La bocha se coló por el costado derecho de la arquera belga y voló hasta impactar con fuerza en la red; y un grito de gol inundó el aire. Lideradas por la capitana Rocío Sánchez Moccia, doce camisetas celestes y blancas surcaron rápidamente media cancha para encontrarse al borde del área con Sofía Cairo, la responsable de desatar el desenfrenado festejo con esa ejecución brillante del último penal, y con Cristina Cosentino, la arquera que se había vestido otra vez de héroe y había amargado tres veces a las rivales en esa definición que aceleró más de un corazón en las tribunas y en el banco.
Y allí, sobre el sintético azul del estadio Yves-du-Manoir, mientras se escuchaba un coro de voces entonar un «Olé, olé, olé, olé, olé, olé, olá… soooy argentino, es un sentimiento, no puedo parar», las Leonas se abrazaron, saltaron y lloraron. Lloraron lágrimas de alegría y de satisfacción por el objetivo cumplido, pero también de alivio, porque les costó mucho sellar la victoria y adueñarse del bronce en los Juegos Olímpicos de París.
Del esfuerzo habló Agustina Albertario, la delantera que marcó el 2-1 parcial sobre Bélgica: «Primero, estaría bueno que se valore mucho más al deportista argentino. Felicitar a todos los que vinieron acá a disputar el Juego Olímpico. Porque la verdad que el esfuerzo que uno hace es increíble y la gente a veces se cree que nosotras somos futbolistas, que tenemos esa vida que ojalá y no. Solo esto lo hacemos por amor a la camiseta, no ganamos nada, nada de nada. Y siempre estamos intentando dejar al país en lo más alto».
🏑❤️»Estaría bueno que se valore mucho más al deportista. Esto lo hacemos por AMOR A LA CAMISETA, no ganamos nada»
La alegría de Agustina Albertario luego de conseguir la medalla de bronce con Las Leonas en París. pic.twitter.com/ztxVDyccw2
— DEPORTV (@canaldeportv) August 9, 2024
«Y son días de doble turno, todos los días con tormenta, con calor, con nieve, con lo que sea; porque últimamente estaba nevando en Buenos Aires. Y nada, para la gente que nos banca, mandarles un beso muy grande y agradecerles. Y la otra que no nos banca, también. No digo a nosotras, sino al deportista en sí. Estar acá es un esfuerzo muy grande que hacemos día a día y esta medalla para nosotras es muchísimo. Estoy muy feliz por conseguirla y este equipo no se merecía irse sin nada«, completó Albertario.
«Esto es ser Leonas», repitieron varias un rato después, todavía con los ojos húmedos y las pulsaciones a mil. Así eligieron explicar cómo habían sacado adelante ese partido durísimo, trabado y luchando ante una Bélgica, que sin nada que perder (iba por su primera medalla en su segunda cita olímpica), se les plantó de igual a igual y las incomodó en cada rincón de la cancha. Un partido en el que el seleccionado argentino no jugó bien, quizás por la presión propia de necesitar despedirse desde arriba del podio, pero en el que cuando el hockey no fluía recurrió a la garra y el orgullo que siempre lo caracteriza.
«Vinimos a buscar esto, queríamos subirnos al podio. Nos vamos habiendo perdiendo un solo partido, con el mejor equipo del mundo. Estamos muy contentas. Obviamente con un sabor raro, porque vinimos con mucha ilusión y el equipo estaba para mucho más. Pero esta medalla de bronce es un orgullo por cómo luchamos hasta el final», comentó María José Granatto, trayendo a la memoria esa dura derrota ante Países Bajos que las dejó sin chances de buscar el oro.
Ese 3 a 1 en los penales australianos ante Bélgica, después de arrancar en desventaja, de haber dejado escapar el triunfo al no capitalizar dos corner cortos en los últimos 17 segundos del encuentro y de terminar 2 a 2 en el tiempo reglamentario, se consiguió con el espíritu de lucha y el hambre de gloria que se viene transmitiendo en el equipo desde hace más de 20 años. Desde aquellas primeras Leonas originales, que inauguraron una dinastía que ya lleva varias generaciones y que sumó un nuevo capítulo con este tercer puesto en la cita olímpica francesa.
