Imola lo esperaba. El paddock quería ver si aquello que los había sorprendido en Williams se repetiría en Alpine. Y los argentinos que llegaron aquí con entradas que habían comprado mucho antes de que supieran que él correría querían apoyarlo en esta segunda inmersión en las profundidades de la Fórmula 1. Franco Colapinto aguardó el día del estreno con tranquilidad, esa que da el conocimiento de la vivencia previa.

Alpine también. Aunque sí sintió el equipo francés que el ambiente era distinto al de las primeras seis carreras, que alrededor pasaban otras cosas, que la presencia de Colapinto arriba del A525 había generado un ruido afuera. Lo corroboró en la primera práctica libre, donde las miradas apuntaron hacia su box, porque la transmisión oficial se encargó de mostrar al detalle al argentino y fotógrafos y camarógrafos se apostaron frente al auto número 43 y no frente al del experimentado Pierre Gasly.

Pero había tranquilidad, porque el rendimiento no se alteró por esa presión que se imprime desde afuera. Adentro hubo un trabajo previo, mucho: en el simulador en las semanas anteriores al Gran Premio de Emilia Romagna y una vez en Imola en el asiento y en hacer del A525 el auto de Franco. No se fijaron en el afuera pero sí supieron que en el afuera algo cambió.

¿Y sus managers, María Catarineu y Jamie Campbell-Walker? Vivieron la FP1 desde la terraza del motorhome de Alpine en el paddock del Autódromo Enzo e Dino Ferrari, alejados del ruido, de lo que se podía decir y sentir abajo con la presión y la expectativa de periodistas y fanáticos. Sí lo vivieron más relajados que aquel debut en Monza, donde su pupilo era un joven desconocido para el paddock, que no tardaría en enamorarse de él.

Con ellos ocultos, quien sí salió a escena fue Flavio Briatore, el empresario italiano que logró sacarlo de Alpine por una cesión de cinco años a cambio de 20 millones de dólares y ahora lo subió al coche en reemplazo de Jack Doohan. El jefe de equipo intelectual en Alpine, tras la salida de Oliver Oakes, porque el no poseer licencia FIA ese rol en Italia lo ocupa Dave Greenwood, apareció en el box para acompañar al piloto de 21 años antes de que se metiera en el cockpit, lo abrazó, le dio un golpecito en la cabeza en un gesto paternal y luego defendió su lugar ante la prensa al decir que si lo hace bien, «conducirá para siempre», pese a que fue él mismo el que habló de un reemplazo de cinco carreras.

Afuera de la pista, el público también lo recibió con sonrisas. «Que tenga suerte en estas cinco carreras. Y va a seguir, va a seguir», auguró Julio, quien llegó desde Olavarría con su esposa Ana en un viaje que tuvo como primera escala el Gran Premio de Emilia Romagna, sin saber cuando sacaron la entrada de 400 euros en la tribuna Aqcue Minerali 4 que aquí verían a Colapinto, un joven que los capturó por «su juventud y su forma de ser». «Le hace falta a la Fórmula 1 alguien distinto y Franco es distinto», coinciden.

En tanto, el porteño Federico, que se arriesgó con su grupo de amigos a principios de año que acá correría Colapinto y puso los 5.000 euros que cuesta el exclusivo acceso al paddock club, remarca la mentalidad ganadora del piloto: «Por algo llegó donde llegó, arriesgando. No creo que haya sido llegando por llegar en las carreras. Los ganadores, los que salen campeones, arriesgan. Y él va a tener que arriesgar. Hay que aprovechar las oportunidades de la vida».

Los argentinos no fueron los únicos que lo apoyaron. También hubo italianos como Kini y Alice, un padre y una hija encantados por «la italianidad extraordinaria» que tiene el bonaerense, único piloto en haber ganado en Fórmula 3 y en Fórmula 2 en este circuito.

Al momento de los números y de la telemetría, el boletín dirá que en la pista Franco fue de menor a mayor. En la FP1, donde por primera vez puso en marcha el A525, fue más lento en las rectas que Gasly, con el que tuvo una diferencia de seis décimas en el tiempo final (17° vs 6°). Pero en la FP2 la recortó a cuatro -pese a que su compañero fue tercero y marcó la diferencia en el segundo sector-, quedó 13° en el ritmo a una vuelta y fue agresivo con neumáticos medios y carga de combustible, lo que le permitió también cerrar el día con una velocidad final apenas mayor que su compañero: 334 km/h contra 333 km/h.

Había dicho que estaba «medio oxidado, quizás» y que tenía que acostumbrarse a estar «fino otra vez», aunque seguramente no le habrá gustado recibir el gesto de Yuki Tsunoda con el dedo mayor, el reclamo de Max Verstappen por su defensa en la FP2 («¿Qué está haciendo este chico usando el DRS?») ni tampoco el bloqueo a Fernando Alonso, que evidenció una dificultad en la comunicación en la radio con su ingeniero de carrera, Stuart Barlow.

Este sábado, seguramente, se verá a un Colapinto aún más agresivo en la última práctica gracias a la confianza ganada con las 50 vueltas de la primera jornada. Ya en la tarde de aquí (las 11 de la Argentina) llegará el momento de la clasificación y de ir por esa Q2 que este viernes pareció posible.





Fuente Clarin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *