Luego de varias semanas internado por una caída en su casa, Humberto Dionisio ‘Bocha’ Maschio murió este martes a los 91 años. El ex futbolista, leyenda de Racing y figura de la Selección Argentina, padecía una insuficiencia renal que obligó a los médico a realizarle diálisis. «Los que dejan huella, jamás quedan en el olvido», lo despidió desde sus redes sociales oficiales la Academia, a minutos de tener que disputa la revancha ante Huachipato, por los octavos de final de la Copa Sudamericana, en el Cilindro de Avellaneda.
Con profundo dolor comunicamos el fallecimiento de Humberto Maschio, campeón con nuestra camiseta del fútbol argentino, de América y del Mundo.
Los que dejan huella jamás quedan en el olvido… ¡Siempre estarás en nuestro corazón, querido Bocha! pic.twitter.com/QKTLvX6nkn— Racing Club (@RacingClub) August 20, 2024
Fue un jugador de excepción, primero como delantero letal y luego -en su consagración- como un armador preciso, cerebral, cambiante. Ese capítulo de su vida está marcado por su fulgurante pasó por la Selección (ganadora de la Copa América del 57), por un extenso ciclo en el fútbol italiano y, fundamentalmente, porque resultó uno de los hombres decisivos en el más glorioso Racing de la historia, el que alcanzó la Copa Intercontinental en 1967.
Luego, como DT, su trayectoria fue extensa, saboreando algunos éxitos -curiosamente, con Independiente- y unos cuántos sinsabores. Pero quedó siempre como una personalidad del fútbol argentino, uno de los más queridos (por todos los hinchas, cualquiera sea su indumentaria) y de los más sabios y reconocidos.
Humberto Dionisio Maschio nació el 20 de diciembre de 1933 en Avellaneda, su “lugar en el mundo” (también compartido con Córdoba en las últimas décadas). Su abuelo fue uno de los millones de italianos que emigró a la Argentina en los albores del siglo XX, mientras que la veta futbolística para HDM vino de su padre (quien llegó a jugar en las inferiores de River y también, en un breve paso por Italia, en la Sampdoria).
Maschio hizo las inferiores en uno de los clubes de la zona -Arsenal de Llavallol- y también en Quilmes, hasta que consiguió ingresar al equipo del que siempre fue hincha. Debutó en la Primera de la Academia en 1954, ante Chacarita, y la mejor campaña fue al año siguiente, cuando se consagró subcampeón.
Coincidió con varios juveniles que asomaban como talentos, dentro de la exquisita cantera del fútbol argentino. Y así se unió a Enrique Omar Sívori y Antonio Valentín Angelillo para conformar un tridente letal en la Selección Argentina, que arrasó en la Copa América de Lima 1957. La habilidad endiablada de Oreste Osmar Corbatta en la punta derecha y Cruz como wing izquierdo -y “Pipo” Rossi ordenando a todos desde el medio- completaban un equipo que se conoció allí como “Los carasucias de Lima” y que se llevó el título con dos puntos de ventaja sobre Brasil, al que derrotó por 3-0. Maschio, además, fue el goleador del torneo.
Pero apenas retornaron, el “tridente” se extinguió: Maschio, Angelillo y Sívori fueron transferidos al fútbol italiano (Bolonia pagó 126 mil dólares por el pase del Bocha). Y para el Mundial del 58, el panorama había cambiado totalmente: la AFA no quiso convocar a jugadores de ligas extranjeras y la Argentina sufrió una de las más fuertes decepciones de su historia, el recordado “Desastre de Suecia”. ¿El campeón? Brasil, ya con su flamante joya, Pelé…
“Los tres queríamos jugar para la Argentna, pero no nos citaron más. Me dolió en ese momento, aunque no me dio bronca”, recordaría tiempo después el propio Maschio.
Estuvo dos temporadas en Bolonia, un equipo que deambulaba por mitad de tabla. De allí pasó al Atalanta, donde alcanzó su mejor nivel, marcando 22 goles en 80 partidos. Un Inter en pleno crecimiento lo fichó para el campeonato 62-63, pero Helenio Herrera no lo tuvo tanto en cuenta (además de que ya buscaba en esa posición de volante ofensivo con un Luis Suárez en crecimiento). Inter salió campeón -y luego ganaría la Copa europea y la Intercontinental- pero Maschio tuvo que marcharse a Fiorentina, donde estuvo en tres temporadas y logró la Copa de Italia. “Allí tuve a mi mejor técnico, Fulvio Valcareggi, quien me convenció de cambiar de posición y tener más funciones de armador que de definidor”.
Justamente para esa función, su amigo Juan José Pizzuti -llamado para salvar a un Racing en declive- convenció a Maschio de volver al país. Este ya había jugado el Mundial de Chile, en 1962, donde la Azzurra fue eliminada por los locales en un violento y polémico partido por 2-0 (los italianos terminaron con nueve jugadores).
“Jugar el Mundial para Italia no lo pensé como una traición. Me agradó el gesto que tuvieron conmigo y acepté. Aparte, de la Argentina, nunca me volvieron a llamar”, recordaría.
Pero sí lo llamó Pizzuti y Maschio fue uno de los ídolos del Racing invicto en 39 partidos, campeón de nuestro país en 1966, campeón de la Libertadores en 1967. Y primer equipo argentino en conquistar la Copa Intercontinental, ante el Celtic de Glasgow. Maschio se retiró como jugador al año siguiente, tras la caída de 2-4 ante el Vélez campeón. Y enseguida lo convocaron como DT de la Selección, aunque sólo duró cuatro partidos: el gobierno de Onganía intervino la AFA y Maschio presentó su renuncia.
Su trayectoria como DT tuvo su punto más alto en Independiente, al que condujo hasta el título de la Libertadores de 1973. Otro hito: hizo debutar a Ricardo Enrique Bochini, una juvenil promesa que se convertiría en el ídolo histórico del club. El Bocha también dirigió a “su” Racing, a los grandes de Córdoba (fue semifinalista del Nacional 82 con Talleres). Dirigió en México, Costa Rica, Ecuador, Bolivia. En todos lados, con su sabiduría, su espíritu paciente y bondadoso. Y con esa imagen de grandeza y caballerosidad que no abandonó nunca.