En la ciudad alemana de Leverkusen sueñan con volver a respirar aliviados, sin fantasmas del pasado merodeando sobre su cabeza. Anhelan olvidarse del mote oscuro que los acompaña desde inicios de siglo. Por ello, se viven horas de poco dormir entre los 160 mil habitantes de la localidad. Los festejos porque el equipo de la ciudad y sensación de Europa, Bayer Leverkusen, consiguió su primera Bundesliga de la historia, de manera invicta, pueden duplicarse este miércoles si se alzan con la Europa League. No únicamente por el mero hecho de celebrar su primer doblete (posible triplete si ganan también la final de la Copa de Alemania), sino por la connotación lateral que acarrea: será momento de ponerle fin a la etiqueta «Neverkusen«, el karma de sus peores pesadillas.
Este miércoles desde las 16 (hora argentina), el Bayer Leverkusen se juega algo más que un título para su corto palmarés (Europa League 1987-88, Copa Alemana 1992-93 y Bundesliga 23-24). El Dublin Arena de Irlanda será el escenario que se vista de gala para recibir la final de la Europa League, donde el equipo en el que se desempeña Exequiel Palacios sueña con seguir haciendo historia. Aunque en frente tendrá a un inesperado Atalanta, que supo eliminar a Liverpool y Olympique de Marsella en el camino, que llega a tierras del Reino Unido también con el objetivo de lidiar con su pasado.
Todo apunta a que la jornada del miércoles está destinada a marcar historia sin precedentes. Cada finalista tiene motivaciones extra para alzar el título: los germanos quieren redimirse y acabar con el mote con que todo Alemania se burlaba de ellos por culpa de su extensa sequía. Aunque los de Bérgamo también tienen el desafío de hacer caducar una racha de tres finales consecutivas perdidas.
Para Argentina, cualquier resultado termina siendo positivo: con las presencias albicelestes por un lado de Exequiel Palacios, pieza fundamental en el armado del mediocampo del equipo germano, y del otro de Juan Musso, titular en todos los partidos de Europa League, con un José Luis Palomino que ocupa un rol secundario para los italianos, al menos uno gritará campeón de forma obligatoria. Cada uno de ellos se encuentra ante la chance de festejar su primer título internacional a nivel clubes.
La lógica pareciera posicionar al Leverkusen como el favorito. Poca argumentación merece el equipo que no perdió ninguno de los 51 partidos que disputó en la temporada, se encargó de ponerle fin a la hegemonía de once años del Bayern Múnich en la Bundesliga y tiene la posibilidad de alzar el primer doblete (o triplete) de su historia. Aunque, tan solo un par de años atrás, los roles eran invertidos. Es por ello que, más allá de haber conseguido la Copa UEFA (hoy Europa League) en la campaña de 1987-88, la chance de volver a conquistarla enloquece a los hinchas del Bayer desde otra óptica.
«Neverkusen» o «Loserkusen» (Nunca-kusen y Perdedor-kusen, en inglés) fueron los apodos que persiguieron como fantasmas al Bayer durante las últimas dos décadas y ahora, con un equipo que literalmente no conoce la derrota (lleva 51 partidos sin perder), buscan fervientemente dejar en el olvido.
La etimología del concepto se remonta a inicios del siglo XXI. Para ello, vale recordar que el Bayer nunca se caracterizó por ser un equipo copero. El dato está a la vista al ver que la reciente Bundesliga fue su tercer título desde su fundación, en 1904. Sin embargo, su fatídico karma inició en la temporada 2001-02: contaban con el mejor plantel de su historia hasta aquel entonces, liderado por Michael Ballack, Zé Roberto, Lucio y con la presencia argentina de Diego Placente. Todo apuntaba a vivir una campaña de ensueño cuando se dieron el lujo de eliminar al Manchester United en semifinales de Champions League.
Pero en la recta final, el globo se terminó pinchando de la peor manera: en un lapso de dos semanas perdieron la final de Europa contra el Real Madrid, la final de la Copa de Alemania y quedaron subcampeones de la Bundesliga cuando llegaron a sacarle cinco puntos de diferencia al Borussia Dortmund, que se quedó con el primer puesto. De un posible triplete a un nadaplete. «La decepción es enorme», contó en aquel entonces el entrenador Klaus Toppmoller.
