Se terminaron los Juegos Olímpicos de París 2024 con una enorme fiesta en el Stade de France y el mundo del olimpismo ya mira con ansiedad y expectativa hacia Los Ángeles 2028. Como cada vez que un ciclo o un proceso llega a su fin, es momento de hacer balances. Es momento de analizar el papel de la delegación celeste y blanca y reflexionar más allá de los simples resultados deportivos y de esas tres medallas -un oro, una plata y un bronce- y seis diplomas, que dejaron a la Argentina en el 52° escalón del medallero, en el que se anotaron 91 de las 206 delegaciones participantes.

Si el foco se pone solo en los números fríos, habrá que decir que las expectativas no se cumplieron. El equipo albiceleste vino a la capital francesa con la ilusión concreta de subirse a cuatro podios y llegar en más de uno a lo más alto. Los grandes candidatos a terminar entre los primeros tres eran el seleccionado de fútbol, con cuatro de los campeones del mundo de Qatar; Los Pumas 7s, que venían de una temporada casi perfecta en la Seven Series; las Leonas, en un gran momento; y Eugenia Bosco y Mateo Majdalani, la dupla de Nacra 17 de yachting, que había conseguido un importante cuarto puesto en el Mundial de principios de mayo.

Los velistas tuvieron una actuación excelente y conquistaron la plata, la 11ª medalla de la historia del yachting argentino, solo detrás de una pareja italiana que no tuvo rivales durante toda la competencia. Y el seleccionado femenino de hockey sobre césped, sin jugar en su mejor nivel, se colgó un bronce y sumó la sexta presea de su historia. El oro, el gran objetivo, se le escapó al caer en semis con Países Bajos, el mejor equipo del planeta; pero el tercer lugar ratificó una impresionante vigencia de 24 años en la elite de ese deporte.

El rugby y el fútbol, que llegaron con chapa de favoritos, no lograron lo que se esperaba: se despidieron en cuartos al caer ante sus pares de Francia.

Jose Torres Gil, el "Maligno" que le dio el único oro a la Argentina.
Foto AFPJose Torres Gil, el «Maligno» que le dio el único oro a la Argentina.
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La enorme y grata sorpresa fue la consagración de José «Maligno» Torres en el ciclismo BMX Freestyle. Una medalla dorada que no estaba en los planes, más allá de los grandes resultados que viene coleccionando el cordobés, que evitó que el casillero de los títulos quedara vacío, como ocurrió en Tokio 2020 (0-1-2) y que permitió terminar 20 escalones más arriba que en aquella cita (72°).

Hasta acá lo cuantitativo, que deja en evidencia una cosecha pobre. Pero juzgar lo que hicieron los atletas nacionales en los escenarios de París solo a partir de un puesto o una marca, comparándolos con las grandes potencias, es hacer un análisis incompleto. Porque el deporte de alto rendimiento, sobre todo el argentino, es mucho más que números fríos. Y cuando se pone la vista sobre lo cualitativo entran en juego muchas otras variables.

Argentina trajo a París su delegación más pequeña desde Barcelona 1992 (87). Fueron 136 atletas, apenas uno menos que en Beijing 2008, aunque bastantes menos que los 189 de Tokio 2020 y los 213 de Río de Janeiro 2016, obviamente un número enorme porque la clasificación de Brasil como anfitrión en muchas disciplinas liberó cupos para el continente.

De ese total en París, 88 integran los planteles de los seis seleccionados que compitieron en deportes de equipo, que suelen aportar siempre medallas. Pero solo las Leonas subieron a un podio. Los Leones se quedaron en cuartos. El vóleibol masculino no pudo repetir el bronce de hace tres años. Y los Gladiadores se despidieron en la primera ronda.

