Marcelo Gallardo lleva menos de dos semanas como técnico de River pero su presencia ya genera un magnetismo que rápidamente logra transmitir a sus jugadores. “Volvió la mística”, se decía y se repetía entre dirigentes y allegados al plantel minutos y horas después del triunfo en Córdoba sobre Talleres en el duelo de ida por los octavos de final de la Copa Libertadores, lo que dejó muy bien parado al Millonario de cara a la revancha del miércoles en el Monumental.

“Es una cosa de locos. Lo que logra transmitir el tipo para que la mayoría de los mismos jugadores que venían jugando den un plus de sí mismos es increíble”, resumió uno de los integrantes de la delegación riverplatense. Y en esa frase tal vez se resuma perfectamente lo que Muñeco genera en los futbolistas y que lleve a que se vuelva a hablar de una mística.

Ahora, esa mística, que tuvieron algunos equipos -el Boca de Bianchi o el del Toto Lorenzo, el Estudiantes de Zubeldía, el Independiente de las siete Copas, por citar los ejemplos más conocidos en el fútbol argentino- a lo largo de la historia y que se los ha identificado de esa manera, incluso al River del primer ciclo del Muñeco, responde tal vez, como su definición lo indica, a cuestiones no solo divinas, sino también espirituales. Y no es casual que Gallardo haya destacado el “espíritu de equipo” en su conferencia de prensa.

Pero a esa mística hay que acompañarla, claro. Y se encuentra en decisiones, detalles, posturas, formas y métodos de trabajo. En este caso, está inmersa en la actitud de River para sostenerse en el partido con Talleres, aun cuando las cosas no hayan salido de lo mejor en cuanto a la calidad de juego. El equipo del Gallardo dio el presente en el Kempes y ganó un encuentro que iba camino al 0 a 0.

En el entretiempo, el entrenador les recordó a los jugadores que el partido iba a definirse por detalles. Que el que estuviera más atento iba a llevarse el triunfo. Ahí está la mística. Es que, si bien River sufrió un poco con las pelotas paradas, hubo concentración para pararse adelante para defender y no correr rápidamente hacia el arco de Franco Armani, y dejar así a Matías Catalán en posición adelantada cuando convirtió el gol que fue anulado. En cambio, en la otra área, Juan Portillo no dio el pase adelante y habilitó a Paulo Díaz, quien terminó convirtiendo el gol del triunfo de River.

Apostar por la experiencia en momentos decisivos le dio sus frutos a Gallardo. No desgastó a Nacho Fernández desde el arranque y lo puso para jugar la última media hora. El zurdo tuvo precisión quirúrgica para asistir al chileno Díaz en el gol de pelota parada. Apareció en el momento justo e indicado. Eso, que no tiene tanta explicación desde la lógica, es mística.

Gallardo y su sello están de regreso. Foto: APGallardo y su sello están de regreso. Foto: AP

Tantas veces se dijo en el último tiempo que River necesitaba jugadores que llegaran, se pusieran la camiseta y jugaran. Tantas veces se hizo referencia a que faltaba jerarquía. Bueno, Germán Pezzella y Fabricio Bustos pisaron el club y a los pocos días se calzaron la banda roja y dieron la talla. Ahí también aparece la mística.

No renunciar a la victoria en ningún momento, aun cuando el empate podía ser conveniente, pensando en que es un partido largo de 180 minutos, y a pesar de que no se lograba crear situaciones de gol. Pero sí tener presente el arco de enfrente hasta el final. Ahí hay mística.

Ganar de visitante era de alta dificultad en los últimos meses para River -hacía siete encuentros que no lo hacía en esa condición- y hasta representaba un martirio salir del Monumental. En el primer partido con Gallardo fuera de Núñez y encima en un encuentro de Copa Libertadores, se consiguió un triunfo. Sí, mística.

River, otra vez en modo Gallardo. Foto: EFERiver, otra vez en modo Gallardo. Foto: EFE

Ahora, River no deberá confiarse, claro. En eso también trabajará Gallardo de cara a la revancha. Talleres no es un rival de fiarse y puede complicarlo. De hecho, de los ocho partidos que la “T” jugó contra el Muñeco, le ganó en cuatro oportunidades y dos de esas veces fueron en el Monumental.

Pero en Núñez hay confianza porque cuentan con el hombre de la estatua, que en Córdoba alcanzó los 98 partidos dirigidos en Copa Libertadores y 92 de ellos fueron en River. De esos encuentros, ganó 44, empató 32 y perdió 16. Cosechó el 56 por ciento de los puntos en juego y –como ya se sabe- obtuvo dos veces la Copa como técnico.

«No soy mago, no hay magia en esto. Intento que los jugadores asimilen los conceptos para que la gente se sienta identificada. Hay mucho por trabajar”, afirmó, con cautela, Gallardo, tras la conferencia de prensa. No tendrá una varita, claro, pero en su ADN hay mística.



Fuente Clarin

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