Pasó la efervescencia de una victoria histórica ante una potencia que, si bien está muy lejos de sus mejores tiempos, sigue siendo uno de los seleccionados más duros del mundo. Pasó el recuento de los récords -la victoria más amplia ante un equipo del Tier 1, la mayor cantidad de tries concretados ante los Wallabies– y es tiempo de analizar con una mayor frialdad el triunfo de Los Pumas en Santa Fe en un partido en el que el seleccionado argentino jugó «pasado de rosca» en los primeros 30 minutos y después lo hizo con intensidad y disciplina para ganar por 40 puntos, nada menos.

¿Cómo se puede jugar de una manera tan diferente en un mismo partido? Es la pregunta que no tiene respuesta. O también, ¿cómo explicar el «electrocardiograma» que representa el equipo de un encuentro a otro? Es un interrogante difícil de contestar. ¿Por qué de media hora mala a una progresión notable que llevó a un rugby pocas veces visto por Los Pumas en el último tramo del encuentro? ¿Por qué Dr. Jekyll y Mr. Hyde? Ni Robert Louis Stevenson lo hubiera imaginado así.

Lo que sucedió en ese paso del tiempo se debió a dos factores. Hubo urgencia y también presión por salir de una derrota que en un momento pareció segura con los 17 puntos de diferencia que lograron los australianos.

Los Puma celebran la histórica victoria en Santa Fe. 
Foto: AP Photo/Mateo OcchiLos Puma celebran la histórica victoria en Santa Fe.
Foto: AP Photo/Mateo Occhi

Urgencia para cambiar el chip, no perder la pelota en el manejo, mejorar la efectividad del tackle y bajar el dominio rival en el contacto, y presión para defender mejor. Entonces los Wallabies se cayeron estrepitosamente.

Sin el line apareció el scrum (¡por fin!) como plataforma de ataque pero además como motor para subir la concentración y mejorar la confianza propia; y surgieron las figuras -los viejos «generales» y los de la renovación- y quedó claro que si a un jugador se lo ubica en su puesto natural, todo fluye de una manera más armoniosa.

El tucumano Tomás Albornoz, un apertura natural, fue el número 10 y dictó el juego de una manera maravillosa; y Santiago Carreras, un talentoso, dejó ese puesto y sumó lo suyo desde la posición de fullback. Ahí quedó claro que un apertura muy bueno, con oficio, patada a los palos y que sabe jugar con el pie es más valioso que un talentoso polifuncional.

Entonces, desde ese cambio, Los Pumas fueron imparables con un pack de forwards en el que brillaron Montoya, Molina, Matera y Oviedo, y con el que el propio Bertranou se sintió más cómodo jugando atrás de la pelota.

El formidable Matera lideró un cambio en la actitud de los delanteros que aniquiló a los australianos. De su mano el equipo se desesperó por tacklear y recuperar la pelota, una característica de Los Pumas a lo largo de sus casi 60 años de historia.

Y de ahí se pasó a jugar, sobre todo en el tramo final del partido. Hubo extrema potencia, ángulos correctos de carrera, pasamanos entre los backs. Hubo brillos y lujos incluídos frente a un adversario quebrado psicológicamente.

Felipe Contepomi tiene una idea clara de cómo quiere que jueguen Los Pumas, con la pelota siempre en las manos, con agresión y protagonismo. Ahora hay que encontrar esa regularidad tan necesaria para dar un paso adelante.

Se viene Sudáfrica, el mejor equipo del mundo y, quizá, el mejor seleccionado de rugby de todos los tiempos. Hoy no hay vara más alta que la de los Springboks. Es más probable que lleguen dos derrotas consecutivas que dos victorias épicas. Pero lo importante, a esta altura, no son los resultados sino la construcción de un proceso. Y esos son Los Pumas. Un equipo que, como dice su entrenador, «muestra la voluntad de sostener una idea» para crecer.



Fuente Clarin

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