Fabio Wardley y Frazer Clarke se habían enfrentado en marzo por el título británico de los pesados, en una pelea que fue considerada como una de las mejores del año por lo dramáticas y sangrienta, y que terminó en empate. Este sábado 12, en Riad, la revancha se resolvió con la velocidad de un rayo, en un primer round escalofriante, pero esta vez fue Wardley el que descargó toda su violencia sobre la humanidad de Clarke, que terminó con el rostro destrozado, una fractura en el pómulo y la necesidad de recibir oxígeno sobre el ring tras ser noqueado.
El combate fue lo más destacado de la previa de la esperada pelea de fondo en que Artur Beterbiev se terminó imponendo en las tarjetas frente a Dmitry Bivol y lo consagró como el campeón indiscutido de la división mediopesado, por primera vez en la era de los cuatro cinturones. Si los rusos combinaron golpes y defensas sólidas durante 12 rounds, lo de Wardley fue una cacería devastadora en dirección a Clarke.
El hielo lo rompió Clarke, con un buen doble jab con la mano derecha y obligando a que Wardley empezara a mover los pies. La respuesta de quien a la postre sería el vencedor fue inmediata, con un impresionante derechazo que dejó tambaleando a su oponente, para luego asestarle un gancho que decretó el final.
Clarke no llegó a caer a la lona, se arrodilló y se agarró de las cuerdas, quedando en una posición poco ortodoxa, mientras el árbitro Victor Loughlin comenzaba el conteo: llegó a 5 pero el daño en la cara de «Big Fraze» era señal de que la pelea debía detenerse, declarando a Wardley como ganador por KO técnico.
Wardley, de 29 años y con récord de 18 triunfos y un empate (frente a Clarke), celebró con euforia su merecida victoria mientras el derrotado recibía atención médica por las duras secuelas que le dejó el castigo: la zona izquierda de su rostro terminó abollada, como si tuviera un agujero, producto de lo que sería una fractura en el pómulo.
Antes de bajar del ring y dirigirse al vestuario, Clarke tuvo que recibir oxígeno para salir del sueño al que lo llevaron los puños de Wardley, nacido en Ipswich y con una altura de 1,96 metros, dos centímetros menos que su rival.
“Siempre sé que una vez que lastimo a alguien, me deshago de él”, explicó Wardley tras la pelea. Y agregó: «A veces se necesita usar el cerebro; tomé muchas cosas de la primera pelea y las utilicé esta noche».