A la frustración, se le sumaba una liga perdida, dos años atrás, contra el Bayern Múnich por diferencia de gol. Tal fue el impacto y motivo de chicanas en Alemania que el resto de aficionados germanos bautizaron al Bayer como el Neverkusen, sin saber que ese apodo se volvería parte de la cultura del club ante sus nulas posibilidades de cortar la sequía.
Los años, temporadas y décadas pasaron, pero los títulos para el Leverkusen no llegaron. Solamente acumulaba cinco medallas de segundo lugar, desempeños que agigantaban su fatídica etiqueta. «La calidad siempre ha estado presente en Leverkusen, pero siempre ha faltado algo«, contó Ballack tiempo atrás en una entrevista.
Posiblemente, la irrupción de Xabi Alonso como estratega era aquel plus que se necesitaba para desplomar de un plumazo, y de la manera menos pensada, dicho fenómeno. El primer paso para el cambio de realidad y acallar los fantasmas lo dieron con la Bundesliga. Pero la Xabineta contagió a todo Bayer para vivir una revolución en la historia del club, que permita reemplazar por completo los aires de burlas por los de grandeza.
«Mi primer objetivo es crear una nueva energía para recuperar la mentalidad ganadora«, confesó Xabi en su conferencia de prensa cuando asumió como DT del Leverkusen. Su plan marchó a la perfección y, según cuentan sus propios jugadores, permitió que el equipo de las aspirinas «haga clic». El paso firme que resta por darse para olvidar por completo el mote «perdedor» será dado si sortean positivamente la final.
Ahora, con Exequiel Palacios como eje del mediocampo, el Leverkusen tiene la opción de redimirse, ponerle final para siempre a su karma y dejar atrás las frustraciones y falsas ilusiones. Pasó del Neverkusen a vivir una temporada a puro Win-kusen (Victoriakusen, en español). Es más, sus hinchas se ilusionan con conquistar la Europa League y la Copa Alemana para pasar a apodarse Treblekusen (Tripletekusen). La revolución en la ideología del Bayer parece aún no tener techo.
Atalanta también lidia con propios fantasmas
Más allá de la pelea personal que tendrá el Leverkusen en la Europa League, las raíces italianas también aportan su condimento a una final que parece lidiar más con la historia que con el presente. Es que el Atalanta también juega en su subconsciente con una carga para nada menor: quieren cortar una racha de tres finales perdidas de manera consecutiva en un lapso de cinco años.
El pasado miércoles, al caer 1-0 ante la Juventus en la final de la Copa Italia fue cuando el conjunto de Bérgamo estiró su agonía de no poder reflejar una estrella en su escudo. Los antecedentes fueron en 2021, también contra la Vecchia Signora, y en 2018 al caer ante la Lazio. Las tres finales correspondieron a la Copa Italia.
Sin embargo, el análisis desde la óptica de títulos puede resultar más preocupante para la institución: no sale campeón hace 61 años, cuando consiguió la Copa Italia en 1963. Tres generaciones de hinchas pasaron viviendo ascensos y algunos campeonatos de Tercera o Segunda división como máximas alegrías. No obstante, la historia del Atalanta tampoco es extensa, sino que su aspiración a pelear por títulos llegó de la mano de Gian Piero Gasperini al banco de suplentes en 2016. Con 300 partidos en el club y un cambio de mentalidad para la institución y fanáticos, fue el encargado de naturalizar a la afición de jugar la Champions League y pelear por un podio en la Serie A.
A fin de cuentas, la Europa League será alzada por un equipo atípico en la tradición futbolera. Las connotaciones laterales tanto para el vencedor como perdedor son inalterables. El Leverkusen y Palacios ponen en juego su invicto junto a la ilusión de una afición que desea cerrar bocas y olvidar las decepciones de los últimos 20 años. Aunque Musso y compañía no se quedan atrás con el objetivo de ver a Bérgamo festejar por primera vez en más de seis décadas. Será una jornada donde la historia se viste de gala para agregar un nuevo capítulo sin precedentes.