Simone Biles volvió a los escenarios olímpicos y brilló en el Bercy Arena. Y no solo por los miles de destellos plateados que irradiaba su traje de competición cada vez que realizaba un giro en el aire o uno de esos saltos extraordinarios o simplemente se movía por el estadio, atrayendo la mirada de todos y generando ovación tras ovación. Tras la dura experiencia de Tokio 2020, la estadounidense regresó el evento más importante del deporte mundial más madura y con una mentalidad fortalecida -tras tomarse un descanso luego de los Juegos japoneses para cuidar su salud mental-, pero con el talento intacto y con el mismo poder y explosividad que la transformaron en la mejor gimnasta de todos los tiempos.

En un estadio colmado, adornado en más de un rincón con la bandera de rayas y estrellas de su país, la dueña de 23 títulos mundiales y ocho oros olímpicos compitió en la segunda subdivisión clasificatoria de la gimnasia artística de París 2024. Ejecutó soberbios ejercicios en viga, suelo, salto -con el Biles II, esa pirueta que solo ella puede realizar, incluido- y barras asimétricas. No la frenó ni siquiera una molestia en el gemelo izquierdo que sintió cuando calentaba para su segundo ejercicio. Y regaló sonrisas y derrochó carisma, mientras dominaba a sus rivales con rutinas por demás exigentes, que la dejaron, al menos momentáneamente (cuando faltaban disputar tres series más), como la mejor de la clasificación del all around.

Nadie se quiso perder la primera función de Biles en París. Ni las miles de niñas y adolescentes que coparon gran parte de las butacas del imponente recinto y que la llamaban y la saludaban cada vez que pasaba cerca. Ni los actores Tom Cruise y Jessica Chastain, las cantantes Lady Gaga y Ariana Grande, la famosa editora de Vogue, Anna Wintour, y el rapero Snoop Dogg, todos presentes en las tribunas, que estallaron con un clamor ensordecedor cuando Simone entró en escena, junto a sus compañeras del equipo estadounidense, Jordan Chiles, Sunisa Lee, Jade Carey y Hezly Rivera.

Automáticamente, todos los ojos se posaron en ella y también los lentes de las cámaras; y su rostro apareció en la enorme pantalla suspendida del techo. Cuando se vio, sonrió y saludó a la gente, que volvió a ovacionarla, como haría una y otra y otra vez. Muy rápido adoptó después el modo competencia: puso el rostro serio, cerró los ojos, suspiró y se dirigió al primer aparato para probarlo. Ya sin la campera y el pantalón del uniforme oficial del equipo, su malla hacía imposible perderla de vista.

Después de seguir atentamente la actuación de su amiga Chiles, sentada en una heladerita, tensionando los hombros cuando su compatriota realizaba algún ejercicio complicado y aplaudiendo cada buena ejecución, y de celebrar lo hecho por Lee y Rivera, llegó su turno en la viga. El momento esperado para saber si todavía tenía ese fuego tan especial adentro. La incertidumbre desapareció rápido, porque Biles deslumbró.

Con todo el estadio mirándola, porque a esa altura, las otras gimnastas ya habían completado sus rotaciones, entró a la aparato con enorme seguridad y desarrolló una rutina impecable, en la que enlazó los elementos con fluidez, no perdió nunca el equilibrio, ejecutó los saltos sin titubear y desmontó con un preciso doble mortal hacia atrás. Y como sacándose toda la tensión de adentró, cuando sus pies quedaron firmes en la colchoneta tras el aterrizaje, esbozó una enorme sonrisa, se golpeó el pecho y celebró a la distancia con todo su equipo, que saltaba y aplaudía el regreso de la GOAT. El puntaje: 14.733.

Foto: Xinhua/Cheng MinFoto: Xinhua/Cheng Min

Fue el inicio perfecto para una jornada en la que Biles disfrutó cada minuto. Ni el susto por la molestia que apareció cuando se preparaba para competir en suelo y que la obligó a dejar el recinto junto a la médica del equipo pudo amargarle la jornada. Es que como contó más tarde Cécile Landi, su entrenadora, el dolor nunca amenazó con sacarla de competencia. «Sintió algo, es todo. Ya lo había sentido hace un par de semanas», explicó.

Quizás ese problema fue el responsable de que sus aterrizajes en esa segunda rotación no hayan sido tan limpios. En la primera diagonal, en la que ejecutó un gran triple doble, por ejemplo, se salió de los límites de la colchoneta. Tras completar su ejercicio, se sentó en la escalerita que baja del tapiz y se quedó pensativa unos segundos, como si algo no le cerrara. Igual dominó con una puntuación de 14.600, que el público consideró muy baja y reprochó con silbidos.

Mientras esperaba esa evaluación, levantó la vista y se vio en la pantalla. Y notó que algunos mechones de pelo se le habían escapado de los invisibles. Rápidamente se los acomodó, porque hasta en eso Biles es una perfeccionista.

Un momento divertido protagonizó cuando se preparaba para el salto de potro, uno de sus puntos fuertes. En uno de los intentos de prueba, sintió otra vez el dolor y, para no forzar la pierna, decidió regresar gateando hasta el otro extremo, generando las carcajadas de todas sus compañeras. Pasó varios minutos sentada en el suelo, conversando con la médica y cuando llegó su momento, apareció en escena con el tobillo vendado. Aunque no tuvo problemas para ejecutar con perfección el Biles II -o Yurchenko con doble mortal carpado- y dar apenas un paso hacia atrás en el aterrizaje.

No conforme, volvió al punto de partida gesticulando «One more, one more (uno más)». En total, se llevó 15.300, por los 15.800 del primer intento (con su propio ejercicio) y 14.800 del segundo, que celebró tras ir rengueando un poco a encontrarse con sus compañeras.

Foto: REUTERS/Hannah MckayFoto: REUTERS/Hannah Mckay

A esa altura, la estadounidense parecía haberse sacado de encima los nervios o las dudas (si es que los tenía). Había pasado por sus mejores aparatos sin grandes problemas y se soltó un poco más. Y cuando en el recinto se empezó a escuchar el tema de Misión Imposible, acompañando la aparición de Tom Cruise en la pantalla, dejó en evidencia su complicidad con Chiles. Se miraron, sonrieron y pusieron espalda contra espalda y ensayaron una pose con las manos como sosteniendo dos pistolas.

El cierre, en las barras asimétricas, fue también impecable, con un 14.333 que la dejó muy contenta. Fue evidente por la enorme sonrisa se le escapó al aterrizar, por el sentido abrazo que compartió con todo el equipo y por ese bailecito de festejo coordinado que hizo con su amiga Jordan.

Los números que dejó el regreso de Biles: 59.566 puntos, por delante de dos de sus compañeras, Lee, oro en Tokio, con 56.132 y Chiles con 56.065. Las tres lideraban, a falta de tres subdivisiones (y de la presentación de la brasileña Rebeca Andrade, la máxima amenaza para las estadounidenses), la clasificación para la final del all around. Y Estados Unidos estaba primero en la de la prueba por equipos con 172,296 puntos, seguido por Italia, China y Gran Bretaña.

Las sensaciones que dejó su vuelta, todas positivas. A Simone se la vio feliz, madura, entera y lista para deleitar al mundo una vez más con su enorme talento. Ya tuvo su primera función en el Bercy Arena. Pero lo mejor está aún por llegar.



Fuente Clarin

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