Hay un Messi en Rosario que no tiene nada que ver con el que hace muchísimo tiempo cambió la ciudad a orillas del río Paraná por las de Barcelona, Paris y Miami. Joaquín y Lionel no son siquiera primos con una lejanía medida en años luz.
Llevan el mismo apellido, pero no se conocen, como tampoco supieron sus padres ni abuelos que había otros Messi por ahí. “En mi pueblo hay tres familias que son Messi”, dice el Mono sobre su lugar en el mundo: Coronel Arnold, un pueblo minúsculo de menos de mil habitantes a 80 kilómetros del Monumento a la Bandera.
Está el apellido como hilo conductor y Rosario. También Newell’s, con inferiores para ambos y sin debut profesional en La Lepra. Eso sí, el Messi de Arnold se sentó en el banco de Primera en un empate ante Belgrano, pero el Gringo Heinze no lo puso en cancha. Después del club rojinegro, cada uno encaró su recorrido. El de Leo está documentado y no hace falta buscar sus goles para que en algún momento del día aparezcan en la pantalla.
El de Joaquín está en pleno desarrollo. Para encontrar rodaje, primero bajó una categoría y cruzó una frontera: la interprovincial, cuando firmó como refuerzo en Estudiantes de Río IV. Llegó con esa expectativa y por eso no demoró la decisión de rescindir un contrato con Newell’s para incorporarse al León.
El sueño fue una pesadilla. Tras una buena cantidad de partidos sin sumar siquiera un minuto, también rompió el contrato y se volvió a su casa.
Literalmente volvió a su casa. No quiso jugar más. Pasó varios meses en Arnold mirando el techo. «Decidí priorizar un poco más mi salud mental», le contó de ese impasse al periodista Luis Castro del diario La Capital.
«Mi vida era dedicada al ciento por ciento al fútbol. Jamás se me había cruzado por la cabeza otra cosa. No veía nada más que no sea fútbol. Pero la realidad me hizo abrir los ojos y darme cuenta de que la vida no es nada más que el fútbol, sino que hay muchísimas cosas más», contó en esa entrevista.
En silencio, se imaginó un 2025 con dos variables en simultáneo: “estudiar para contador o administración de empresas” y fichar para seguir divirtiéndose en la cancha en algún equipo de liga y achicar el universo del fútbol a lo regional.
Después de acomodar las ideas, apareció el interés de Central Córdoba de Rosario y le permitió volver a pensar en la pelota como profesional. Se fue a entrenar con el equipo, pero sin contrato. Cuatro meses estuvo entrenando sin jugar ningún partido. Este año firmó contrato y su casa ahora es el Charrúa que es sensación en el Ascenso y se convirtió en el «matagigantes».
Central Córdoba no sólo lidera en su grupo de la Primera C, sino que despachó a dos equipos de la Liga Professional: Sarmiento y Gimnasia de la Plata.
Y ahí, como si no pudiese desmarcarse, tiene otra coincidencia con su homónimo famoso. A los ocho años, Leo jugó con la misma camiseta en un torneo infantil, que por supuesto gano. “La comparación siempre estuvo, está y va a existir siempre por la coincidencia del apellido… Igual que Lionel también empecé en Malvinas”, enumera, conciente de que él es “el otro Messi”, el que ahora juega en la Primera C.
Ya metió un gol –el primero en la victoria 2 a 0 ante Ituzaingo- y contribuyó con la gran campaña del equipo. Está contento y no se achica cuando habla de los objetivos grupales: ascender y ganar cada partido que le toque en la Copa Argentina. Piensa en grande, pero también piensa en él.
«Yo quiero sumar minutos, todos los que pueda. Parece una tontería, pero quiero disfrutar al máximo”, dijo en una entrevista a Charla Técnica, en BlueRTV de Rosario, antes de que comience este torneo. Y no se equivocó, porque lo disfruta: es titular, ya sumó su apellido en la lista de goleadores de un equipo que marcha primero e invicto en la Zona A.
Messi mira su presente y también mira a Messi. “Es mi ídolo, es un jugador increíble”, dice cuando le preguntan por Lionel. “Que se fije en Youtube”, dice también cuando le comparten una declaración de Cristiano Ronaldo con alguno de sus innumerables destellos de vanidad. Pero también aclara: “son dos mostros, hay que disfrutarlos”.
¿Le pasó al Mono Messi algo parecido a lo que buscan hacer su propio camino con la pelota y son hijos o hermanos menores de futbolistas que se consagraron? “No, en principio no. La verdad que no sabría qué decir por qué, no hay nada factible que compruebe un parentesco lejano, pero quizás en algún punto sí. En mi pensamiento creo que no influyó”, indicó el Messi que vive su apellido del mismo modo que un González, Pérez o Fernández y volvió a ser feliz.