El 6-1 con el que la Selección argentina de futsal superó a Kazajistán este lunes significa mucho más que la clasificación a semifinales por tercer Mundial consecutivo. Es la confirmación de que se trata de un equipo de época. Esos que, alejados en el tiempo, se valorizan mucho más. Pasó con la Generación Dorada del básquetbol, con Las Leonas y Los Leones del hockey e incluso ahora con la Scaloneta del fútbol. Mantenerse, dicen, es mucho más difícil que llegar. Y en un deporte cada vez más globalizado es mucho más importante, pensando que ya habían caído en Uzbekistán otros peso pesados como España -dos veces campeona- y Portugal -la vigente monarca-, en octavos. También que Francia, su próximo rival, está jugando por primera vez este torneo.
Y así lo explica Matías Lucuix, el líder espiritual y estratégico de este grupo, ante la consulta de Clarín. «Creo que el tiempo valorará lo que hace este grupo de jugadores. Parece fácil pero jugar durante tres Mundiales consecutivos semifinales es muy difícil, así que romper esa barrera es muy duro», opinó.
Claro, antes de esta gestión, Argentina solo había logrado una vez meterse entre los cuatro mejores, en la quinta edición de las diez que se llevan disputadas, que se celebró en China Taipei 2004. Por eso el llanto incontenible de Lucuix, quien era uno de los mejores jugadores del mundo cuando una lesión frenó su carrera, pero que se reconstruyó en entrenador y pudo tener su revancha del otro lado de la línea.
«Son lágrimas de emoción, del tiempo que le dedicamos, del trabajo, de convivir mucho tiempo juntos, de prepararnos para esta clase de partidos, así que son más de alegría que de tristeza. Lo disfruto de ese lugar, así que una vez vamos a jugar los siete partidos que queríamos», completó Lucuix.
Solo España (estuvo seis veces entre los cuatro mejores) y Brasil (solo ‘falló’ en Colombia 2016) habían conseguido este logro deportivo. Los dos, con Argentina, son los únicos que tuvieron presencia en los diez mundiales que se llevan disputados bajo la órbita de la FIFA desde 1989.
Era un desafío mayúsculo para Argentina el cruce ante Kazajistán, cuarto en la pasada edición de Lituania 2021, cuando la Albiceleste fue subcampeona y no pudo revalidar el título de Colombia 2016. Sus tres brasileños nacionalizados -el arquero Leo Higuita, Leo y Douglas- convirtieron a este país poco relacionado al fútbol en uno de los mejores del futsal.
Y si a eso se le suma un contexto hostil con casi 10.000 fanáticos kazajos que viajaron horas antes a la capital uzbeka, el grado de dificultad podía ser mayor. Pero la Selección argentina volvió a mostrar su gen competitivo, ese que implantó Diego Giustozzi desde su desembarco en 2014 y que potenció Lucuix cuando pasó de asistente a DT principal.
La tensión de un primer tiempo parejo que terminó 0-0 duró apenas 119 segundos del complemento. El capitán Pablo Taborda dibujó una notable jugada individual que terminó con un tremendo derechazo que Matías Rosa, con un mínimo desvío de pecho, transformó en la ventaja para la Selección.
El segundo fue un blooper. Yessenamanov quiso darle un pase hacia atrás al arquero Higuita, pero le pegó mal y fue un globo perfecto que el palo devolvió y Ángel Claudino no perdonó. En el festejo, en un hecho lamentable, un botellazo fue lanzado desde la tribuna e impactó en la cabeza de Agustín Plaza, aunque sin consecuencias físicas.
Kevin Arrieta -con dos penales que fueron cobrados tras el pedido de VAR de parte de Argentina-, Lucas Bolo y Sebastián Corso anotaron los otros tantos albicelestes. El descuento de Tursagulov, después expulsado, solo sirvió para saciar la sed de algún festejo para los kazajos.
El próximo paso para volver a meterse en una final será Francia, el jueves a partir de las 12:00 (hora argentina) en otro capítulo de la rivalidad moderna que nació en Qatar y se repetirá en Tashkent. Pero esa será otra historia…