Fue una noche maldita para Lionel Messi. A diez minutos del final del primer tiempo sufrió un esguince de tobillo derecho cuando intentó mandar un centro desde la izquierda. Y a los 19 minutos del complemento todo se derrumbó para el capitán campeón del mundo en Qatar 2022. Buscaba recuperar la pelota cuando sintió un pinchazo en la pierna derecha y pidió inmediatamente el cambio.
Se mostró entero al principio, pero a los segundos explotó. Y la imagen de su llanto desconsolado empezó a recorrer el mundo. Era como un nene al que le habían robado la ilusión. Y eso que el rosarino, a los 37 años, ya ganó todo.
Desde que dejó la cancha, producto de una lesión muscular, y se sentó en el banco con hielo en el tobillo derecho, Leo no paró de llorar. Cada vez que la transmisión oficial lo mostró, se lo vio desconsolado, tomándose la cara, con lágrimas en su cara todavía sonrojada después de una hora de fútbol. Y su llanto no hizo más que retrotraer el tiempo.
Apareció aquel adolescente de 18 años, que en su debut en la Selección, el 17 de agosto de 2005 en Budapest, fue expulsado después de un minuto y 32 segundos de su ingreso.