En un estadio en el que los argentinos fueron minoría -aunque se hicieron sentir, como siempre-, Bélgica, la gran sorpresa de los Juegos, salió a buscar la victoria. Fue para adelante desde el primer minuto, jugó con bocha dominada en varios pasajes del encuentro y apretó la defensa cada vez que el rival intentaba generar peligro. Y eso, a las dirigidas por Fernando Ferrara, las incomodó demasiado, las desconcentró y las obligó apurarse y a cometer errores.
El gol de Agustina Gorzelany en el comienzo del segundo cuarto, para igualar el marcador que había abierto Emma Puvrez en el primer período, finalmente despertó a las Leonas, que empezaron a jugar más agresivas, rápidas, empujando para adelante y buscando siempre ser protagonistas. Pero las europeas no aflojaron y, bajo una nubes grises amenazantes y con un duelo de hinchadas que alimentaba la tensión, el duelo fue una batalla.
Por unos segundos, Argentina tuvo el bronce en las manos antes del final del partido, después de que Albertario tomara un rebote bajo los palos y marcara el 2 a 1. Pero solo por unos segundos, porque en la siguiente jugada Justine Rasir encontró la bocha tras la arrastrada de un corner y empató. A nada de la chicharra, otros dos cortos desperdiciados por las argentinas dejaron a varios con el grito de gol en la garganta. Y no quedó otra, entonces, que sufrir con los penales australianos, como con Alemania en cuartos.
Y como con Alemania en cuartos, apareció una China colosal, que atajó tres de los cuatro que le tiraron. También aparecieron Lara Casas y Zoe Díaz, las chiquititas del plantel que, con apenas seis meses de Leonas, se bancaron la responsabilidad como veteranas. Y tras el errado por Julieta Jankunas, apareció Cairo, que tuvo la cabeza fría para convertir su penal, el más importante de la tarde, y desatar la euforia celeste y blanca.
«Yo la miraba a Sofi y decía ‘Por favor, con tu templanza que tenés, por favor meté ese gol’. Tremenda revancha tuvimos», afirmó emocionada Gorzelany, a la que se la había visto quebrada tras la derrota en semis las neerlandesas. «En ningún momento creí que se nos iba a escapar. Realmente lo fuimos a buscar y estábamos ahí muy cerca todo el tiempo. Y llegaron los penales; pero tenemos una arquera increíble y unas jugadoras pendejas, que parece que tienen 500 partidos encima, y que se la bancan como loco».
«Queríamos terminar de la mejor manera posible. Este torneo se dio así, el tercer puesto era la mejor posición a la que podíamos aspirar y lo vinimos a buscar con la cabeza muy arriba», comentó Agostina Alonso. «Nos costó eso de saber que no estábamos jugando por el oro, que era nuestro principal objetivo. Hasta el final lo fuimos a buscar, eso no lo negociamos. Es al esencia, el ADN de este equipo desde siempre. Podemos jugar mejor o peor, por arriba o por abajo, pero nunca vamos a bajar los brazos».
Quizás les quedó el gustito un poco amargo de no haber podido pelear por la dorada, el único título importante que ese seleccionado no tiene en sus vitrinas. Pero las Leonas, desde las más experimentadas hasta las más jovencitas, entienden que una medalla vale muchísimo. No importa el color. Y más una medalla que se consiguió con esfuerzo, con sacrificio y con mucha garra. Y que llegó para dejar otra vez la camiseta argentina en un podio olímpico.
Es el sexto en las últimas ediciones de los Juegos, después de las platas de Sydney 2000, Londres 2012 y Tokio 2020 y de los terceros puestos de Atenas 2004 y Beijing 2008. Un récord envidiable que marca una vigencia de más de dos décadas en la elite.
«Este equipo no tiene ningún secreto. Es solo esfuerzo y sacrificio todos los días. Y el legado y los valores de esas Leonas originales que se sigue transmitiendo y que nos lleva a seguir peleando hasta el final. En estos Juegos nos volvimos a dar cuenta de eso porque todos los partidos fueron difíciles», analizó Sánchez Moccia, que le bajó el telón a su carrera olímpica.
Y cerró: «Después de una derrota muy dura como la que tuvimos el otro día, hoy salimos como Leonas a buscar esta medalla y a ser merecedoras de esta medalla, que será de bronce, pero que para nosotros vale oro».