Pasaron 108 años del primer Sudamericano y el final del torneo está envuelta en un escándalo como aquella definición de 1916, en la cancha de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, sede Maldonado, que fue suspendida apenas comenzó el partido y se tuvo que jugar al día siguiente en la cancha de Racing.
En los albores del siglo XX, la pasión por el fútbol ya había abrazado a todas las clases sociales. Y al compás de los festejos del centenario de la Independencia, fueron días de proyectos y de conmoción para el deporte más popular. Fue un invierno intenso el de julio de 1916. El torneo organizado por la Asociación Argentina de Football resultó la piedra angular de la Copa América. El debut fue el domingo 2 en GEBA, escenario de aquel gran evento. Uruguay goleó a Chile 4-0.
El domingo 9 de julio, como parte de los festejos, hubo un desfile militar en la Plaza de Mayo. Cuando el presidente interino Victorino de la Plaza salió al balcón, el anarquista Juan Mandrini sacó un revólver y le disparó a matar. Cualquier similitud con lo que sucedió ayer con el candidato presidencial Donald Trump en Estados Unidos es pura coincidencia.
El atacante también falló. A tres cuadras, en Reconquista 316 -sede de la AAF- dirigentes de Argentina, Uruguay, Brasil y Chile fundaban la Confederación Sudamericana de Fútbol. El sábado 15, una comisión compuesta por dos representantes de cada país redactaron los estatutos. Se decidió jugar un “Campeonato anual (…) se disputará un trofeo que se denominará Copa de América y el cual quedará en poder del país vencedor hasta que otro la conquiste”.
El torneo era un éxito. El domingo 16 de julio, Argentina y Uruguay definían el título. La expectativa, enorme. Y el estadio, con capacidad para 20 mil personas, quedó mínimo. Había miles de más adentro y otros miles afuera. La organización, como ahora en Estados Unidos 108 años después, fue deficiente. El partido empezó con hinchas al borde del campo y se suspendió a los dos minutos.
Pero la cuestión no terminó allí. Luego se desató un incendio. El público, enardecido, empezó a encender los periódicos y arrojarlos al piso rompió los arcos e incendió las redes. Enseguida el fuego arrasó con las débiles tribunas de madera.
Según el libro oficial de GEBA, los actos vandálicos fueron producidos por gente ajena al club pero se pregunta si la entidad permitió que ingresaran socios sin abonar la entrada, como ahora en Miami. La AAF no se hizo cargo. La compañía de seguros no pagó los daños. Fue el poder político (el Congreso) el que aprobó los fondos para la reconstrucción.
Finalmente, el partido se jugó al día siguiente, igualaron 0-0 y Uruguay se coronó campeón. Ganó la Copa Murature, trofeo que actualmente se exhibe en el museo del estadio Centenario de Montevideo. Un siglo después, los dirigentes que se ocupan de la organización de los torneos siguen mostrando sus falencias.