El Mundial de Clubes que se disputará en Estados Unidos desde el próximo sábado empieza a tomar temperatura en Miami y Fort Lauderdale. Las distancias son largas en una de las principales ciudades de la Florida y como son vacaciones de verano no se ven muchos niños por las calles. Ellos siempre aportan el color y el fanatismo que este tipo de competencias merecen. Algunos llegan a la puerta del predio de la Universidad de Barry, donde se entrena Boca de cara al debut del próximo lunes ante Benfica.

Carina nació en Mar del Plata y cada fin de año vuelve a Argentina para pasar las fiestas en familia. Lleva 25 años en Estados Unidos y luce una franela del lugar donde trabaja, una cadena de hamburguesas muy conocida. A su lado está su hijo que ostenta un sombrero tipo Piluso con los colores de Boca, la camiseta de Cavani con el 10 en la espalda y hasta una bandera mediana de palo.

La desilusión es total cuando les impiden ingresar al lugar donde Boca se entrenará, pero hay una esperanza que se abre: «Dejame la camiseta, la hago firmar y mañana te la devuelvo», promete uno de los encargados de la seguridad del plantel de Xeneize.

Agustín es argentino, arriba a Barry en un monopatín eléctrico junto a su novia. Llegaron hace 8 meses y tienen papeles, por lo que están a resguardo de las deportaciones masivas que desataron una ola de protestas y violencia del otro lado de Estados Unidos, en Los Ángeles.

«Compré una entrada a 90 dólares para el partido contra Benfica, pero ya valen 40», se lamenta ante la consulta de Clarín. «Así que voy a esperar que bajen los precios para sacar las del partido frente al Bayern Múnich».

Son un puñado los hinchas de Boca que se acercan cada tarde al predio de la Universidad de Barry. Se suben al alambrado con las camisetas azul y oro para tratar de espiar los movimientos de los jugadores. Son todos latinos y viven en Estados Unidos.

Carlos es hondureño y su permiso de trabajo ya venció. Tiene entradas para los partidos de Boca en el Hard Rock, pero también algo de temor frente al rumor que crece cada día: la Policía podría realizar redadas en los ingresos para detectar a los «indocumentados». Así y todo se arriesgará: todo sea por ver a Boca.

Cierto es que el público americano mira hacia otro lado. No solo con lo que pasa con los latinos frente a la política expulsiva del presidente Donald Trump, sino también con lo deportivo.

Los estadounidenses están pendientes de lo que ocurre en las finales de la NBA entre Indiana Pacers y Oklahoma City Thunder (este miércoles los Pacers se pusieron 2-1 en la serie).

Pero también hay expectativa por la Stanley Cup, el prestigioso trofeo que se le entrega al campeón de la NHL, la liga de hockey sobre hielo. Los Florida Panthers están 2-1 arriba en la serie frente a los Edmonton Oilers canadienses y también este miércoles se disputará el Juego 4 en el Amerant Bank Arena de Sunrise, la parte suburbana de Fort Lauderdale.

Para el «soccer» no hay pantallas todavía, a la espera de lo que ocurra con el Inter Miami de Lionel Messi, que abrirá el Mundial de Clubes este sábado.

La marea de hinchas de Boca se está formando de a poco y tendrá su epicentro el domingo, en la intersección de Collins y 80 St, en MIami Beach. Allí será el banderazo previo al debut del equipo de Miguel Ángel Russo, y donde se esperan algunas sorpresas: ¿estará Leandro Paredes?

Mientras tanto, los hinchas de Boca acuden cada noche al Hotel Hyatt Las Olas para ver a sus ídolos que se prestan para las fotos y firman camisetas con mucha amabilidad. El más solicitado es Edinson Cavani. El uruguayo recibe cartas, pedidos de fotos y sonríe con los pelos al viento. También Ander Herrera, Kevin Zenón y el Changuito Zeballos son parte de la ceremonia. Aunque por ahora, el sonido de la Bombonera es un eco muy lejano en la previa de la competencia.



Fuente Clarin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *