“Treinta años de gloria”. Desde el primero de enero hasta el 31 de diciembre de este año, el eslogan es parte del mundo de Vélez. Y este sábado 31 de agosto se vive uno de los momentos más importantes de la historia del club porque se cumplen 30 años de la obtención de la Copa Libertadores de América. Por eso habrá un agasajo especial esta tarde en el José Amalfitani, en el entretiempo del choque contra Independiente Rivadavia de Mendoza por la 13a. fecha de la Liga Profesional Fútbol y luego un brindis en el tercer piso del club.

Tres protagonistas de aquella gesta reviven con Clarín los momentos decisivos de de la noche en el Morumbí, en el que un puñado de jugadores, cuerpo técnico, dirigentes y poco más de 2.000 hinchas se quedaron festejando largamente ante la desazón de casi 100 mil torcedores del Sao Paulo. Los tres tienen una historia en común: son producto de La Fábrica, las inferiores de Vélez, cuando todavía no estaba bautizada así: Roberto Pompei, Héctor Almandoz y Raúl Cardozo. Tito, Coio y Pacha, sus apodos, para siempre.

Antes, vale recordar el contexto de aquellas finales. El equipo paulista, dirigido por Telé Santana, era el vigente bicampeón de América. En 1992 se había consagrado ante el Newell’s de Marcelo Bielsa y en 1993 frente a Universidad Católica de Chile. Además, había ganado las dos finales de la Copa Europea-Sudamericana, también dos ediciones de la Recopa Sudamericana y una Supercopa Sudamericana. Vélez, en cambio, disputaba su segunda Libertadores, tras su debut en 1980.

En la primera final, disputada el 24 de agosto en Liniers, Vélez se impuso 1 a 0 con gol de Omar Asad, un resultado justo pero que era exiguo para ir a disputar la revancha una semana después en el mítico estadio paulista. La fe estaba intacta. Carlos Bianchi, el director técnico de Vélez, apostó por una línea de cinco para cerrar el arco defendido por José Luis Chilavert. Pero Sao Paulo se puso en ventaja a través de un penal convertido por Müller a los 33 minutos del primer tiempo. El panorama se complicó tras la expulsión del Pacha Cardozo, a los 19 minutos de la parte final. Aun así, llegó a los penales.

El último, el 5-4 de la consagración, lo pateó Tito Pompei. “Estaba con mucha tranquilidad, no sé de dónde la saqué. Fui caminando, puse la pelota, me di vuelta, miré la cancha, 100 mil personas mudas, el ruido era el silencio. Si abría el pie, tal vez no me salía esquinado, además Zetti era muy largo, entonces tomé la decisión de cruzarla arriba. Era eso, no había otra cosa y ya nada me iba a hacer cambiar de opinión”, cuenta el ex ayudante de campo en Boca de Hugo Ibarra.

En pleno recuerdo, Tito reflexiona. “Después de muchos años, me di cuenta de lo que hizo el Cabezón Trotta. Nunca dejó de hablarme, me decía que iba a salir en los diarios porque iba a convertir el último penal. Creo que lo hizo a propósito, nunca me dejó pensar dónde lo iba a patear, no me dejó ver los cuatro anteriores, para dónde se tiraron y para dónde se tiro el arquero. Nunca me dejó tranquilo”.

Cuatro meses después, la misma postal.Campeón del mundo. Festejan Roberto Trotta junto al Pacha Cardozo, el Negro Gómez, Tito Pompei y Víctor Sotomayor en Tokio.Cuatro meses después, la misma postal.Campeón del mundo. Festejan Roberto Trotta junto al Pacha Cardozo, el Negro Gómez, Tito Pompei y Víctor Sotomayor en Tokio.

Dos minutos antes el que hizo el recorrido desde el círculo central hasta el punto del penal fue el Coio Almandoz, pero no fue caminando sino al trote. “Estaba muy convencido y seguro de lo que iba a hacer. Una confianza total. Por eso lo enfermé a Carlos, que iba preguntando a cada uno cómo estaba y yo le decía: ‘Le rompo el arco, Carlos, poneme’. Lo seguía persiguiendo para que no me deje de poner en esa lista, me decía que ya estaba y yo seguía”, relata el actual entrenador del Curicó Unido de Chile.

Héctor Almandoz, otro de los jugadores clave de Vélez en 1994. Héctor Almandoz, otro de los jugadores clave de Vélez en 1994.

“Normalmente se va caminando de la mitad de cancha al penal, en el mundo, y yo estaba tan involucrado, tan enchufando, que fui trotando, con una confianza plena. Y como digo ahora en papel de entrenador: ‘Pegale con el hueso’. Y la verdad que le di con el hueso, con todo el empeine”, agrega y puntualiza: “Nosotros sabíamos que teníamos que convertir todos, porque teníamos en el arco a Chilavert, que uno iba a atajar. Y atajó el primero. No podíamos fallar entonces”.

Flavio Zandoná salta de alegría tras el penal decisivo convertido por Roberto Pompei. Flavio Zandoná salta de alegría tras el penal decisivo convertido por Roberto Pompei.

El tercer protagonista de la historia sufrió el final del partido desde otro lugar y los penales de cerca. Incluso con algo de culpa que la victoria enseguida disipó. “No me arrepiento de esa jugada, de cómo corté el avance de Víctor. Si seguía, tal vez nos metían el segundo gol”, describe el Pacha Cardozo. Tras la expulsión del lateral izquierdo también lo echaron a Bianchi. “Sos el único uruguayo que no tiene huevos”, le gritó el Virrey al árbitro Ernesto Filippi.

