La sangría de Boca no se detiene. Después de la eliminación en semifinales de la Copa de la Liga ante Estudiantes de La Plata, cuando hacia fines de abril el ciclo de Diego Martínez gozaba de muy buena salud y el entrenador soñaba con una larga estadía en el club, el cuadro boquense se inició un camino lleno de frustraciones deportivas y muestras de falta de capacidad, tanto dentro como fuera de la cancha, que dejan a Juan Román Riquelme y a muchos de los jugadores del plantel en el ojo de las críticas.
El papelón de los refuerzos, que llegaron más tarde de lo esperado y a los que el Consejo de Fútbol insólitamente no inscribió para los 16vos. de final de la Copa Sudamericana, la infantil expulsión de Luis Advíncula que complicó el cruce frente a Cruzeiro en Brasil, la derrota frente a los suplentes de River en el Superclásico y el inaceptable rapto de locura de Chiquito Romero con un plateísta que lo insultaba son algunos de los episodios que colmaron la paciencia de los hinchas. Y, aunque bajo la conducción de Fernando Gago muestra señales positivas, la agónica derrota contra Vélez por las semifinales de la Copa Argentina es un impacto difícil de asimilar.
Ya no habrá tiempo de trabajo para ver una sustancial mejora futbolística en este final de temporada, pero Boca deberá dar una muestra de carácter en los tres partidos que le quedan para que el golpe sufrido en Córdoba no sea de nocaut. Hoy está quinto en la tabla anual y necesita que Vélez, Talleres, Racing o River, los cuatro equipos que hoy están arriba suyo, se consagren en la Liga Profesional, ya que de esa manera se liberaría el cupo que precisa para entrar a la Copa Libertadores. Además, tendrá que hacer lo propio cuando el domingo reciba a Gimnasia en una Bombonera que será un Cabildo abierto. Y también ante Newell’s e Independiente. Es que tiene a un punto a Huracán y un tropiezo podría mandarlo a la Sudamericana. Otra opción que se le abre es que el Globo gane el torneo y el Fortín la Copa Argentina.
En cualquier caso, el 2025 de Boca ya quedará condicionado. Si finalmente consigue clasificarse a la Libertadores, muy probablemente lo haga tomando el sexto cupo que le corresponde al fútbol argentino y jugaría el repechaje con el riesgo de una derrota en el primer mano a mano que lo deje afuera de todo torneo internacional. Su año de competencia oficial a nivel internacional, entonces, comenzaría en febrero, lo que implica una complicación importante, ya que se le acortaría el tiempo de pretemporada y lo llevaría a apurar la búsqueda de refuerzos, que justamente no fue la mayor virtud en la gestión del Consejo de Fútbol. Por eso, Riquelme y compañía urgente deben empezar a trabajar pensando en la próxima temporada.
Sin embargo, a juzgar por sus declaraciones, Román parece conforme con lo que tiene y no ve necesario hacer grandes cambios. “Es fútbol. Nadie se hace expulsar porque quiere. Advíncula nos dio muchas alegrías y hoy le tocó ser expulsado por doble amarilla. Qué va a hacer, son cosas que pasan”, dijo para lavar de culpas al peruano, preso una vez más de su imprudencia. También tiene una nueva vida Frank Fabra, apuntado por la expulsión de hace un año en la final de la Libertadores, y Marcos Rojo, como si sus recurrentes lesiones no sean un tema a considerar. Tampoco hay gran autocrítica para Medel, Miramón, Belmonte y Martegani, los refuerzos que todavía no encajaron. Y Chiquito Romero sigue ahí, aún cuando quiso pegarle a un hincha.
¿Realmente Riquelme, el mismo que antes de ser presidente le daba a una Libertadores el valor de diez torneos locales, ahora se conforma con tan poco y avala a sus jugadores preferidos, a pesar de situaciones lógicamente cuestionables? ¿Tan baja está la vara de uno de los gigantes del continente y del ídolo que mejor lo supo representar? ¿O ese es simplemente el discurso público y puertas adentro hay una fuerte autocrítica? Ahí está el quid de la cuestión para entender lo que pueda pasar en las próximas semanas.
El hincha apunta, entre otros, contra Romero, Advíncula, Figal, Fabra, Pol Fernández y Martegani como jugadores que, por una razón u otra, agotaron el crédito que tenían o simplemente no dan la talla. Y piden a gritos que lleguen refuerzos de probada jerarquía. Pero Riquelme no parece ver tanta necesidad. En este contexto, puede que el recambio no sea tan grande. Por ahora, es un hecho la salida de Pol y está a un paso de cerrarse la llegada del chileno Carlos Palacios, pero ya trasciende que sin Libertadores no habrá muchos retoques mas en el plantel.
Todo pasará por Riquelme, el cuestionado Consejo de Fútbol que exige renovación y la capacidad de Gago para hacer imponer sus prioridades. El 2025 de Boca ya empezó. O toma decisiones fuertes y eleva la vara o seguirá transitando un camino alejado de lo que marca su rica historia.