Alguna vez a alguien se le ocurrió añadir un bolsillo en el costado izquierdo de la camiseta blanca con cuellos y puños rojos y blancos del Club Nacional de Football, los colores tomados de la bandera de Artigas. Desde entonces, el equipo es El Bolso. Y en ese Bolso caben todas las glorias y todas las tragedias que el club vivió en sus 125 años de vida. Ahora se agrega la muerte de Juan Izquierdo.
El 6 de febrero de 2021, Santiago Morro García se quitó la vida en Mendoza cuando jugaba para Godoy Cruz. Había sido ídolo del Tricolor. Cerró el círculo que había comenzado en 1918 cuando Abdón Porte se pegó un tiro en medio de la cancha del Parque Central.
En 2020 la pandemia de coronavirus se llevó la vida del goleador brasileño Celio Tavares quien a fines de los 60 y principios de los 70 hizo una famosa dupla con Luis Artime. El 28 de marzo de 2010, el paraguayo Derlis Florentín, quien dejó su marca en el equipo había vuelto a su país y murió en un accidente de tránsito. El mismo años pero el 11 de setiembre de 2010, Diego «Oreja» Rodríguez, de solo 22 años, moría en otro choque de automóviles, esa vez en la Rambla montevideana.
Las desgracias venían desde lejos para Nacional. La epidemia de viruela de 1905 mató a los hermanos Bolívar y Carlos Céspedes quienes junto a Amílcar (el tercero) habían participado de los tiempos fundacionales y de los primeros equipos de Nacional, casi en espejo de los hermanos de Brown del Alumni al otro lado del río. El campo deportivo de Nacional fue bautizado, años despues, Los Céspedes.
Sin embargo no existe una muerte tan teatral como la de Abdón Porte 1918, a quien llamaban el Indio por su bravura como centre half. La literatura se ocupó de él y la memoria popular lo inmortalizó. Una tribuna del Gran Parque Central, donde en 1930 se inauguró el primer Mundial de fútbol lleva su nombre y una bandera tricolor con su imagen jamás falta cuando el Bolso juega de local.
Porte había nacido en Durazno y a los 16 años emigró a Montevideo. Jugó en Colón y de ahí dio el salto a Nacional, del que era hincha. Jugaba como hincha. Dejaba todo en cada partido, varias veces disfrutó de ser campeón uruguayo hasta que en un clásico con Peñarol sufrió una lesión de rodilla. Siguió jugando ese partido pero las consecuencias fueron graves. Su condición física ya no le permitía ser el Indio de antaño y los dirigentes le sugirieron que dejara el futbol. Pero Abdón no tenía otra cosa que hacer en la vida que jugar al fútbol. Y en Nacional.
Deprimido, le contó a su hermano que ya no valía la pena vivir. Cuando se despidió, en pleno centro de la ciudad de la melancolía permanente, tomó el tranvía fue hasta La Blanqueada, donde se ubica el Gran Parque Central. Era noche cerrada. No había un alma en el club pero Porte, que conocía al detalle la cancha, entró al estadio, fue hasta la mitad de la cancha donde tanta pierna fuerte había puesto para ser 19 veces campeón y dejó dos notas sobre el césped. En una les pedía a los dirigentes que cuidaran a su familia y en la otra escribió “Nacional, aunque en polvo convertido y en polvo siempre amante no olvidaré ni un instante lo mucho que te he querido. Adiós para siempre”.
Después sacó el revólver que llevaba escondido en el saco y se disparó en el pecho. A la mañana siguiente lo encontraron los perros del canchero de Nacional. Porte ya era leyenda.
La bibliografía sobre Porte es profusa. Eduardo Galeano escribió varios textos, uno de ellos, acaso el más conmovedor, esta en su libro “Futbol a sol y sombra”. Horacio Quiroga escribió un cuento memorable al que quizá por piedad, decidió cambiar el nombre al protagonista y lo tituló Juan Polti. Es de lectura obligada.
Allí en ese bolso donde están todos los goles, todos los títulos, todos los campeonatos del Club Nacional de Football están Abdón, el Morro, e Oreja, Celio, Florentín y los hermanos Céspedes, acaba de llegar Juan Izquierdo.