La delegación argentina, en la previa de la ceremonia inaugural.
Foto @PrensaCOALa delegación argentina, en la previa de la ceremonia inaugural.
Foto @PrensaCOA

Argentina llegó compitió con una delegación en pleno recambio, con muchos debutantes olímpicos y atletas muy jóvenes, que recién dan sus primeros pasos en el más alto nivel y que tienen mucho por madurar y progresar. Fue el caso, por ejemplo, de los nadadores Ulises Saravia (18 años) y Agostina Hein (16), la velista Catalina Turienzo (18) y el lanzador de bala Nazareno Sasia (23, en una disciplina en la que el pico es cerca de los 30), que se llevaron grandes experiencias proyectando a futuro.

En la natación, el yachting, el tenis de mesa, el ciclismo, la equitación y el tiro, hubo menos representantes que en otras ocasiones. Aunque fue muy positivo el regreso del tiro con arco a los Juegos tras 36 años. Y la aparición albiceleste en dos nuevas disciplinas: el BMX Freestyle, que aportó el oro del Maligno (abanderado junto a Bosco de la ceremonia de clausura), y el skate, con Mauro Iglesias y Matías Dell Olio, quien se llevó un diploma.

Hay que valorar grandes actuaciones que no terminaron con un podio. Además de los diplomas mencionados, hubo otros dos que se festejaron a lo grande. El de Agustín Vernice, que quedó cuarto en el K1-1.000 metros del canotaje, compitiendo de igual a igual con múltiples medallistas olímpicos y mundiales, en la que fue su segunda final en sus segundos Juegos. Y el del tirador Julián Gutiérrez, quien con 23 años fue finalista en rifle de aire 10 metros y mostró que tiene proyección.

Valiosa fue la semifinal en 100 metros pecho de natación de Macarena Ceballos, quien pudo completar bien su preparación para los Juegos gracias a que José María Larocca, finalista en salto de equitación en su quinta cita olímpica, se ofreció a ayudarla económicamente. Otro semifinalista histórico fue Elián Larregina en los 400 metros del atletismo. Y la maratonista Florencia Borelli fue 21° en maratón, con la segunda mejor posición y el mejor tiempo de una argentina en los 42,195 kilómetros olímpicos. En esa prueba, fue 41° Daiana Ocampo, quien afrontó en gran parte con dinero personal el viaje a Hamburgo, donde consiguió la marca mínima para debutar en unos Juegos Olímpicos.

El joven Elián Larregina fue semifinalista en los 400 metros.
Foto XinhuaEl joven Elián Larregina fue semifinalista en los 400 metros.
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¿Es conformarse con poco valorar estos aunque no hayan alimentado el medallero? Para nada. Es prestar atención a la realidad que viven los atletas argentinos día a día.

La realidad de un país sin política deportiva ni planificación a largo plazo que excedan los colores políticos y pongan el bienestar de los deportistas en primer lugar. El último proyecto serio de ese tipo fue el programa de Buenos Aires 2018, que se encargó de buscar y desarrollar jóvenes atletas de cara a la cita de la juventud que se celebró ese año en la capital argentina. Muchos de esos chicos terminaron alejándose del alto rendimiento por diferentes razones o no terminaron de explotar.

La realidad de un país en el que el apoyo importante a los atletas llega recién después del resultado y depende casi exclusivamente de él. Y en el que las becas ayudan pero no son suficiente: la de un medallista olímpico es de 689.907 pesos por mes, pero las de excelencia y proyección panamericanas son de 386.348 y 331.155; y una sudamericana, de 275.963.

Las Leonas no pueden entrenarse en el CeNARD.
Foto @PrensaCOALas Leonas no pueden entrenarse en el CeNARD.
Foto @PrensaCOA

Así los atletas deben apostar a conseguir sponsors privados, que muchas veces también les exigen resultados o una fuerte presencia en las redes sociales, o trabajar, sin poder dedicarse de lleno al deporte, lo que no ocurre en los países más poderosos.

Es la realidad deportiva de un país en el que la crisis económica que golpea a todos pesa mucho más para quienes tienen que competir en Europa para codearse con los mejores o comprar equipamientos o elementos importados.

