Francisco Comesaña no olvidará nunca su primera victoria ATP. Por el escenario, por el rival y por el momento de su carrera en el que ocurrió. El argentino, 122° del ranking ATP, dio el primer gran batacazo del cuadro masculino de Wimbledon, el torneo más prestigioso y tradicional del tenis, al derrotar en cuatro sets al ruso Andrey Rublev, número seis del mundo.
Una sorpresa mayúscula, que podría haber sido una más de las que se dan de tanto en tanto, pero que se engrandece muchísimo si se piensa que el marplatense de 24 años está jugando por primera vez el cuadro principal de un Grand Slam y hasta esta semana tenía apenas un partido disputado en césped en su carrera, el que perdió hace una semana en la fase previa de Eastbourne. Sin embargo, sin hacerle caso a la lógica, se presentó en el máximo nivel haciendo mucho ruido con un 6-4, 5-7, 6-2 y 7-6 (7-5) ante un top 10 en la Catedral del tenis mundial.
«Tenía que darse de esa manera», comentó entre risas, que eran una mezcla de felicidad y nerviosismo, cuando encaró la entrevista post partido en la cancha. «Estoy extremadamente feliz. Es mi primera vez en Wimbledon, soñaba con jugar acá. Estoy tan feliz que no sé qué decir. Tuve un poco de suerte, no sé bien qué hice. Solo disfruté el partido, disfruté de la gente. Todo es perfecto acá así que hice lo mejor que pude», continuó quien chocará ahora con el australiano Adam Walton, 101°.
Comesaña -apenas el cuarto argentino en vencer a un top 10 en el «grande» inglés- cumplió un sueño que tenía de chiquito: jugar un partido en el impecable césped del All England, en el que los tenistas albicelestes suelen patinar bastante. Pero no se conformó solo con saltar a la cancha. Se plantó firme ante un adversario con mucha más experiencia -pero que perdió por momentos la cabeza y se descargó con su raqueta- y no le tembló el pulso para imponer su juego en varios pasajes del encuentro y llevarse un triunfo que promete tener un impacto enorme en su carrera.
Porque le dará una inyección enorme de confianza para seguir en el camino ascendente en el que está desde hace un par de temporadas, tras dejar atrás algunos momentos duros en los que consideró abandonar todo. Y porque le garantizó un premio de 93 mil libras esterlinas, unos 118 mil dólares, casi un tercio de lo que llevaba acumulado en toda su carrera y un monto importante para un «obrero» de la raqueta que la viene luchando desde hace muchos años.
El Tiburón -apodo que se ganó por el festejo que hace a veces, en alusión al club Aldosivi– comenzó a jugar al tenis a los siete años bajo el ala de Horacio Zeballos (papá de Cebolla, el mejor doblista argentino de todos los tiempos) y comenzó a crecer rápidamente. Pero a los 15 se le cruzó por primera vez por la cabeza la idea de cambiar de rumbo. «No me sentía bien conmigo, pero pasó rápido porque el tenis es un deporte que amo, me encanta», recordó en una entrevista con el diario La Capital de Mar del Plata a fines del año pasado.
▪︎ Grand Slam debut
▪︎ First win on tour
▪︎ Second match ever on grassAmazing scenes as Francisco Comesana knocks out No.6 seed Andrey Rublev 6-4, 5-7, 6-2, 7-6(5) 🇦🇷#Wimbledon pic.twitter.com/wvY5Znt9uj
— Wimbledon (@Wimbledon) July 2, 2024
Más difícil fue convencerse de seguir tras el parate obligado por la pandemia y una lesión de muñeca de la que le costó muchísimo recuperarse.
«Cuando llegó la pandemia estuve muchos meses sin jugar al tenis y sin saber si iba a volver a jugar. Y a principios de 2021 tuve un momento muy complicado por el problema en la muñeca que no podía superar. Tuve ataques de ansiedad, nervios. Prácticamente estuve una semana sin comer y sin dormir. No sabía adónde iba a terminar. Me sentía varado. Ahí tomé la decisión de irme a vivir a Córdoba», relató.
