Si alguien se cruzó este lunes con Julián Gutiérrez en el Centro de Tiro de Chateauroux, donde hubo bastante público a pesar de estar ubicado a 200 kilómetros de París, quizás no habrá adivinado que el catamarqueño se quedó muy rápido sin chances de pelear por el podio en la final de la prueba de rifle de aire 10 metros de los Juegos Olímpicos.
Tras una enorme actuación en la clasificación, en la que quedó segundo con 631,7 puntos en 60 tiros, el mismo registro que el chino Lihao Sheng, cuatro veces medallista en Mundiales y quien terminó defendiendo el título olímpico, se había ilusionado con una medalla.
Pero no logró repetir su rendimiento en la definición, fue eliminado en el primer corte con 122,8 puntos y finalizó octavo. Cuando terminó su actuación se lo vio un poco decepcionado, pero la bronca se le pasó rápido. En parte porque sabe que ese diploma que llevará para Argentina es histórico. Pero además porque entendió que participar en los Juegos Olímpicos es mucho más que el resultado deportivo.
“Desde el último hasta el primero tiene chances de ganar unos Juegos Olímpicos. Este deporte te juega muy malas pasadas en lo mental a veces, pero todos tienen el nivel para poder ganar una medalla. Ayer clasifiqué segundo y pensé que podía llegar al podio. Pero el tema es estar preparado para este momento y que en este momento se te dé. Y no se me dio un buen resultado. Pero estoy contento con lo que hice y con la clasificación que tuve. Y pude disfrutar la final. Fueron solo doce tiros, pero fueron los doce tiros más lindos de mi vida”, afirma con una enorme sonrisa y mucha sinceridad tras bajarle el telón a su debut olímpico.
“¿Qué me llevo de estos Juegos? Todo el trabajo que venimos haciendo y el gran cuerpo técnico que tengo. El año pasado no estaba atravesando un buen momento. Entrenaba el doble de lo que estoy entrenando hoy y no se me daban los resultados. Pero ellos me ponían una mano en la espalda y me decían: ‘Tirá para adelante, porque estás haciendo las cosas bien. No se te está dando, Dios sabe por qué. Pero en el momento en que se te desbloquee esto, vas a ir para adelante’. Es algo que hablamos con Pablo (Álvarez, uno de los entrenadores del seleccionado)», agrega.
Y reflexiona: «El año pasado no se esperaba que yo entrara en la final de unos Juegos Panamericanos (NdR: Fue 7° en Santiago 2023) y ahora estoy en la final de unos Olímpicos. El apoyo y la confianza que ellos tienen hacia la carrera de cada uno de nosotros es brillante”.
Gutiérrez llega a la zona mixta de la sede de tiro de París 2024 caminando despacio y enseguida se presenta ante cada periodista que lo esperaba. Habla tranquilo, con una tonada y unos modismos típicos de su Catamarca natal (pone, por ejemplo, artículos delante de algunos nombres) y sonríe constantemente. Pero la sonrisa se agranda aún más cuando el tema de conversación es su familia. Se le iluminan los ojos cuando cuenta que su mamá Rosa Magdalena se emocionó muchísimo cuando lo vio compitiendo en televisión.
“Mi vieja pobrecita estaba llorando. De las lágrimas no podía ver las pantallas. Me llamó mi hermana y me preguntó cuál había sido el resultado porque no lo habían visto. Es más emocional. Yo le digo que no sea tan artista, pero es una crack la Rosa”, cuenta divertido.
“Mi viejo, Marcelo, también está muy contento. Me vienen bancando desde 2011, fue mi primer entrenador y lo sigue siendo. Así que para él, vivirlo como padre y como entrenador debe ser bastante duro, más que nada a la distancia”, dice sobre quien fue el que le enseñó a disparar.
“Estaba aburrido en casa nomás, por eso empecé. El viejo tenía las cosas ahí y le empezamos a pedir si nos podía enseñar. Al principio nos dijo que no. Porque yo tengo un hermano un año y medio mayor, Andrés, y cuando sos chico y tenés un hermano casi de la misma edad, ahí nomás le competís. Así que iba a terminar mal… Después terminó cediendo, pero costó un poco”, recuerda Julián, quien probó con diferentes deportes, como el fútbol y el básquet, pero se enamoró del tiro por una razón muy particular.
