En los cuartos de final de handball masculino, el encuentro entre Alemania y Francia tuvo una definición increíble, que terminó en pesadilla para el público local.
El partido parecía liquidado: al minuto 59:05, faltando menos de un minuto para el pitido final, los franceses ganaban con diferencia de dos puntos (29-27). La diferencia era poca, el partido estaba bastante movido y el tiempo parecía infinito para el conjunto organizador de los Juegos.
El alemán Uscins Renars convirtió de penal el punto 28 para acercarse más al objetivo: seguir luchando por un lugar en la semifinal, donde debía cruzarse con España. El marcador parecía no tener vuelta atrás y con un puñado de segundos restantes fueron a un tiempo muerto.
Luego de una charla, seguramente inspiradora de parte de los entrenadores germanos, el equipos visitante salió a la cancha en busca del milagro. Quedaban seis segundos y la pelota era de Francia, que tenía un jugador menos, pero los alemanes aplicaron una marca tipo tenaza y aprovecharon las dudas del jugador Dika Mem para lograr el robo que precedió a la gloria.
De nuevo Renars, vistiéndose de héroe y haciendo un movimiento estelar símil a la palomita de Manu Ginóbili en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, convirtió el empate cuando la chicharra decía basta. El alemán lo logró, el partido se empató y fueron a la prórroga.
En los 10 minutos siguientes, el encuentro fue de idas y vueltas, con puntos en un arco y en el otro. A los 5 minutos estaban empatados a 32 y, a falta de 15 segundos en 34.
Francia se quedó sin semifinal, sin medalla y sin consuelo cuando faltando tan solo 5 segundos fue otra vez Renars quien se vistió de verdugo y sentenció la historia con el gol 35, ese gol que gritó todo Alemania y que ahogó el festejo del pueblo francés.