No se grita “queremos la Copa”, por más que se trate de un torneo internacional. La séptima no será posible porque Boca no se pudo clasificar a la Libertadores. Entonces, el objetivo es la tercera, esa Sudamericana que supo ganar en 2004 y 2005 y aunque parezca un premio consuelo, obliga. Entonces, el hincha empieza frío, buscando adaptarse a la coyuntura. Hasta que pierde la paciencia porque no se destraba el duelo ante el humilde Sportivo Trinidense -penúltimo del torneo de Paraguay-. Y las tribunas cantan al ritmo de “movete, dejá de joder”. Lo mejor estaba por venir, claro. Desde el banco, cuando Kevin Zenón sale a la escena, cambia la cara y el triunfo se transforma en certeza.
Le costó encenderse a Boca. Hasta que Diego Martínez metió mano y no sólo hizo un enroque de intérpretes; también, modificó el ritmo. Zenón ofrece una dinámica que no tiene Vicente Taborda, joven enganche, ni Pol Fernández, descolorido en la responsabilidad de conducir el equipo. Luis Advíncula y Lautaro Blanco son más profundos que Marcelo Saracchi y Nicolás Figal. Con ellos en la cancha, fue posible la victoria. Corta, de opaco nivel y con el susto del VAR, pero necesaria en su propia casa.
En el primer tiempo, Boca manejó la pelota, dominó el partido, pero no contagió a las tribunas, más allá del aliento. Es cierto que Martínez hizo una rotación profunda pensando en el duelo ante Estudiantes, esos 63 minutos pendientes que podrían asegurarle la clasificación a los cuartos de final de la Copa de la Liga. También, que no es el trofeo más seduce a orillas del Riachuelo. Sin embargo, la historia y esa diferencia de jerarquía ameritaba un mejor desempeño en los cuarenta y cinco minutos iniciales.
Zenón, Equi Fernández (ambos en el banco) ni Cristian Medina (lesionado), el mediocampo tuvo a Mauricio Benítez como salida y a Pol Fernández en el manejo. Entonces, todos los desplazamientos fueron más lentos. Con Nicolás Figal y Marcelo Saracchi por los costados, más allá de que alternaron en la proyección, hubo menos sorpresa por afuera. El más disruptivo fue Jabes Saralegui, que al menos probó de media distancia.
En este contexto, Edinson Cavani y Miguel Merentiel quedaron atrapados entre los dos bloques que armaron los paraguayos, a bordo de un 4-5-1 que nunca mostró fisuras un poco por el orden y la concentración que tuvieron para encarar el partido y bastante por la falta de movilidad que mostró Boca en los metros finales.
Hubo un par de situaciones, claro, pero ninguna tan peligrosa para comprometer a Víctor Samudio. Una buena combinación entre Taborda –casi un enganche- y Cavani que el arquero cortó cuando Merentiel se relamía entrando a la carrera; un remate rasante de Nicolás Valentini –que siempre jugó lejos de Sergio Romero- que el número uno guaraní mandó al córner; y un anticipo del propio zaguero central que Saralegui abrió para Figal, a quien le faltó pasta para definir de zurda.
Trinidense se agrupó bien y cuando pudo, metió alguna contra. El más incisivo fue Brian Andrada, que recorrió toda la banda derecha. Sin embargo, apenas tuvo una chance y le salió un tiro débil que Chiquito controló con facilidad. Más tarde, Pedro Delvalle sacudió por la izquierda, la pelota rebotó en Figal y Romero manoteó por encima del travesaño.
En el segundo tiempo, Trinidense se animó. A partir del buen manejo de Luis De la Cruz y el desconcierto de Boca, se acercó peligrosamente a Romero. El público advirtió esta situación y comenzó a presionar. “Nosotros alentamos, pongan huevos que ganamos”, fue el mensaje. Martínez hizo tres cambios. Entraron Zenón, Blanco y Advíncula. Después, salió Pol e ingresó Darío Benedetto para armar un 4-3-3.
Y Boca recuperó velocidad y agresividad. Samudio le ahogó el grito a Cavani, pero en la siguiente acción llegó el gol de Anselmino, que cabeceó un centro de Blanco en el cielo del área y venció la resistencia del arquero visitante.
José Arrúa reforzó con más delanteros, Trinidense empujó y el VAR le advirtió a Gustavo Tejera de una mano de Advíncula. El referí uruguayo revisó la jugada en el monitor y observó un movimiento natural del peruano.
Los hinchas terminaron felices por la primera victoria en la Sudamericana y por la continuidad del éxito, más allá de los desniveles del rendimiento.