La realidad de un país que tiene una falencia enorme en infraestructura deportiva: ni siquiera las Leonas, instaladas desde hace 20 años en la elite del hockey, tienen una cancha en condiciones para entrenarse. Un país que, en materia de alto rendimiento, dio varios pasos hacia atrás con el desfinanciamiento del ENARD en 2017, durante el gobierno de Mauricio Macri.

Y de un país que hace bastante dejó de ser una potencia continental y que desde 1959 no termina en el podio de los Juegos Panamericanos. En las últimas seis ediciones -del 2003 hasta hoy- lo mejor fue el quinto puesto de Lima 2019, ayudado por el impulso de ese programa de Buenos Aires 2018 que tuvo un impacto a nivel mayores. En las otras cinco no superó el séptimo lugar, el que ocupó en Santiago 2023, detrás de Estados Unidos, Brasil, México, Canadá, Cuba y Colombia.

En ese contexto, a los atletas argentinos se les hace todo cuesta arriba. Lejos de usarlo eso como excusa, siguen entrenándose, sacrificándose y trabajando para representar de la mejor manera a la bandera argentina. Por eso esas tres medallas se festejaron a lo loco, sin importar el metal. Por eso también hubo felicidad por esas actuaciones que no regalaron un podio, pero fueron un premio al esfuerzo y a la resiliencia. Por eso el balance que en los números fríos puede lucir pobre en realidad tiene muchas aristas y muchos matices para apreciar y atesorar.

El retroceso de Latinoamérica y la vigencia de las potencias

La escasa cosecha de medallas que consiguió Argentina en París 2024 se condijo con un descenso del rendimiento de muchos de los principales países latinoamericanos y la consecuente pérdida de posiciones en un medallero, que tuvo otra vez a Estados Unidos y China, dos países que siguen apostando al deporte como política de estado, como grandes dominadores. Síntoma de que el deporte del subcontinente sigue perdiendo peso a nivel mundial.

Si se toman en cuenta los cuatro latinos que quedaron arriba de Argentina en Santiago 2023, el único que logró mejorar respecto de Tokio fue México, que acá consiguió tres medallas de plata y dos de bronce y pasó del 84° lugar de hace tres años (con cuatro terceros puestos) al 65°. Aunque otra vez se quedó con las ganas del oro.

Colombia repitió el 66° lugar, pero con menos preseas: tres de plata (una menos que en la capital japonesa) y una de bronce. Brasil, que fue 12° con un medallero de 7-6-8 en la pasada edición, cayó al 20° escalón, con tres oros, siete platas y 10 bronces, y fue el mejor ubicado de la región. Y Cuba, que se había ubicado 14° con 7-6-8, terminó 32° con dos doradas, una plateada y seis de bronce.

Estados Unidos volvió a ganar el medallero, como hizo en siete de las últimas ocho ediciones: solo en Beijing 2008 perdió con el anfitrión. Aunque en esta ocasión lo hizo con suspenso. Todo se definió en la última competencia: la final de básquetbol femenino.

Hasta el comienzo de ese partido, China iba primero con 40 oros, 27 platas y 24 bronces. Pero la victoria de las norteamericanas ante Francia le permitió sumar a la delegación de las rayas y las estrellas su 40° título. Y como sumó más preseas de los otros metales que el seleccionado asiático (44 y 42, respectivamente), le robó la cima a horas de la ceremonia de clausura.

En el tercer lugar se ubicó otra vez Japón, pero más lejos que los dos primeros. En Tokio, como local, había acumulado 27-14-17 y de París se llevó 20-12-13.

El mayor salto en el top ten lo dio Francia, que aprovechó su condición de anfitrión y trepó del octavo al quinto lugar que había ocupado en Tokio el Comité Olímpico Ruso, ausente en la capital francesa y representado apenas por un puñado de atletas neutrales). El dueño de casa cerró sus Juegos con 16 medallas doradas (seis más respecto de los anteriores), 12 plateadas (la misma cantidad) y 22 de bronce (color que duplicó).

El medallero de los Juegos Olímpicos de París 2024



Fuente Clarin

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