Hugo Orlando Gatti, que murió este domingo 20 de abril a los 80 años, y Ubaldo Matildo Fillol eran -con estilos opuestos- los grandes arqueros argentinos a mediados de los 70, y destinados a custodiar la valla de la Selección para el compromiso máximo: el Mundial del 78, en nuestro país. Menotti tenía mucha confianza en el Loco, a pesar de que su estilo era discutido por buena parte del ambiente futbolero, mientras Fillol era una garantía de seguridad. Pero Gatti dejó la Selección luego de una lesión (y una operación) cuando se entraba en los tramos definitorios sobre el equipo a mediados de 1977 y Menotti optó entonces por Fillol. Fue un acierto, ya que iba a convertirse en uno de los artífices del título mundialista, el primero en la historia del fútbol argentino.
En realidad, Gatti ya había llegado a la Selección Argentina una década antes, muy joven. El Toto Lorenzo lo convocó como el tercero de sus arqueros para el Mundial de Inglaterra 66, a pesar de que todavía alternaba la titularidad en River con el gran Amadeo Carrizo. En la Selección, el titular era Antonio Roma, el Tarzán de Boca, quien atajó en todos los partidos hasta alcanzar los cuartos de final en Wembley contra los locales (el memorable partido de la expulsión de Rattin). Gatti estuvo como arquero suplente en ese encuentro, mientras que Rolando Irusta, de Lanús, era la otra alternativa para el puesto.
Su debut en la Selección recién se produjo al año siguiente, en un amistoso (1-1 ante Paraguay en Asunción). Y en una época de constantes cambios, desorganización y confusión de objetivos para nuestro equipo nacional -algo que venía desde la “catástrofe de Suecia” en el 58- se fueron sucediendo los técnicos, los jugadores, los estilos. Gatti recién volvió a ser llamado cuando asumió Menotti con la meta en el Mundial 78.
El primer ciclo del Flaco al frente de la Albiceleste lo tuvo a Gatti en la titularidad del arco, mientras se armaba la base que desembocaría en el 78. Y el momento estelar del arquero se produjo en la gira europea de principios de 1976 que incluyó triunfos ante fuertes rivales como la ex Unión Soviética (1-0 en Kiev) y Polonia, bronce mundialista, y una ajustada caída en Hungría.
Mientras en nuestro país se producía el golpe militar del 24 de marzo, que iba a generar la dictadura, la Selección estaba de gira.
Cuatro días antes, en la nieve de Kiev, Gatti produjo su más notable actuación como arquero de la Selección sosteniendo el triunfo contra los soviéticos.
Aquella imagen de sus pantalones largos y de su audacia en todo momento, habían cautivado hasta a los propios medios locales.
Argentina se puso en ventaja con un gol de Kempes y de allí en más, Gatti comenzó a tapar varios remates con destino de red. Anticipó otras jugadas, cortó centros y se quedó con todos los elogios, en la misma jornada donde debutaba Daniel Passarella, más adelante capitán del equipo.
Así habló luego del juego, cuando le consultaron por las condiciones en que se desenvolvió: “Cuando entramos al campo, pensé en las dificultades que me podía plantear un terreno en esas condiciones. Sabía que debía usar mucho los puños, no salir demasiado a cortar, usar el cuerpo… En fin, todas esas cosas. El correr de los minutos me fue dando la confianza necesaria para resolver las situaciones”.
¿Fue el mejor partido de tu vida?, le preguntaron. “Por la trascendencia, tal vez sí. Yo siempre sostuve que no era arquero sino un jugador más dentro del equipo. Y hoy creo que lo demostré anda menos que en un medio como éste. Para mí lo de esta tarde fue una experiencia extraordinaria, que nunca soñé vivir. Jugar en Europa con semejante nieve, y te digo que recordé muchas charlas que a veces teníamos con Amadeo sobre los arqueros europeos. Hoy me di cuenta por qué son tan simples y directos.”
Sintió que, desde aquel día, “ya nadie va a dudar de Gatti”.
Muchos años después, entrevistado por el escritor Rodolfo Braceli, Gatti reveló que “contra la Unión Soviética, en Kiev, las hice todas. Para entonarme tomé whisky y Menotti lo sabía. Yo tenía la botellita detrás del palo y cada tanto ¡chuik! ¡chuik! ¡chuik! Como ese partido no habrá ninguno igual”.
Para el invierno del 77 se programó la serie internacional en la Bombonera, la Argentina recibía a fuertes rivales (como el campeón mundial Alemania) y nada mejor que esos enfrentamientos para ir fogueando a nuestros jugadores. Gatti estuvo en la victoria de 3-1 sobre Polonia y en la derrota por el mismo marcador contra los alemanes, y luego –por su lesión y operación de rodilla- debió dejar el lugar, que ocupó Baley, antes de la llegada de Fillol. Ya no volvería a la Selección.
En su libro “Cómo ganamos la Copa del Mundo”, Menotti contó: “Gatti no renunció, pero provocó mi decisión. Me acuerdo textualmente de sus palabras: ‘Mirá, César, no estoy ni física ni anímicamente en condiciones de hacer la pretemporada con la Selección. Prefiero pasar un mes en Boca y volver recuperado, con todo’. Cuando salí de mi oficina, estaban los periodistas esperando. Dí explicaciones, sin extenderme demasiado. Lo concreto era que Fort lo revisó poco antes y Gatti estaba perfectamente bien. Inclusive le había transmitido su entusiasmo para trabajar en Mar del Plata. Entonces lo excluí del plantel, había perdido la prioridad. Sus razones eran atendibles, pero a mí no me servían, no me resultaban válidas. Eso fue todo, así de transparente”.
Un tiempo después, Gatti contó: “Pasaron más de cuatro años y sigo pensando que nadie me entendió, ni siquiera Menotti. Para mí hubiera sido fácil quedarme en el plantel, jugar en una pierna si me ponían o si no, cobrar los premios. Y hubiera sido campeón del mundo. Lo único que tenía que hacer era decir que me sentía bien y listo. Pero equivocado o no, yo elegí irme porque pensaba que era lo mejor. Y sigo pensando lo mismo. Tal como me sentía en esos momentos no podía cumplir la preparación que el Flaco exigía. No sabía cómo podía responderme la rodilla y el hecho de sentirme físicamente mal me trabajaba la cabeza. Por eso pedí licencia. Menotti no me creyó y me sacó del plantel. Hizo lo que correspondía. Yo no mentí y la prueba está en que para seguir jugando tuve que operarme y la recuperación total la conseguí mucho después. De todos modos, jamás olvidaré que Menotti me respetó, me apoyó y me llevó con él”.
En concreto, Gatti no se sintió seguro para el tramo final de los preparativos argentinos. En cambio, pudo volver a Boca donde en aquellas mismas temporadas del 77 alcanzó sus primeros títulos internacionales.