La mudanza surgió poco después de cruzarse en un torneo en Villa María con Facundo Argüello, un ex jugador que empezaba a transitar su época de entrenador y que lo ayudó a dar el primer salto importante de calidad.
«Estaba sin entrenarme y mal físicamente. Facu me preguntó si necesitaba una mano y le dije que sí. Entrenamos una semana y me sentí tan cómodo que decidí quedarme en Córdoba», contó. «Con él hice un cambio físico muy importante, porque fueron semanas de trabajo muy duro en la cancha y con el preparador físico. Y también hice un cambio mental, porque yo sentía que estando bien físicamente podía jugar muchas horas en alta intensidad y, partido tras partido, fui agarrando confianza y mejorando cada día un poco más».
La primera gira que hizo tras comenzar su sociedad con Argüello le dejó claro que iba por el camino correcto: se fue a Europa estando fuera de los mejores 750 del ranking y volvió cerca de meterse en el top 500, tras disputar sus primeras cinco finales en torneos ITF en solo tres meses. En junio de 2022 dio un paso más al conquistar sus primeros dos títulos en el Challenger Tour, en semanas consecutivas en Corrientes y Buenos Aires. Lo mejor estaba aún por llegar.
A fines de 2022, Comesaña -diestro, revés a dos manos y de 1,78 metros- decidió terminar su relación profesional con Argüello y regresó a Buenos Aires, donde comenzó a entrenar bajo las órdenes de Sebastián Gutiérrez, también coach de Sebastián Báez, el mejor argentino rankeado de la actualidad.
«Yo soy una persona muy feliz, muy sonriente, pero mi cara había cambiado. Y Seba se me acercó porque no me veía bien. Él es de los mejores entrenadores sino el mejor, diría. Tiene muchísima capacidad, es muy inteligente y me viene ayudando un montón. Es un placer tenerlo como cabeza de mi equipo. Tengo otra tranquilidad», comentó Francisco.
Motivado, el marplatense vivió un gran 2023, en el que fue gran protagonista en el segundo nivel de la ATP, con dos nuevos títulos -y otras dos finales- de Challenger. Y en el arranque de esta temporada, levantó su quinto título en ese nivel en Oeiras, que le permitió romper por primera vez la barrera del top 100 (llegó a estar 87° a fines de mayo) y le dio un nuevo empujón.
Cada uno de sus logros llegó como consecuencia de mucho trabajo y sacrificio, de viajes en soledad y de tiempo alejado del circuito profesional para jugar interclubes y bancarse la carrera. «No sé si todos saben lo que realmente vale un año de un tenista. Es muy caro. Si no tenés ingresos extra se hace muy difícil, porque hay que pagar entrenadores, hoteles, vuelos… y realmente no alcanza», le contó a mediados del año pasado a Clarín.
El nunca bajó los brazos. Pero en su mejor momento, ya con tres torneos ATP disputados (perdió en primera ronda de Córdoba, Río de Janeiro y Santiago de Chile), una nueva lesión volvió a tumbarlo. Fue un problema muscular en su pierna izquierda que apareció justo unas semanas antes de Roland Garros, en el que ya tenía un lugar asegurado en el cuadro principal (que iba a ser el primero para él tras no superar las qualys en Nueva York en 2022 y 2023 y Australia en enero). Le dolió tener que renunciar al Major francés, pero aseguró: «Las cosas pasan por algo y yo creo que nos dejan una enseñanza para hacernos más fuertes».
Fuerte de cabeza, Comesaña se levantó rápido y tuvo su premio: ese impresionante triunfo en su bautismo en un «grande» sobre el mítico césped del All England y ante uno de los mejores del mundo. Inolvidable.