la apuesta del entrenador salió bien.
Martínez convirtió ayer su décimo gol en la Sudamericana y alcanzó a Yuri Alberto, de Cortinhians, como goleador de la competencia. Anotó seis tantos en la fase de grupos, dos en los duelos de octavos de final ante Huachipato, uno frente a Athletico Paranaense en cuartos y el de la final contra Cruzeiro. Eso no es todo. Llegó a los 29 gritos en lo que va del año y quedó a cinco de los 34 de Evaristo Barrera, quien en 1934 estableció el récord del club en el profesionalismo.
Si la inmensa mayoría de los futbolistas priorizan los logros colectivos sobre los individuales, Maravilla no está de acuerdo. Piensa en todo. Y Racing lo disfruta.