El deporte de alta competencia es capaz de cambiarle la vida a una persona, pero hay personas que son capaces de elevar y mejorar a un deporte. Michael Jordan lo hizo con la NBA, Tiger Woods en el golf y Lionel Messi revolucionó al fútbol de este siglo, por nombrar algunos ejemplos. En estos días, la WNBA, el basquet femenino de los Estados Unidos, disfruta de su propio big bang comercial y deportivo gracias a una chica de 22 años: Caitlin Clark.

Luego de brillar en el básquet universitario con las Hawkeyes de Iowa, donde se la consideró como la mejor de la historia a pesar de que perdió dos finales, fue elegida número 1 en el draft para jugar su primera temporada como profesional con la camiseta de Indiana Fever. Llegaba a la WNBA con récords de todo tipo, dentro y fuera de la cancha: estadísticas, contratos comerciales, seguidores en las redes sociales, ratings de TV, famosos del jet set que se acercaban a ver sus partidos en primera fila… Todos esperaban verla brillar por fin en la élite. Todos excepto sus rivales.

Es que desde que puso un pie en esa tierra de gigantes, muchas de ellas consagradas y algunas veteranas, a Caitlin le hicieron pagar caro el derecho de piso. El básquet estadounidense tiene mucho de trash-talking, juego físico y batalla mental, a veces llevado al límite, y es común arengarse entre los integrantes de un equipo para superar al que se ponga delante. Los partidos se convierten en batallas y las defensivas juegan al límite.

A pesar del juego agresivo, la base a la que comparan con Steph Curry por su movimiento al lanzar de tres puntos desde prácticamente cualquier lado, viene haciendo méritos para ser consagrada como la novata del año. Debutó marcando 20 puntos, y rompió las marcas de cantidad de triples y asistencias para una «rookie», además de que es la primera que logra dos triples dobles (llegar a los dos dígitos en puntos, asistencias y rebotes). LeBron James es uno de sus admiradores, y le dedicó un posteo burlándose de los «haters» que la acosan en redes sociales.

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«Derrumbar a Caitlin es asegurarse el partido», afirman los analistas para explicar cada derrota de las Fever, que llevan un récord de 18 triunfos y 16 derrotas, aunque en levantada, con 8 victorias en los últimos diez partidos. Caitlin lidera la liga en triples y asistencias pero tuvo noches terroríficas, como la reciente ante New York Liberty, las súper líderes de la WNBA, con 27 y 6 en la tabla de posiciones.

Fue paliza por 104 a 68 como visitantes, en el Barclays Center de Brooklyn, y Caitlin salió reemplazada en el último cuarto tras convertir apenas uno de los siete triples que había intentado. Se la veía angustiada, llevándose la mano a su oreja izquierda. Terminó el partido con sólo tres puntos, la menor cantidad de su carrera. «Recibí un pequeño golpe en una pantalla», dijo ante la prensa, evitando victimizarse, y agregó con elegancia: «Estoy bien, no podía escuchar, es muy imponente el ambiente, merecen a este equipo y este año van a ser muy fuertes».

Unos días antes, Chennedy Carter, de las Chicago Sky, la golpeó con el hombro lejos del balón, la tiró al suelo y, envalentonada, lanzó al aire la palabra «Bitch», algo así como «Perra» en forma ofensiva y altanera. Luego del partido fue por más y le dio «me gusta» a varios tuits en contra de Clark, mientras la WNBA reconocía que la infracción debió ser marcada como falta flagrante.

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«Crecí jugando al baloncesto con varones, tengo dos hermanos… Tenés que encontrar la manera de defenderte, las cosas eran muy físicas, mucha sangre, muchas lágrimas, lo que fuera. Así que definitivamente estoy preparada para esto”, dijo en una de sus tantas entrevistas.

Ese maltrato a Caitlin se hizo más evidente en los últimos partidos, camino a los playoffs, donde las Fever ya se ganaron un lugar. Las imágenes de las infracciones sobre su humanidad se repitieron en cada juego, y el debate se trasladó de la TV a las redes sociales, con discusiones que plantean conflictos muy complejos y prejuicios de todo tipo.

«¿Se imaginan lo que se diría si una jugadora negra es castigada e insultada por tres rivales de raza blanca, mayores que ella en edad y físico, que luego se alientan?», se preguntaron en ESPN. «¿Qué esperan de sus oponentes, que la reciban de rodillas y le pidan selfies? Si fueran hombres no se generaría este escándalo», afirmó una comentarista en CBS.

Otros se dividen entre la injusticia y la importancia de cuidar a «la gallina de los huevos de oro», que promete relanzar a una WNBA que jamás vivió este momento de furor en sus 28 años de historia. Y están los que apelan al sentido común y a los antecedentes vinculados a la salud mental de los deportistas para recordar que se trata de una chica de apenas 22 años, recién salida de la Universidad.

“Hay momentos en los que me he sentido frustrada y molesta, pero hay tanta gente a la que le encantaría estar en mi lugar…», dice ella al respecto, y agrega: «Pensar en eso me quita la presión, me permite divertirme y seguir jugando el juego que amo”.



Fuente Clarin

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