El estadio Mundialista de Mar del Plata se cae a pedazos y el intendente Montenegro propuso su licitación para buscar inversiones privadas

Pocos estadios del país despiertan los sentimientos que provoca el Mundialista de Mar del Plata. Es de todos y es de nadie, en una ciudad asociada con los recuerdos felices. El Minella que fue sede del Mundial 78, donde Maradona dio su única vuelta olímpica en el país y en el que se jugaban los icónicos Torneos de Verano, desde hace un tiempo sufre un estado de deterioro y abandono estremecedor, que se hace más agudo con el correr de los años. Tras varias propuestas fallidas, la idea es que eso pueda cambiar.

Inaugurado en 1978 para recibir seis partidos del Mundial, el Minella se llama así por el exfutbolista marplatense José María Minella que jugó en «La Máquina» de River en los años 40 y fue DT del club de Núñez, y se emplaza en el Parque de los Deportes Teodoro Bronzini, que comienza en el cruce de las avenidas Juan B. Justo e Independencia.

A diferencia de otros estadios del país, como los de Mendoza, Córdoba o Santiago del Estero, que son administrados y solventados por sus provincias, el Minella es propiedad del municipio de General Pueyrredón, una condición que le ofrece libertad para la toma decisiones pero dificultades financieras para su mantenimiento.

Es por ello que el intendente Guillermo Montenegro anunció esta mañana en conferencia de prensa que lanzarán una licitación pública en busca de capitales privados para refaccionar el estadio, una obra que requiere una inversión de entre 20 y 30 millones de dólares, y que en su proyecto más ambicioso incluye techarlo por completo y agrandar sus tribunas, que hoy albergarían 35 mil personas pero que podría superar los 50 mil.

La idea es que esa licitación que puede ser «nacional o internacional» llegue con el aval de la AFA para asegurar una agenda de eventos, entre ellos la presencia de la Selección Argentina, que no juega allí desde 2011, pero también de todo tipo de partidos y la realización de conciertos de alta convocatoria. «No queremos que sea un elefante blanco», enfatizó Montenegro.

«Descarto de plano que se utilicen fondos públicos. Es imposible afrontar ese gasto porque las prioridades son otras y el estado no es una inmobiliaria ni una productora de eventos, para eso están mucho más preparados los privados», explicó Montenegro, que reconoció que ya tuvo reuniones «con la AFA y otros interesados».

Además del estadio, la concesión incluirá al polideportivo Islas Malvinas, emplazado en el mismo predio y construido para los Juegos Panamericanos de 1995, con capacidad para unas 8 mil personas. Como contraprestación, la ciudad exigirá las obras de remodelación, un canon económico y el mantenimiento de todas las estructuras.

«Lo más importante es traer una cantidad mínima de eventos para darle laburo a los marplatenses. No sólo es renovarlo sino las actividades y el movimiento económico que nos va a generar. Muchas de esas cosas seguramente yo no las vea como intendente», puntualizó Montenegro.

El año pasado, la ciudad se postuló como sede del Mundial 2030 que la Conmebol soñaba con tener en Sudamérica pero que terminará realizándose en España, Portugal y Marruecos, con apenas tres partidos inaugurales en Argentina, Paraguay y Uruguay.

En esa frustrada iniciativa se mencionaron todas las ventajas que ofrece la ciudad pero también se planteó la necesidad de recuperar al Minella en un proyecto que incluía la idea de ampliar la capacidad de espectadores, realizar todo tipo de renovaciones y techarlo.

El cálculo que se hace desde Mar del Plata es que se necesitan entre 20 y 30 millones de dólares para recuperar al Minella, un gasto imposible para la municipalidad, con otras y muchas prioridades.

La Selección Argentina jugó 10 veces en Mar del Plata, las primeras tres en el viejo estadio San Martín (hoy convertido en un hipermercado mayorista), sobre la Avenida Champagnat, y las otras siete ya en el Minella, tras la cita mundialista que le dio la primera copa a la Albiceleste.

El astro de la camiseta número 10 jugó en tres oportunidades (el de mayores presencias, junto a Simeone), y fue DT en una de las últimas. En diciembre del 80 metió el 1-1 ante Unión Soviética, en diciembre del 82 empató 0-0 contra Checoslovaquia y en febrero del 93 fue campeón de la Copa Artemio Franchi (lo que hoy se denominaría Finalissima) ante Dinamarca, el monarca europeo, con gol de Claudio Caniggia y la figura de Sergio Goycochea en los penales. Eran tiempos de veranos multitudinarios, récords de recaudaciones y rivales de respetable jerarquía.

La única derrota de la Selección en Mar del Plata se produjo sobre el fin del año 1996, un 2-3 ante Yugoslavia con goles del marplatense Juan Esnáider y el ex Huracán y Lanús, Hugo Morales: Daniel Passarella era el técnico y Diego Simeone su capitán. En febrero de 1998, siempre con el Káiser como DT, fue victoria 3-1 contra el mismo rival balcánico y no alcanzaron los tres goles de Hernán Crespo que dieron vuelta el resultado sobre la hora para conformar a la gente. Se pidió por la convocatoria de Gabriel Omar Batistuta y la tendencia de la noche fueron los silbidos. “Crespo apareció justo a tiempo para apagar el incendio”, tituló Clarín.

Maradona volvería como DT, en febrero de 2010, con el Mundial de Sudáfrica en la mira, pero el ambiente era bien distinto de años anteriores. Argentina jugó un amistoso contra Jamaica con un equipo conformado por jugadores del medio local y poca gente en las tribunas: se le ganó sobre la hora 2-1 a Jamaica, con gol de Martín Palermo.

En abril de 2011 llegó el capítulo final, con Sergio Checho Batista al frente del equipo, para jugar un amistoso contra Ecuador, sin Messi, Tevez, Agüero ni las grandes estrellas que luego jugarían la fallida Copa América en el país. Fue empate 2-2 ante apenas 7 mil personas, y la historia afirma que los últimos dos goles de la Selección en Mar del Plata los marcaron Claudio Yacob y Gabriel Hauche.