Fue con sufrimiento. Para estas Leonas, parece que no hay otra manera. Y fue otra vez por penales australianos y con una enorme China Cosentino, que se atajó (casi) todo y le regaló a Argentina su tercera medalla en estos Juegos Olímpicos. Pero fue también gracias a esos penales que metieron Lara Casas y Zoe Díaz (dos de las más chiquitas del plantel a las que no le tembló el pulso ante semejante responsabilidad) y también Sofía Cairó, que tuvo la cabeza fría para capitalizar el último. Y fue también gracias al empuje de Rocío Sánchez Moccia, María José Granatto y de todas las jugadoras, que en un partido trabado, en el que no le salían las cosas, no dejaron nunca de buscar y pusieron garra y corazón cuando el hockey no aparecía.
El seleccionado femenino de hockey sobre césped se llevó el bronce de París 2024 al derrotar por 3 a 1 en los penales a Bélgica en esas definiciones que hacen parar el corazón, tras igualar 2 a 2 en el tiempo reglamentario.
El seleccionado de hockey sobre césped femenino sumó su sexta medalla olímpica -la tercera de ese color- y cumplió el objetivo con el que había venido a la cita de la capital francesa. Porque quizás se escapó ese oro que era el premio más deseado, pero una medalla es una medalla y la que conquistaron este viernes en una tarde nublada volvió a ratificar la vigencia de un equipo que lleva más de dos décadas en la elite.
Las argentinas fueron visitantes otra vez en el estadio Yves-du-Manoir, donde los hinchas belgas se hicieron sentir. Y con el empuje constante que bajaba de las tribunas, el equipo europeo se animó a plantarse de igual a igual ante unas Leonas que, por historia y por calidad de jugadoras, son superiores. Por eso el primer tiempo fue muy luchado y trabado, y las argentinas pagaron caro algunos momentos de desconcentración y los errores que tuvieron con bocha dominada cuando querían ir para adelante.
El partido arrancó con Bélgica presionando más arriba y con más posesión de la boche, pero sin crear peligro, y con Argentina esperando con paciencia y tratando de adelantarse en la cancha.
Y en ese ida y vuelta, el seleccionado europeo aprovechó un momento de duda de sus rivales en defensa -Agostina Alonso se quedó pidiendo una falta que no le dieron y todo el equipo se desconcentró- y consiguió el primer corto del partido y otro inmediatamente después. En el segundo, tras la arrastrada de Stephanie Vanden Borre, Emma Puvrez empujó la bocha desde el costado derecho de la China Cosentino, que no llegó a taparla, y marcó el 1-0 para las de camiseta roja, negra y amarilla.
El golpe desconcertó a las Leonas, que tuvieron unos minutos en los que se sucedieron varios errores en las marcas y pérdidas de pelota que hicieron sufrir a los hinchas. Y a Fernando Ferrara, el entrenador argentino, que no paraba de dar indicaciones desde el costado de la cancha. Pero se volvieron a acomodar las argentinas y cuando faltaba algo menos de dos minutos para el cierre del cuarto, consiguieron el primer corto. Una gran atajada de la arquera D’Hooghe evitó que Agustina Gorzelany lograra la igualdad.
En el descanso tras el cierre del primer cuarto, a las albicelestes se las vio conversando mucho y antes del inicio del segundo, se juntaron en un círculo y se dieron fuerzas. Desde lejos se veía que todas las cabezas se movían de arriba a abajo, como diciendo «Sí, podemos darlo vuelta».
Bélgica, la gran sorpresa del torneo olímpico (está disputando apenas sus segundos Juegos y va por su primera medalla), no aflojó la presión. Cada vez que una Leona se llevaba la bocha, tenía a tres o cuatro rivales encima. Y eso hacía sentir muy incómodas a las vigentes subcampeonas olímpicas, que seguían sumando errores y tardaban en reaccionar cuando les robaban la posesión.
