Botafogo de Futebol e Regatas hizo valer el 5-0 de la ida, eliminó a Peñarol en semifinales y jugará la final de la Copa Libertadores por primera vez en su historia. Su rival será Atlético Mineiro, que batió a River en la otra llave. El equipo carioca, donde es titular el campeón del mundo argentino Thiago Almada, quedó a 90 minutos de la gloria y el sábado 30 de noviembre, se supone que en Buenos Aires, buscará saldar una deuda. Y todo por un curioso «efecto mariposa»: un pibito yanqui que hace medio siglo se cayó de su patineta.

El fútbol le debe una Libertadores al Botafogo. Es que el Fogão forma parte de los «Doce grandes de Brasil», el denominado «G-12» que integran los doce clubes con más hinchas en ese país, pero es el único que todavía no pudo levantar la Taça, como le dicen allá.

Fundado en 1904 en el barrio homónimo de la Ciudad Maravillosa, cuenta la leyenda que Botafogo nació de la inventiva de un grupo de estudiantes que, en medio de una clase de álgebra, se planteó crear su propio club de fútbol. Le pusieron Electro Club, pero la abuela de uno de ellos les recomendó usar el de esa zona de la ciudad, frente a la bahía y junto a las playas de Urca y Copacabana.

Adoptó la camiseta blanca y negra en honor a la Juventus de Italia, se nutrió del talento de las academias que comenzaban a surgir y la identidad de los lugareños hizo el resto: Botafogo se erigió como uno de los cuatro clubes más populares de Río, a la par (o detrás) de los populosos Flamengo, Fluminense y Vasco Da Gama.

Thago Almada junto a Alexander Barboza, los dos argentinos del Botafogo que va por su primera estrella. Foto: REUTERS / Ricardo Moraes.Thago Almada junto a Alexander Barboza, los dos argentinos del Botafogo que va por su primera estrella. Foto: REUTERS / Ricardo Moraes.

Al derbi contra el Flu se lo conoce como el Clássico Vovô, el «clásico abuelo», el más añejo del fútbol brasileño, cuya primera edición se jugó el 22 de octubre de 1905. Fue victoria 6-0 para el de Laranjeiras, campeón vigente de la Libertadores, hasta el año pasado «el otro» del G-12 que nunca la había ganado.

Un recuerdo más feliz para Botafogo se dio en 1909, ante el SC Mangueira (de la zona de Tijuca y extinto en 1927): lo destrozó 24-0 gestando la goleada más amplia de la historia, y que le hizo ganarse el apodo de Glorioso. Ese sobrenombre lo sostuvo con el correr de los años al convertirse en el club con mayor cantidad de futbolistas convocados por la Selección de Brasil en copas del mundo.

El 24-0 de Botafogo a SC Mangueira, en 1909, según el diario de la época "O Paiz", de Río de Janeiro.El 24-0 de Botafogo a SC Mangueira, en 1909, según el diario de la época «O Paiz», de Río de Janeiro.

En 1942, el club de fútbol se fusionó con el preexistente Club de Regatas Botafogo (nacido en 1894), y esa comunión de disciplinas le permite hoy jactarse de curiosidades como la de ser la única institución brasileña que fue campeona en tres siglos distintos, XIX, XX y XXI, o enorgullecerse porque en 1962 cosecharon títulos «en tierra, mar y agua», festejando en fútbol, remo y aeromodelismo. Pero claro, a sus vitrinas le falta el brillo de la Libertadores.

El club donde nacieron las gambetas de Garrincha y que acuñó a cracks como Didí, Jairzinho, Gerson y Amarildo, entre otros, tuvo que esperar hasta 2024 para jugar la gran final. En el 63 cayó en las semifinales contra el Santos de Pelé, que luego le ganó la final a Boca: era la Copa de Campeones de América, la cuarta edición del torneo continental. Diez años más tarde, en 1973 y con otro formato de torneo, no pasó el triangular que clasificó a Colo-Colo, que luego cayó con Independiente.

Garrincha representaba a "la alegría del pueblo" con sus gambetas: su leyenda nació en Botafogo.Garrincha representaba a «la alegría del pueblo» con sus gambetas: su leyenda nació en Botafogo.

Sus vitrinas lucen trofeos estaduales e interestaduales pero casi nada a nivel nacional: sólo una Taça Brasil en 1968, en tiempos poco claros para los registros, y el muy celebrado campeonato de 1995, con Túlio como máximo artillero, aquel delantero de la mano contra Argentina en la Copa América 1995. En esos años noventa, el mayor orgullo fue la Copa Conmebol de 1993, que tuvo a San Lorenzo, Huracán y Deportivo Español representando al fútbol argentino: le ganó la final a Peñarol. Y la decepción más dolorosa sigue siendo la final de la Copa de Brasil en 1999, perdida contra el humildísimo Juventude de Caxías, frente a 105 mil hinchas que llenaron el Maracaná.

Luego de transitar durante años en la mediocridad y padecer tres descensos en lo que va del siglo, la Libertadores aparece como un sueño concreto para los cariocas y todo gracias a un giro del destino de esos que parecen sacados de una película, aunque el Congreso brasileño también hizo lo suyo.

Botafogo fue campeón de la Copa Conmebol en 1993, su único título internacional.Botafogo fue campeón de la Copa Conmebol en 1993, su único título internacional.

