A las 16 del viernes, un micro de larga distancia de la empresa Godoy, con 60 hinchas de Racing a bordo, partió desde la terminal de Retiro rumbo a Asunción, Paraguay. Con una temperatura de 26 grados y más de 1300 kilómetros por delante, la travesía se inició con un solo objetivo en mente: este sábado 23 de noviembre, a las 17, La Academia enfrentará a Cruzeiro en la final de la Copa Sudamericana 2024, en el estadio La Nueva Olla. Por delante, 20 horas de viaje y la ilusión intacta de conquistar por primera vez este certamen continental, rompiendo una sequía de 36 años sin títulos internacionales.
Para Racing, esta copa es una asignatura pendiente. Su última consagración internacional se remonta a 1988, cuando el equipo ganó la Supercopa Sudamericana y la Copa Interamericana. Curiosamente, en aquella final de la Supercopa, el rival fue Cruzeiro, el mismo que esta vez vuelve a cruzarse en el camino. En ese entonces, Gustavo Costas era uno de los referentes del equipo; hoy dirige desde el banco, como si el destino quisiera darle una nueva oportunidad de hacer historia.
En el micro, cada hincha lleva consigo una historia, un pedazo de ese sueño compartido. Mario Maldonado, que viaja desde Florencio Varela con su hijo, su ahijado y su sobrino, lo explica con una mezcla de orgullo y resignación: “Nos van a echar del laburo a todos porque nos fuimos sin permiso. Pero así somos. No tenemos entrada ni dónde dormir, pero vamos igual. Somos Racing”.
Joaquín, que viaja junto a Matías desde Ciudadela, lo dice con determinación: “Esperamos traer la copita a casa. Sacamos el pasaje solo de ida, no tenemos vuelta. Dejamos laburo y familia, Racing es prioridad”.
Juan Manuel, vecino de la Villa 31 de Retiro, no se queda atrás: “Dejé mi casa, mi perro, todo. Me escapé del laburo, no tengo entrada y me estoy yendo a Asunción nomás. A la vuelta veo cómo saco el pasaje. Tampoco tengo alojamiento, duermo en la calle, no tengo problema. Si gana Racing, me tatúo toda la espalda con el Cilindro de Avellaneda y a Gustavo Costas”.
Leonardo, que viaja con su hijo desde Villa Urquiza, dice emocionado: “Yo soy de la época de Costas. Vivir esto con mi hijo es algo hermoso. Espero un abrazo de gol, ese momento que lo hace todo perfecto. Quiero que Asunción sea una fiesta”.
Carlos tomó el micro con sus dos hijas, decidido a grabar este momento en su memoria familiar: “Esto es para que ellas nunca se olviden. Si ganamos y traemos la copa, mejor; si no, todo bien. Viajar con ellas es lo más grande. Este Racing me llena de esperanza”.
El entusiasmo no tardó en verse interrumpido. Cerca de las 17:45, con menos de dos horas de iniciado el viaje, Gendarmería Nacional paró el micro en Panamericana, a la altura de Henry Ford, para realizar controles. Revisaron las mochilas e incautaron el alcohol que los hinchas llevaban, en su mayoría botellas de Fernet. Mientras la policía revisaba, un grupo de hinchas sacó su bandera y se tomó una foto, transformando el momento en una pequeña celebración improvisada.
Una vez retomado el viaje, cerca de las 19, los pasajeros comenzaron a sacar sus provisiones. El aroma a milanesas y sándwiches de jamón y queso empezó a inundar el micro, mientras el ruido de gaseosas destapándose acompañaba el ambiente. Era el inicio de una cena que no necesitaba manteles ni cubiertos elegantes, solo la compañía de quienes compartían el mismo sueño.
Mientras el micro de Godoy retoma su marcha, las horas siguen su curso, llevando a los hinchas más cerca de Asunción y del sueño de la Copa Sudamericana. Este sábado, Racing tendrá la oportunidad de escribir una nueva página en su historia. Para los hinchas, este viaje no es solo un traslado físico, sino el reflejo de un compromiso inquebrantable con su equipo.