Igual iban las argentinas, con más garra que orden y con algunas individualidades, y empujaban para llegar al arco rival. Y así empezaron a llegar los cortos. A los cinco minutos, Gorzelany no pudo capitalizar uno por otra atajada de la arquera belga. Y al segundo, que consiguieron tras un pedido de video ref, lo tiró demasiado ancho. Pero en el tercero, a los 7 minutos, no perdonó: mandó la bocha a la esquina superior izquierda y marcó el 1-1.
Lo festejó con ganas la defensora, que tras la caída ante Países Bajos en semifinales se había quebrado ante las cámaras de televisión y le había pedido disculpas a todos los hinchas. Acá, tuvo su revancha.
El empate despertó al público albiceleste, que estaba bastante callado. Un «Oooohh, Argentina vamos, ponga huevos, que ganamos» se empezó a escuchar desde todos los rincones del estadio y se comenzó a armar un clima más de partido por medalla.
El gol fue también una inyección de energía para las jugadoras albicelestes. Más rápidas de reacción y más movedizas, y de la mano de una Rochi Sánchez Moccia que empezó a mostrar su magia con el palo, fueron a buscar el segundo, que llegó a los 12 minutos. María José Granatto se peleó por la bocha en una jugada cerca de la línea de gol, Agustina Albertarrio tomó el rebote abajo de los palos y puso el 2-1, que se mantuvo pese al pedido de revisión de las europeas.
Poco duró la alegría, porque en la siguiente jugada las belgas encontraron otra vez a las argentinas desordenadas atrás y generaron un nuevo corner corto. Justine Rasir encontró la bocha tras la arrastrada y el marcador quedó otra vez 2-2.
A esa altura, al partido no le faltaban emociones. Con algunos roces y mucho cambio de posesión, mantenía a los espectadores saltando de sus butacas constantemente, contagiados por la energía que salía del campo de juego. Y a Ferrara agarrándose la cabeza constantemente.
El cielo estaba bastante cubierto de nubes negras cuando se puso en marcha la segunda mitad, en la que la historia no cambió demasiado. Bélgica, sin nada que perder, porque ya había superado las expectativas con las que vino a París, jugaba más suelto y se metía con bastante facilidad en el semicírculo argentino cuando tomaba la bocha. Y a las Leonas, tan vez con esa presión interna de querer despedirse de los Juegos desde arriba del podio, todo les costaba más, pero no se rendían. Un par de jugadas de peligro, que no llegaron a gol por cada lado, y el marcador que no se movió, para llevar la definición del bronce a los últimos 15 minutos.
«Olé, olé, olé, olé, olé, olé, olá… soooy argentino, es un sentimiento, no puedo parar», cantaban la gente cuando Majo Granatto se llevó la bocha dominada y casi se metió en el semicírculo en el primer minuto del tercer cuarto. Las Leonas salieron más decididas a la cancha. Pero entre las imprecisiones por el apuro de encontrar el gol y la constante presión rival, les costó armar jugadas y molestar a la arquera belga.
Las europeas apostaron al contraataque y dejaron a más de uno con el corazón en la boca varias veces, porque cada vez que se robaban la bocha, siempre encontraban a una delantera para pasársela y a la defensa celeste y blanca desarmada. Por suerte, los reflejos de Cosentino y la mala puntería de las rojas salvaron más de una vez el arco argentino.
El problema era que las Leonas no tenían seguridad a la hora de mover la bocha y parecían desconectadas. Entonces las corridas de Sofía Cairo hasta el fondo, las jugadas que intentaban Granatto y Sánchez Moccia o las entradas al semicírculo de Julieta Jankunas o Albertarrio siempre terminaban en nada. Y el gol no llegaba.
Tanto fue Argentina, que apenas segundos en el reloj tuvo dos corner cortos consecutivos para sentenciar la historia. Pero el gol no llegó. Sonó la chicharra y otra vez a sufrir en los penales, como ante Alemania en cuartos.
Y como ante Alemania en cuartos, la China se hizo gigante y atajó tres de los cuatro penales que le tiraron. Casas, Díaz y Cairo metieron los suyos. Y Las Leonas se subieron una vez más al podio y sumaron una medalla más a su riquísima historia olímpica.