La explanada del hotel Hilton de Puerto Madero, de repente, se transforma en un escenario de festejo. Ya es de noche en Buenos Aires, en un sábado primaveral, en el comienzo de la estación de las flores, y los jugadores de River arman una media ronda, abrazados, de cara a los hinchas que estaban del otro lado de las vallas.
“River, River yo te quiero, yo te llevo adentro, de mi corazón…Gracias por esa alegría de ganarle a Boca…”, cantaban los jugadores al compás de la gente. Recién habían llegado de la Bombonera, donde dejaron la piel para lograr un triunfo que, a decir de Marcelo Gallardo, “estimula mucho”.
Después del Bombonerazo, tras el que un River con mayoría de suplentes dejó en crisis a Boca y Gallardo volvió a hacer gala de su paternidad con el Xeneize, al que le ganó en Núñez, en La Boca, en Mendoza, en Madrid, con titulares y ahora también con suplentes, el equipo de Núñez ya cambió el chip nuevamente y otra vez la cabeza está puesta en la Copa Libertadores.
En verdad, en ningún momento estuvo fuera de ella y es por eso que el Muñeco diagramó una formación distinta para enfrentar al eterno rival, pero más allá de los nombres, el mensaje que bajó el entrenador en la semana fue que la actitud y la postura en la Bombonera debían ser las de siempre y no jugar el clásico como un partido más.
Gallardo, como buen conocedor del sentir riverplatense, sabe lo que pasa por las venas de los hinchas de River cuando enfrente está Boca. Y, también lo que puede generar el post partido, desde el resultado y la actuación. “Este tipo de partidos es muy difícil de pasar por alto. El gran objetivo nuestro está puesto en la Copa, pero un clásico nunca se puede pasar por alto, porque dejan secuelas. Si hubiéramos perdido, nos hubiera dejado una secuela”, afirmó Gallardo.
Esa cuestión también formó parte de su planificación lógicamente. Y es por eso que decidió que a los titulares más frescos y con un buen rendimiento físico, como Fabricio Bustos y Santiago Simón, meterlos de entrada. Y sumados a Franco Armani, que iba a estar de movida, y a Paulo Díaz, expulsado en Chile, ya eran cuatro.
En la semana, tras el regreso de Chile, todos los jugadores se pusieron a disposición y le dijeron al Muñeco que querían estar en la Bombonera. El único que se quedó afuera de los concentrados de los que estuvo ante Colo-Colo fue Maxi Meza, lesionado, pero ya está mejor y son optimistas para la vuelta.
Entonces, Gallardo, agradecido por el compromiso de sus jugadores, alineó el equipo en base a la administración de cargas y la renovación de energías. Les dio herramientas y respaldo a los que no venían jugando o lo hacían poco, como Gattoni, Fonseca y Enzo Díaz, y apostó por tocar las fibras internas de González Pirez, Manu Lanzini, Colidio y Bareiro para que no pierdan la chance.
Y en el segundo tiempo, para sostener al equipo, apeló a la experiencia de Pezzella, Acuña, Nacho Fernández y Borja y a la frescura de Mastantuono. Y le salió lo planificado. Quizás lo único que se corrió del libreto fue hacer jugar a Pezzella un tiempo, pero Gattoni tenía amarilla desde los 15 segundos y corría riesgo de una roja.
Ahora, se viene la revancha con Colo-Colo por los cuartos de final de la Copa Libertadores. La batalla será este martes a la noche en el Monumental. Por eso, el festejo del triunfo a Boca, que comenzó en el campo de juego de la Bombonera, siguió en el túnel y en el vestuario visitante, se terminó en las puertas del Hilton.