“Lo que más me gusta de este juego es la incertidumbre” -explica-. Saber que podés ser el número uno del ranking o el subcampeón olímpico y aún así quedar último, como también puede ser que el último, al que nadie conoce, salga primero”.
En 2016 comenzó a enfocar su energía en la disciplina que lo trajo a París y enseguida llamó la atención de quienes estaban al frente del programa de captación de jóvenes talentos para los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018. Formó parte de todo ese proceso, aunque se quedó afuera del equipo para esa cita. Pero la semilla estaba plantada.
No tardó en encontrar un lugar en la Selección Mayor. Y en 2019, con apenas 19 años, sorprendió al colgarse un bronce individual y un oro por equipos mixtos junto a Fernanda Russo en los Panamericanos de Lima 2019. Y desde entonces no dejó de crecer. Y aunque tiene un talento natural para el deporte, que exige una fortaleza mental muy grande, su evolución tiene mucho que ver con su dedicación.
“Julián hizo un trabajo muy duro para estar acá. Se viene rompiendo el alma desde hace un montón. El trabajo mata talento. Por más talento que tengas, no te alcanza: tenés que laburar, contar con psicólogo, tener la mejor arma y el mejor balín. Está acá en Francia desde hace un mes y fue a la fábrica de armas, donde le ajustaron el rifle nuevo. Lo sacaron de la caja, tiró 500 tiros, que es nada, volvió a fábrica y se lo armaron de vuelta. Es como un auto: vos comprás una Ferrari y está bárbara, pero no vas a ganar Le Mans. Ahora le pusieron un auto para ganar Le Mans”, explica Ariel Martínez, otro de los entrenadores del seleccionado argentino.
Y reflexiona. “La actuación de Julián fue excelente. Es la mejor ubicación de un tirador de rifle en la historia. Hay que tener en cuenta que en una época no había finalistas y los primeros fueron desde 1988. Desde ese momento, no hubo nunca un argentino entre los ocho en una prueba de rifle hasta hoy. Tiene una proyección enorme con 23 años. Es muy metódico y sabiendo que puede entrar, ahora va a ir por más».
Julián es un buen chico. No hace falta pasar mucho tiempo con él para darse cuenta. Esa bondad se nota cuando cuenta que sigue estudiando Comercio Internacional en la Universidad Siglo XXI, gracias al acuerdo de esa institución con el ENARD para que los atletas se formen académicamente, porque eso es lo que quiere su mamá. «La Rosa no te perdona con eso. Es la que manda, así que no me queda otra que seguir estudiando», cuenta y vuelve a reírse.
Sigue ayudando todos los domingos en la olla solidaria San José Obrero como parte de un programa de la universidad. «Me hace valorar las cosas. A mí me tocó estar el Día del Padre y pensé que no iba a ir mucha gente porque iban a estar en familia. Y sin embargo se llenó. Porque no tienen para comprar su comida o para llevar la comida a su casa. Es duro ver eso, pero te enseña a valorar lo que tenés», reflexiona.
No tiene problemas en abrir su mochila para mostrar todos los «amuletos» que lo acompañan en cada viaje. Y muestra un par de rosarios, pulseritas, medallitas, un llavero y hasta una botellita con agua bendita.
«Me lo regala la gente o los periodistas que me conocen o que hablan con la vieja y ella les vende cualquiera… Tengo cosas que me dio mi abuela, mi ex, una chica que hacía la limpieza del tiro y que me dijo que era buena gente porque cuando las encontré comiendo en el vestuario, les dije que no pasaba nada y que cuidaba la puerta para que terminaran tranquilas. Tengo sal bendita también en la cajita del rifle. Siempre van conmigo», cuenta.
Y tras compartir con él una charla de apenas minutos, no sorprende la respuesta que da al ser consultado sobre cuál es el plan de cara al próximo ciclo olímpico. «Seguir laburando«, sintetiza el catamarqueño, que hizo historia en París y le regaló al tiro celeste y blanco un diploma que se celebró casi como una medalla.