El fútbol argentino está encantado. El mismo fútbol que tiene el bendito torneo de los 30 equipos -pero que después entrega unos playoffs súper entretenidos, con Platense y Huracán a la vera de una vuelta olímpica improbable bajo otro tipo de formato- recupera a uno de los jugadores más importantes de la historia de la Selección. Vuelve Ángel Di María y es motivo para celebrar a lo grande.

Será claramente un lujo ver a Angelito desfilar por las canchas de acá. Habrá ovaciones a granel y aplausos a rabiar para homenajear a uno de los héroes de la ya legendaria Scaloneta -aunque siga vigente- y as de bastos de ese mazo ganador que tuvo como ancho de espadas a Lionel Messi.

Recordará por ejemplo a esos tiempos en que Maradona tuvo su merecido -y tardío- reconocimiento en su paso como DT de Gimnasia. No habrá tronos, pero sí habrá caricias. Y ni qué hablar en ese Gigante de Arroyito que enloquecerá cada vez que tire una gambeta.

La pregunta pasa por saber por qué vuelve. Y la explicación tiene que ver con la pasión. Hay cosas que el dinero no puede comprar. Porque si no elegiría ir a Medio Oriente o la MLS. Fue la pasión lo que llevó al uruguayo Cavani a darse el gusto de dejar todo y jugar en Boca, el club del que se enamoró cuando soñaba en su Salto natal. La misma que llevó al vasco Muniain a tomar la decisión de cruzar el Atlántico. No se le cumplió el deseo de jugar en River, pero se dio el gusto de mostrar su jerarquía en San Lorenzo.

El fútbol argentino, más allá de los formatos, es un imán. No hay plata, obvio, y tal vez no tiene el nivel técnico que abunda en Europa. Pero es competitivo y complejo. Y, sobre todas las cosas, apasionante. Y eso tal vez es lo que viene a buscar Di María para ponerle un moño a una carrera fabulosa. Será bienvenido.



Fuente Clarin

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