Raúl Pacha Cardozo, un símbolo de Vélez de aquellos años. Raúl Pacha Cardozo, un símbolo de Vélez de aquellos años.

Cardozo y Bianchi siguieron las alternativas del partido de una manera muy particular. “Fuimos hacia el túnel y ahí había como una reja y nos encerraron ahí. Algo espiábamos, porque era un túnel como la cancha de Racing, al ras de la tierra y algo veíamos. Pero vino un tipo y nos encerró, nos quedamos abajo y no pudimos ver más nada. Entonces, un ayudante de utilería, uno de los nuestros, nos iba relatando el partido: ‘Ahora ataca San Pablo, ahora la llevamos nosotros’. Fueron 15 o 20 minutos de suplicio”, puntualiza el Pacha.

Al final los liberaron. Y el actual técnico del equipo de la Universidad de La Matanza continúa: “Nos fuimos con Carlos a la cancha, él fue a hablar con los jugadores para ver quiénes pateaban y yo me quedé ahí, acompañando a mis compañeros. Después una alegría inmensa y otra cosa que recuerdo es cómo ese inmenso estadio, en el que había cien mil personas, se desagotó rápidamente. De repente se fueron todos. Había un silencio… y nosotros gritando”.

Los tres son conscientes de que forman parte de la gran historia de Vélez. Un ciclo inolvidable que será recordado por siempre. Para Pompei fue “poner a Vélez para siempre en los grandes de la Argentina”. Almandoz reconoce que “era lo que necesitaba para ser un gran de verdad como es hoy”. “Pasan los años y se agiganta lo que hicimos. Van a pasar décadas y no nos van a igualar. Estoy cada vez más convencido. Este grupo tenía hambre y claro los objetivos”, enfatiza Cardozo.

El convidado de piedra

La era Bianchi subía un escalón más de su época dorada. El proceso que se había iniciado en diciembre de 1992 con el regreso del máximo goleador del club, ahora como entrenador, seguía dando frutos. Vélez jugó la Copa Libertadores de 1994 porque fue campeón del Clausura 93, el segundo título en la historia tras el Nacional de 1968.

En el grupo que integró junto a Boca y los brasileños Palmeiras y Cruzeiro. Llegó de punto y terminó de banca. Quedó primero con 8 puntos, uno más que Cruzeiro, a dos de Palmeiras y a cinco del Xeneize, inesperadamente último en la zona. En Liniers, El Fortín empató 1-1 con Boca y le ganó 2-0 a Cruzeiro y 1-0 a Palmeiras; de visitante, festejó en la Bombonera y en Belo Horizonte 2-1, y la única derrota fue con Palmeiras (2-1).

El camino en octavos de final continuó ante Defensor Sporting de Uruguay. La ida se disputó en el Centenario de Montevideo, el Coio Almandoz (chocó con el arquero, se lesionó y recién volvió para la final) aventajó a Vélez e igualó Julio De Souza. La revancha, en Liniers, fue cerradísima y el 0-0 obligó a la serie de penales. Vélez ganó 4-2 y la figura del paraguayo Chilavert comenzó a ser clave en las instancias decisivas: convirtió el suyo y atajó dos.

Tras un paréntesis por la disputa del Mundial de Estados Unidos, los cuartos de final se disputaron 27 de julio y el 3 de agosto ante el sorprendente Minerven de Venezuela, que tenía a Stalin Rivas como su máxima figura. Vélez obtuvo un buen empate de visitante y definió la serie en Liniers (2-0) con goles sus tanques ofensivos: Asad y Flores.

Ya en semifinales, el equipo de Bianchi enfrentó al Junior de Barranquilla, que tenía como bandera al ya veterano pero siempre talentoso Carlos El Pibe Valderrama. El 10 de agosto, en el estadio Metropolitano fue victoria local por 2-1 con dos goles del Gordo Iván Valenciano, el segundo a once minutos del final. El Turu Flores había empatado a los 21 minutos del segundo tiempo.

La revancha, en Liniers, se disputó el 17 de agosto. Una característica de los equipos de Bianchi era golpear de entrada. Y así lo hizo. A los 12 minutos ya ganaba 2-0, con festejos de Christian Bassedas y Flores. Pero a los 18 descontó Valenciano con un precioso tiro libre. También fue superior en los penales, pero con sufrimiento, perdía 5-4 y ganó 6-5. Luego llegaron las finales. Pero esa es historia conocida.

Los 25 de la lista oficial de Bianchi fueron Roberto Trotta, Raúl Cardozo, Omar Asad, José Oscar Flores, Christian Bassedas, Marcelo Gómez, José Luis Chilavert y José Horacio Basualdo, quienes jugaron 13 de los 14 partidos; Víctor Sotomayor (12), Claudio Husain, Héctor Almandoz (8), Roberto Pompei (7), Flavio Zandoná (6), Patricio Camps, Carlos Compagnucci y Mauricio Pellegrino (5), Cecilio Galeano y Esteban González (3), Federico Domínguez y Ricardo Rentera (2), Juan Carlos Docabo, Roque Ávila, Guillermo Morigi, Mariano Armentano (1), Sandro Guzmán y Martín Posse fueron al banco y no entraron. El Turco Asad fue el goleador con seis tantos; Flores aportó 4; Trotta, Bassedas, Basualdo, Almandoz y Pompei convirtieron 1.

“30 años de gloria”. Por eso hoy están de fiesta en -y mucho más allá también- el barrio de Liniers.





Fuente Clarin

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