La nueva presidenta del Comité Olímpico Internacional, la zimbabuense Kirsty Coventry, deberá afrontar un panorama geopolítico volcánico, con el protagonismo de dos interlocutores envalentonados en su rol de “machos alfa”: el presidente estadounidense Donald Trump, quien inaugurará en 2028 los Juegos Olímpicos de Los Angeles, y su par ruso Vladimir Putin, quien lucha por la reinserción plena de su país al movimiento olímpico.
A los 41 años, Coventry hizo historia el jueves al ser elegida: es la primera mujer en presidir el COI en 130 años de existencia de la institución, la primera persona africana en ocupar el cargo y la más joven desde el barón Pierre de Coubertin, quien tenía 33 años cuando llegó a la presidencia.
Como hiciera en 2013 con Thomas Bach, Putin se apresuró a felicitar a Coventry, destacando “su interés por la promoción real de los nobles ideales olímpicos”. El mandatario ruso presiona para que su país, excluido tras la invasión a Ucrania –una decisión que Moscú califica de “discriminatoria” bajo influencia occidental–, sea reintegrada al movimiento olímpico.
A menos de un año de los Juegos de Invierno de Milán-Cortina d’Ampezzo, Coventry deberá analizar la participación en la cita de los deportistas rusos y bielorrusos y en qué condiciones.
Salvo una resolución de la guerra en Ucrania, el Comité Ejecutivo del COI, del que Coventry forma parte, debería calcar la solución adoptada para París 2024: participación de rusos y bielorrusos a título individual, bajo bandera neutral y sólo si no apoyaron la guerra. Pero Coventry no se pronunció claramente sobre el tema durante la campaña.
En tanto, Estados Unidos, actor esencial del olimpismo, no será sólo el anfitrión en 2029 y en los Juegos de Invierno de Salt Lake City 2034, sino que aporta más de dos tercios de los ingresos del COI, vía los derechos TV pagados por NBC Universal. Además, a través de su sistema universitario forma a campeones olímpicos de todas las nacionalidades. Coventry, por caso, se entrenó en Auburn antes de colgarse siete medallas olímpicas, de ellas dos oros, en natación.
Apenas elegido, Trump amenazó con rechazar la entrada en su país de deportistas transgénero. “No vamos a renunciar a nuestros valores de solidaridad, así como a la garantía de que cada atleta clasificado para los Juegos Olímpicos pueda participar y estar seguro”, declaró Coventry el jueves, asegurando que “la clave será la comunicación” con Trump.
Este no es el único tema que enfrenta al COI con Estados Unidos, que a comienzos de año decidió suspender su contribución a la Agencia Mundial Antidopaje. Desde 2020, las autoridades estadounidenses se atribuyeron competencias extraterritoriales en materia antidopaje, lo que amenaza con fracturar el deporte mundial.
Raramente citada, la acción del COI en Afganistán es emblemática de su “diplomacia discreta”; es decir, el arte de lograr pequeñas concesiones cuando se carece de medios de presión. Tras haber sacado a cerca de 300 miembros de la comunidad deportiva afgana luego del regreso al poder de los talibanes, en agosto de 2021, la delegación afgana tuvo en París una delegación de seis hombres y seis mujeres. Pero todos vivían en el exilio, lo que demuestra que Coventry y su equipo tendrán que luchar los próximos años por garantizar la seguridad de los deportistas afganos que se queden en el país, así como la de sus familias.
El conflicto entre Israel y Hamas es otro ejemplo del equilibrismo del COI, que nunca pensó en hacer competir a los deportistas israelíes bajo bandera neutral en París, rechazando todo paralelismo con Ucrania. A la vez, invitó a ocho deportistas palestinos que no habían logrado la clasificación olímpica por medios deportivos.
La elección de la ministra de Deportes de Zimbawue desde 2018, que además coordina para el COI los Juegos de la Juventud de Dakar 2026, hace plantearse una pregunta inevitable. África, único continente que nunca ha sido sede de unos Juegos Olímpicos, ¿tendrá ahora su oportunidad?
Ya pionera en 2010 al organizar el primer (y único hasta la fecha) Mundial masculino de fútbol, Sudáfrica aspira a organizar los Juegos Olímpicos de 2036, al igual que India, Turquía, Hungría, Qatar y Arabia Saudita. ¿Vencerán los petrodólares o será el turno de una sede africana?