A mediados de 2021, en tiempos de Jair Bolsonaro como presidente, se reglamentó el ingreso de las SAF a Brasil, la versión local de las SAD, las Sociedades Anónimas Deportivas que intentan imponerse en Argentina, una especie de gerenciamiento pero sólo sobre el área de fútbol. Los dólares fueron la salvación para las deudas millonarias y revitalizaron la competición, a la vez que convirtieron al deporte rey en un producto exclusivo y alejado del fervor popular de otros tiempos.

Controversias al margen, a Botafogo llegó el magnate estadounidense John Textor, propietario y SEO del Eagle Football Holdings, grupo empresario con acciones en el Crystal Palace de la Premier League, Olympique de Lyon, en la Ligue 1 de Francia, y el RWD Molenbeek de Bruselas. La inversión sirvió para hacerle frente a un pasivo que rondaba los 200 millones de dólares e incluía un plan que lo obligaba a desembolsar otros 53 millones más en el plazo de tres años, aunque en 2024 ya superó esa cifra.

«No puedo decir que vivo y respiro Botafogo, era uno de esos clubes que uno nunca se imagina posible de comprar. Estoy honrado en haberlo conseguido», dijo tras su llegada, en inglés, más preocupado por aclimatarse al calor y la humedad que al idioma.

Textor busca hacerse un nombre en el fútbol. Foto: Vítor Mota.Textor busca hacerse un nombre en el fútbol. Foto: Vítor Mota.

Nacido hace 59 años en Kirksville, Missouri, a 8.600 kilómetros del Cristo Redentor, de chico ni se imaginaba que su vida giraría alrededor de una pelota de fútbol sino que era una de las jóvenes estrellas de SIMS Skateboards, un mítico grupo de skaters que en los setenta recorría el país del norte participando en torneos con primeras marcas como sponsors y premios en dólares, desde California a Florida.

El pibe Textor, un rubiecito adolescente y cachetón de buena familia, era realmente muy bueno: cosechaba títulos individuales y en equipo en la categoría Sub-12, y las revistas de la época le dedicaban artículos debido a su destreza sobre ruedas. Sin embargo, tuvo que cortar su auspiciosa carrera de cuajo tras sufrir una caída que le provocó un duro golpe en la cabeza y varios días en el hospital. Ese susto decretó su adiós definitivo a las rampas pero también su ingreso a la facultad de economía, que lo hizo volcarse de lleno al mundo financiero.

John Textor y una vieja foto de sus años como skater.John Textor y una vieja foto de sus años como skater.

Demostrando sus dotes de visionario, una de sus primeras inversiones fue comprar SIMS, su viejo equipo de skate, en lo que fue el punto inicial para una industria que terminaría creciendo hasta reconvertirse y explotar en términos económicos cuando en los años noventa los deportes extremos llegaron a la nieve. Un negocio redondo para Textor.

Amasó una fortuna que a la fecha ronda los dos mil millones de dólares en patrimonios, lo definen como un filántropo, lo llaman el «gurú de la realidad virtual» y entre sus muchas actividades se destaca el desarrollo de nuevas tecnologías: una de sus compañías diseñó un holograma de Michael Jackson que causó sensación en 2014 y otra se llevó ocho premios Oscar por los efectos especiales en algunos tanques de Hollywood. Pero sigue demostrando que la tiene clara con la patineta.

Los resultados deportivos recientes de Botafogo hablan por sí solos: tras el arribo de Textor y sus millones fueron campeones de la B y ascendieron; tuvieron una campaña de mitad de tabla y clasificaron a la Sudamericana (los eliminó Defensa y Justicia); en 2023 se les escapó el Brasileirao en forma insólita tras liderar en 31 de las 38 fechas y sacar 13 puntos de ventaja, y este año son punteros del torneo gracias a la llegada de refuerzos de lujo como Thiago Almada, que valió 20 millones de euros, el pase más caro en toda la historia del fútbol brasileño. En el medio se encontraron con la Libertadores.

Tras pasar sin problemas la fase previa, Botafogo comenzó la Libertadores perdiendo como local frente a Junior, y luego volvió a caer visitando a Liga de Quito pero logró recuperarse a tiempo y terminó segundo en el grupo D. El envión que tomó en el Brasileirao, donde le lleva tres puntos al Palmeiras, siete a Fortaleza y diez a Flamengo, lo usó para avanzar en las fases eliminatorias de la Libertadores: en octavos se tomó revancha ante Palmeiras (fue quien le arrebató la liga del año pasado), bajó a San Pablo por penales tras dos empates y le dio una paliza a Peñarol.

Su DT es Artur Jorge, un portugués surgido desde las inferiores del Sporting Braga de su país y que mantiene la hegemonía de los entrenadores lusos en la Libertadores, detrás de Abel Ferreira y Jorge Jesus. Además de la jerarquía de Almada, el equipo cuenta con el talento de Luiz Henrique y un veterano como Alex Telles, los tres pilares de este campañón. A ellos hay que sumarles el venezolano Jefferson Savarino e Igor Jesus, con goles fundamentales en la fase eliminatoria. Detrás de todos ellos, el Glorioso tiene motivos para ilusionarse.



Fuente Clarin

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